Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • «Cuando ves a los niños sonreír al lado de sus padres, merece la pena todo»

    » Diario Cordoba

    Fecha: 13/06/2025 11:55

    El cirujano del Hospital Universitario Reina Sofía, Pedro López Cillero, ha sido pionero en la implantación del programa de trasplante de hígado e infantil. Con su trabajo, ha contribuido a que el hospital sea todo un referente. Compagina su labor médica con la docente y, en especial, con un intenso quehacer social. ¿De dónde le vino el interés por la medicina? Yo vengo de familia castrense, el primer médico de la familia soy yo. Desde siempre quise ser cirujano y creo que en ello tuvieron que ver dos actores muy importantes. Por un lado, mi madre, que estudió enfermería. Ella no ejerció porque, al terminar, a su madre la diagnosticaron con una cardiopatía muy severa y decidió cuidarla. Yo veía cómo preparaba todo, las inyecciones, la medicación… y le decía: «Mami, yo te ayudo». Pero, por otro lado, también quería hacer algo con las manos y eso creo que viene de mi padre, que era muy habilidoso. Siempre ha sido un manitas, le gustaba arreglar los coches o pintar, algo que me gusta mucho a mí también. Es más, tengo la costumbre, cuando voy a operar, de hacer el dibujo de la cirugía. Luego, mira qué casualidad, estuve en Japón y allí a todos los estudiantes de medicina se les obligaba a dibujar la intervención. Entonces yo creo que de ahí me viene. ¿Y por qué eligió cirugía general? Yo quería ser cirujano. Ya desde tercero o cuarto de carrera estaba viniendo al hospital a ayudar a grandes cirujanos. Recuerdo que el doctor Pera, mi maestro, me preguntó que qué iba a escoger y le dije que quería ser cirujano. Él me dijo que, si podía, cogiera cirugía general. Me dijo: «Fíjate a la cantidad de pacientes que habré operado y cada vez que opero un abdomen ninguno es igual al siguiente» y eso me pareció muy bonito. Nombra su estancia en Japón. Creo que ha estado en varios países para formarse. Yo acababa de terminar el programa de trasplantes de hígado en el Reina Sofía, que era el primero de Andalucía, y era realmente experimental. Empezamos, como es lógico, con los trasplantes de adultos. Carlos Pera, mi maestro, dijo que ya mismo iban a venir los niños y había que aprender sobre trasplante infantil. Conseguí una beca y me fui a San Francisco, donde estaba el mejor cirujano del mundo de ese momento, Carlos Esquivel. Allí vi 60 trasplantes de niños y 150 de adultos, fue una experiencia maravillosa. En este caso, la peculiaridad de los niños es que no hay trasplantes infantiles, gracias a Dios. Entonces había que aprender la técnica con donante vivo y ahí me fui a Japón, donde todo lo que se hace es de donante vivo. Podemos decir que el Reina Sofía, dentro de Andalucía, pero también de España, fue pionero en este sentido. En el caso de trasplantes infantiles, dentro de Andalucía, éramos la referencia. En España se había empezado en el Vall d’Hebron de Barcelona y en La Paz, en Madrid. Nosotros fuimos los terceros. ¿Qué supone para un cirujano estar en un centro referente como es el Reina Sofía y haber contribuido a que lo sea? Sobre todo, un sacrificio enorme de tiempo que le quitas a amigos y familia porque esta disciplina te exige el 200%. Pero para mí es un orgullo, por ejemplo, haber participado en el primer trasplante de hígado que se hizo en Andalucía, en el año 89, en el primer trasplante de un niño o en el primero de donante vivo. Pero además de un orgullo, para mí supone una obligación el continuar con el relevo de todos los que nos han precedido. Y ahora hay que seguir enseñando a los que vienen y mantener el alto nivel del hospital, que sigue siendo referente nacional e internacional en muchos casos. ¿Merece la pena todo ese sacrificio? Por supuesto, cuando ves a los niños sonreír al lado de sus padres, merece la pena ese sacrificio y mucho más. ¿Hay alguna intervención que se le haya quedado grabada para siempre? Sí, operé a una señora que me dijo que su nieto estaba estudiando medicina, luego ya me anunció que había aprobado el MIR y ahora es un cardiólogo de renombre. También me acuerdo de una vez que me llamaron para que fuera corriendo porque un niño se había roto el hígado en un accidente con la bicicleta, luego se recuperó y recuerdo que me regaló la camiseta del Real Madrid porque sabía que yo era de ese equipo. También es profesor en la Universidad de Córdoba, ¿cuándo empezó a dar clase? Desde que terminé prácticamente, es una obligación transmitir a tus alumnos lo que tú has aprendido y lo que no está en los libros. Y además, transmitir los valores humanos, la labor humana es muy difícil, pero muy importante. ¿Es también casi obligatoria la labor social de un médico? Sí, eso es lo que completa el ciclo, ayudar a los que más necesitan, colaborar y aportar. Yo intento colaborar todo lo posible en este sentido, con Cáritas y también con la obra social Hermano Bonifacio del San Juan de Dios. ¿Qué supone recibir el premio Cordobeses del Año? Para mí es un orgullo tremendo, lo he vivido en mi casa. De chiquitillo, mi padre en el coche nos ponía a cantar el Soy cordobés. Y hay que reconocer también los valores que supone este importante galardón. Suscríbete para seguir leyendo

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por