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Parana » Uno
Fecha: 08/06/2025 14:11
Silvina Pérez e Ignacio Miño visitaron la redacción de UNO para compartir la historia, el presente y la esencia de una propuesta cultural que, con perfil bajo pero con una fuerza arrolladora, se convirtió en un fenómeno afectivo y artístico en Paraná: la Práctica de Tango que, desde 2017, se lleva a cabo en el Centro Cultural La Vieja Usina . Lo que comenzó como un encuentro entre amigos con ganas de bailar tango, con el tiempo creció y se transformó en un espacio de referencia que cada semana convoca a unas 50 personas. Lo organiza un pequeño equipo conformado por Silvina, Ignacio, Ricardo Chávez y Matías Martínez, quienes gestionan todo de manera voluntaria: desde la logística y la difusión hasta la convocatoria de DJs, que también se suman desinteresadamente, por puro amor al género. “La práctica es libre, gratuita y abierta a todos. No hay edad, ni nivel de experiencia que importe. Solo hay que tener ganas. Eso es todo lo que se necesita para sumarse”, resumió Pérez con una sonrisa. Y ese espíritu de puertas abiertas es una de las claves del éxito de la propuesta: nadie queda afuera, incluso si no sabe bailar. Se puede participar, mirar, escuchar música, acercarse por curiosidad o simplemente dejarse llevar por la atmósfera que genera el tango. El espacio no funciona como una clase formal, aunque ocasionalmente participan docentes y bailarines experimentados que, de manera espontánea, ayudan a quienes están empezando. “Se ha dado muchas veces que alguien viene sin saber nada y algún profe que estaba ahí bailando le da una mano. Nosotros también los guiamos, y si vemos que tienen interés, los conectamos con lugares donde pueden aprender”, explicó Ignacio Miño, quien con sus 46 años es una pieza fundamental de este engranaje cultural que se sostiene semana a semana. Silvina, de 55 años, encontró en el tango una forma de volver a sí misma. “De chica escuchaba tango en casa. Siempre estuvo presente, pero no lo bailaba. En un momento, por cuestiones de salud, me recomendaron hacer alguna actividad física. Y justo se dio la posibilidad de arrancar con tango. Fue como cerrar un círculo. Lo tomé como un llamado y no paré más”, relató con emoción. Para ambos, el tango es mucho más que un baile: es un modo de estar en el mundo, de vincularse, de conectarse con el cuerpo y con el otro. “El tango te lleva, te atrapa, y empezás a querer saber más, escuchar más, ver videos de bailarines. Se vuelve una pasión”, agregó Silvina. Entrega y pasión Y esa pasión se contagia. A lo largo de estos años, la práctica no solo creció en cantidad de participantes, sino también en calidad de vínculos. Se generó una comunidad, un grupo diverso y afectivo que se encuentra a través del tango. “Más allá de la responsabilidad de sostener el espacio, para nosotros es una necesidad emocional. Es cortar la semana con algo que nos hace bien. Es un momento sin medicación, y con más baile. Nos encontramos con amigos, nos abrazamos. Y eso es muy necesario”, reflexionaron. Porque sí, en un mundo cada vez más veloz, individualista y cargado de tensiones, este espacio representa una pausa. Un ritual casi terapéutico. “Abrazarse en un contexto como el de una práctica de tango tiene otro significado. Acá, el abrazo es el lenguaje. Es lo que nos conecta”, dijo Miño. La práctica también ha permitido que muchas personas se acerquen por primera vez al tango sin sentirse intimidadas. “Hay quienes vienen solo a mirar o a escuchar. Y eso también está bien. No hay exigencias. Queremos que sea un espacio amable, donde todos se sientan cómodos”, explicaron. Entre los artistas que admiran, Silvina destaca a Julio Sosa, “por su voz, por lo que representa, por lo que me recuerda a mi infancia. Siempre fue uno de mis preferidos”. Pero más allá de los grandes nombres del tango clásico, la práctica pone el foco en lo cotidiano, en lo cercano, en lo que se construye colectivamente cada semana. En ese sentido, el rol del Centro Cultural La Vieja Usina ha sido clave. La posibilidad de contar con un espacio físico estable, público y accesible fue lo que terminó de consolidar el proyecto. “Desde que conseguimos La Vieja Usina, la práctica se volvió algo más grande, más visible. Fue una gran conquista”, coinciden. En tiempos donde sostener espacios culturales es un desafío constante, experiencias como esta demuestran que el arte puede florecer incluso sin grandes recursos, cuando hay convicción, amor y comunidad. “Lo que se vive en la práctica no tiene precio. No hay entrada, no hay pretensiones. Pero hay muchísimo valor. Se arma una energía muy hermosa, que nos transforma”, aseguraron. La invitación, entonces, queda abierta. No hace falta saber bailar, ni ir en pareja, ni vestirse de gala. Basta con acercarse, dejarse abrazar por el tango, y descubrir que, a veces, una simple práctica puede ser mucho más: puede ser refugio, alegría, compañía, emoción. Puede ser, sencillamente, una forma de vivir mejor. Y como dice el dicho, “el tango te espera”, y en Paraná te espera todos los miércoles a las 21 en La Vieja Usina.
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