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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 12/06/2025 19:02
Las nubes contienen millones de microbios que influyen en el clima y la lluvia (POLITICA INVESTIGACIÓN Y TECNOLOGÍA FREERANGE) Aunque cumplen un papel esencial en la atmósfera, las nubes se convirtieron en uno de los paisajes más sublimes admirados desde la tierra. Más allá de su belleza, estas formaciones albergan un intrincado mundo de bacterias, hongos y virus, portadores de secretos que desafían la comprensión humana. El científico Louis Pasteur fue uno de los primeros científicos en reconocer lo que, en la actualidad, se denomina aerobioma. En 1860, el microbiólogo francés realizó un experimento que consistía en sostener frascos estériles y dejar que los gérmenes flotantes se depositaran en ellos. El químico capturó gérmenes en las calles de París y en la cima de un glaciar en los Alpes, pero las personas tardaron décadas en aceptar su investigación de Pasteur. Con los años, los científicos dieron continuidad al estudio del microbiólogo. Estudiosos del ámbito surcaron el cielo en aviones y sostuvieron portaobjetos y placas a fin de capturar esporas de hongos y bacterias en el viento. Durante expediciones en globo a la estratósfera también se capturaron células. En la actualidad, los aerobiólogos despliegan drones y utilizan tecnología de secuenciación de ADN para identificar la vida aérea a partir de sus genes. La vida aérea forma parte de un ecosistema invisible que conecta océanos, bosques y atmósfera en un ciclo biológico interdependiente.- (Imagen Ilustrativa Infobae) El aerobioma es un hábitat poblado de partículas. Cuando una ola del océano impacta esta expulsa gotas de agua al aire. Muchas de estas transportan virus, bacterias, algas y otros organismos unicelulares. Algunas de ellas caen rápidamente de vuelta al océano, otras son arrastradas por el viento y se elevan al cielo. En tanto, en la tierra, los vientos pueden arrastrar bacterias, hongos y otros organismos. Asimismo, los incendios forestales crean corrientes que absorben microbios del suelo y ascienden con el humo. Las corrientes ascendentes pueden llevar a un organismo al núcleo de una nube cuando este es atrapado por gotitas de agua condensada. Inicialmente, el organismo alcanza una capa de aire donde el vapor de agua ha formado diminutas gotas que las corrientes transportan hacia el interior de la masa acuosa de la nube. Avances científicos sobre las nubes y sus microbios Estudios dirigidos por Pierre Amato, aerobiólogo de la cercana Universidad de Clermont Auvergne, reveló que cada milímetro de agua de las nubes que flota sobre Puy de Dôme contiene hasta 100.000 células. Su ADN reveló que algunas pertenecen a especies conocidas, pero muchas son nuevas para la ciencia. Los microbios atmosféricos no solo sobreviven a condiciones extremas, también influyen en la química del aire y en la formación de lluvias y nieve. - (Imagen Ilustrativa Infobae) Amato y sus colegas encontraron evidencia de que algunos microbios pueden crecer en las nubes. En un estudio, los investigadores compararon muestras recolectadas de nubes en la montaña de Puy de Dôme, los días que desprendía lava volcánica y otras recolectadas en la montaña en días despejados. Cotejaron la cantidad de ADN en sus muestras con la cantidad de ARN, siendo que las células activas y en crecimiento producen muchas copias de ARN a partir de su ADN para producir proteínas. En otras palabras, si hay mucho más ARN que ADN, significa que las células están vivas y funcionando, no solo presentes. Esta diferencia fue clave para demostrar que, dentro de las nubes, hay microorganismos que no solo sobreviven sino que también realizan procesos vitales como alimentarse y multiplicarse. En ese tono, los investigadores descubrieron que la proporción de ARN a ADN era varias veces mayor en las nubes que en el aire limpio. Esto reveló que las células prosperan en las nubes. También descubrieron que las bacterias en las nubes activan genes esenciales para metabolizar los alimentos y crecer. Para explorar el modo en que ciertas bacterias sobreviven en las nubes, los científicos realizaron experimentos en su laboratorio. Cultivaron especies recolectadas de las nubes para luego introducirlas en cámaras que simulan las condiciones atmosféricas. Un microbio en particular, denominado Methylobacterium, demostró una capacidad notable: emplea la energía solar para descomponer el carbono orgánico presente en las gotitas que componen las nubes. Cada milímetro de agua en una nube puede albergar miles de células, muchas de ellas desconocidas para la ciencia y capaces de modificar el clima (Imagen Ilustrativa Infobae) Estas bacterias, esencialmente, extraen su alimento de las nubes. Se calcula que los microbios presentes en las nubes tienen un impacto considerable al descomponer anualmente alrededor de un millón de toneladas de carbono orgánico a nivel global. Los descubrimientos sobre el aerobioma indican su papel fundamental como una influencia decisiva en la química atmosférica. Además de su impacto químico, este conjunto de microorganismos en el aire también tiene la capacidad de modificar las condiciones climáticas. Cuando se forma una nube, se crean corrientes de aire ascendentes que trasladan el aire cargado de agua a altitudes frías para convertirla en hielo. Este luego vuelve a caer. Si el aire cerca del suelo es frío, puede caer en forma de nieve. Si es cálido, se convierte en lluvia. Las biomoléculas y las estructuras celulares demuestran ser sorprendentemente eficientes para estimular la precipitación. Diversos elementos como hongos, algas, polen, líquenes, bacterias e incluso virus tienen la capacidad de inducir la formación de cristales de hielo dentro de las nubes. Esto sugiere una conexión íntima entre las nubes y la vida, donde no solo los organismos se benefician de las nubes al habitarlas y nutrirse de ellas, sino que también juegan un papel activo en su creación. Las partículas emitidas por el tráfico urbano y la actividad industrial también alimentan el ecosistema microbiano del aire, alterando la composición de las nubes y su capacidad para generar lluvia.- (Imagen ilustrativa Infobae) La Pseudomonas, por su parte, se destacan entre las bacterias con mayor capacidad para inducir la lluvia. Aunque se desconoce exactamente por qué este microbio es tan eficiente en la formación de hielo en las nubes, se propone que su relación con las hojas sea un factor. Durante la lluvia fría, estas bacterias pueden promover la congelación del agua sobre las hojas a temperaturas superiores a las habituales. Este fenómeno permite que, al agrietarse las hojas por el hielo, las Pseudomonas accedan a los nutrientes encerrados en ellas. Algunos investigadores plantearon la hipótesis de que las plantas podrían tolerar la presencia de bacterias como las Pseudomonas, a pesar del daño que pueden causar. Estas bacterias, una vez levantadas por el viento desde la superficie de las hojas, ascienden a la atmósfera, donde contribuyen a la formación de nubes más proclives a la lluvia. Las precipitaciones resultantes benefician a las plantas subyacentes y facilitan su crecimiento lo que permite el desarrollo de más hojas, las cuales sirven de hábitat para nuevas bacterias. Al volver al ciclo atmosférico, las bacterias pueden incitar a las nubes a generar aún más lluvia. Esta interdependencia sería una forma de simbiosis extraordinaria que uniría los bosques y el firmamento en un ciclo continuo de vida y nutrientes. Algunas bacterias que flotan en el cielo poseen genes que las hacen resistentes a antibióticos, y estos pueden diseminarse con la lluvia.- (Imagen Ilustrativa Infobae) El equipo de Amato y sus colaboradores sugiere que las nubes poseen una abundancia notable de genes de resistencia, los cuales podrían ser fundamentales para la supervivencia bacteriana en un entorno tan inhóspito. En particular, ciertos genes confieren a las bacterias la capacidad de expulsar rápidamente los antibióticos de su interior. Esto neutraliza su efecto antes de que puedan causarles daño. Además, el entorno estresante de la nube podría inducir la producción de desechos tóxicos por parte de las bacterias, que deben ser eliminados con la misma rapidez para asegurar su supervivencia. Las nubes podrían ser vectores de dispersión genética más efectivos que la carne y el agua contaminadas, especialmente en el caso de genes de resistencia. Una vez que las bacterias alcanzan la atmósfera y se integran en una nube, tienen la capacidad de recorrer cientos de kilómetros en solo unos días. Al precipitarse de nuevo a la Tierra en forma de lluvia, estos microbios pueden transferir sus genes de resistencia a otros organismos con los que interactúan en el suelo.
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