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  • La amenaza de ser una colonia sólo puede vencerse con un pueblo organizado

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 09/06/2025 23:04

    Por Luis Esterlizi (*) “El fenómeno era necesario, de una necesidad histórica, porque el mundo debía salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y las esperanzas de la comunidad. Lo que importa hoy es persistir en ese principio de justicia, pero recuperar el sentido de la vida, para devolver al hombre su absoluto. Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una comunidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa solución el ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa. Debemos conformar el período supremo de la evolución. Los monjes de la Edad Media borraron el contenido de los libros paganos para cubrirlos con los salmos. La Edad Contemporánea trató de borrar los salmos, pero no añadió nada más que la promesa de una vaga libertad a la sed de las verdades del hombre. En 1500, la humanidad concentró sus dispersas energías para empresas gigantescas y nos dio nuevos mundos y formas de civilización. En 1800 reprodujo el intento y creó febrilmente, generosamente, una época. La sociedad tendrá que ser una armonía en la que no se produzca disonancia ninguna, ni predominio de la materia ni estado de fantasía. En esa armonía que preside la Norma puede hablarse de un colectivismo logrado por la superación, por la cultura, por el equilibrio. En tal régimen no es la libertad una palabra vacía, porque viene determinada su condición por la suma de libertades y por el estado ético y moral. (Comunidad organizada) Ataque a las instituciones del pueblo A esta altura de su mandato nos damos cuenta de que el modelo de gobernanza adoptado por Milei es aquel que le permite -a un presidente ultralibertario- manejar autocráticamente el poder ante un régimen excesivamente expansivo de la libertad individual ilimitada pero buscando que cada ciudadano piense como piense y actúe como actúe, no lo haga mucho más allá de la sombra que arroja su figura al mediodía. Lo acompaña un séquito de seguidores fanatizados que conforman amontonamientos de individuos exaltados, expresando un paroxismo como si fuese un estado de intensa ansiedad, ira o euforia, copiando del “líder” sus claras expresiones belicistas, mientras en salones suntuosos comulgan los representantes de las corporaciones financieras y los grandes empresarios de la producción extractivista. La motosierra simboliza el arma destructora que usa para atacar y destruir al Estado y a “la casta”. Es decir, la violencia y el odio que expande Milei forman parte de su ADN y siempre, de algún modo, lo acompañan y están presente en sus actos, discursos y conferencias. Con la motosierra en sus manos y el argumento de la corrupción del Estado y de las instituciones, justifica su claro propósito de destruir todo tipo de entidades, tanto públicas como privadas que de algún modo podrían constituir o conformar una amenaza a su poder, además de desvirtuar su concepto de la libertad individual. O sea, lo que pretende Milei es convertir al pueblo argentino en una “infinita multitud de ceros” Si su estrategia logra dicho propósito, encontraremos a millones de ciudadanos totalmente libres de hacer lo que les plazca como realidad de un pueblo (supuestamente libre) pero sin ninguna posibilidad de ser dueños de sus futuros ni de tener una alternativa seria de poder defenderse del Estado cuando éste se convierte en omnipotente ni tampoco la de defenderse de cualquier grupo o corporación de amplio poder concentrado en contra de los intereses individuales. De esa forma el poder quedará solo bajo el mando de quien gobierne al Estado autocrático -como lo está haciendo Milei actualmente- por un lado y, por el otro, quienes manejan el mercado con total displicencia como si fuesen los zorros libres dentro del gallinero. Esta amenaza en acción permanente por parte del Gobierno nacional despertó en el pueblo argentino la necesidad de la organicidad, impulsandolo a que sus organizaciones sectoriales, gremiales, sociales, profesionales, etcétera, se integren en una acción o proyecto convergente, constituyendo -de esta forma- el mayor de los poderes de un pueblo, para enfrentar la prepotencia arcaica y propia de dictaduras, como ante cualquier otra alternativa que busque conculcar sus derechos o hacer de la Argentina una factoría de servicios. Proceso hacia una comunidad organizada Dadas las circunstancias actuales y a partir de la toma de conciencia por parte de las distintas entidades intermedias, se van pergeñando una serie de eventos; caso concreto, el de los cabildos abiertos, como claros ámbitos populares no sólo para el ordenamiento e integración de las acciones sino también para la elaboración de un plan de salida de la crisis, el cual -a mi modesto entender- debería contener tres puntos centrales: 1) El pueblo, que -en una verdadera democracia- responde al sentido de una comunidad organizada, debe promover inevitablemente una concertación de los sectores nacionales, en torno a un programa de finalidad común que permita armonizar los intereses particulares con una estrategia nacional emancipadora. 2) Consensuar -además- el diseño de un plan de emergencia nacional para superar los efectos más perniciosos de los estigmas políticos, económicos y sociales que, sin ética ni moral, fueron introducidos en la vida de los argentinos para llevarnos a un modelo de gran degradación social, decadencia política e institucional e imposición de una economía claramente especulativa y deshumanizada. 3) La conformación por consenso de los ejes estratégicos de un modelo netamente argentino para el proyecto nacional que hoy necesita Argentina, con la finalidad de reconstruir su identidad como Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Como la estrategia mileista es destruir al Estado y a las organizaciones libres del pueblo, es posible que se deban estudiar nuevas formas de contrarrestar sus ataques, más aún sabiendo que -por ejemplo- si se realizan paros de los servicios de salud, fundamentalmente los que dependen del Estado, al Presidente no le importará e incluso le interesará que las destruyan o le prendan fuego, porque de esa forma logrará su objetivo de que la salud de los que no tienen obras sociales o dinero para pagar, sea asumida exclusivamente por sus familias. Por lo tanto, todas las entidades públicas están en la mira del Presidente y va hacer de cada una lo que le plazca, como ya lo está haciendo. Si es posible venderlas, rifarlas o privatizarlas, ya que cuenta con el poder otorgado por “la casta” y la oposición complaciente (aquellos que cambian de colores según la ocasión). Conclusión Milei es un claro emergente de lo que fue “la generación del 80, de la cual Julio Argentino Roca, fue su máximo referente, estando integrada por pequeños grupos de familias de clase alta, mayormente propietarios de extensos latifundios conocidos como ‘estancias’, estableciéndose políticamente en Buenos Aires y explayando un modelo económico basado en la producción de cereales y carnes para exportar a Inglaterra. Con un pensamiento predominantemente conservador, liberal y laico, controlaron las más importantes posiciones políticas, militares y culturales, manteniéndose en el poder por más de cuatro décadas mediante el fraude electoral” (Wikipedia). Tomemos conciencia de que el actual gobierno, en similitud con los propósitos de la generación del 80, explaya una política impulsada por el odio, la violencia y un clasismo que en Argentina hace muchos años fue superado ampliamente, gracias a nuestros valores, virtudes y formas de vida -maceradas y consensuadas por la solidaridad social de los argentinos, que es lo más destacable-. Ya no quedan dudas de que el actual Presidente no se comporta como un argentino y no muestra o sustenta los valores que poseemos los argentinos. Por lo tanto, Argentina sigue amenazada por tan nefasta prepotencia, odio y locura y será imposible superar la tremenda crisis que sufrimos los argentinos y mucho más lo será si el pueblo unido no logra recuperar su presencia activa y organizadamente institucional, aportando las soluciones perentorias como también las estratégicas que necesitamos para recuperar nuestra libertad, independencia y soberanía. (*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba

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