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» El litoral Corrientes
Fecha: 08/06/2025 11:10
Los partidos fueron el único vehículo que ayudaba a ordenar a las sociedades democráticas. La vida orgánica de esos instrumentos habilitaba la discusión, le daba un cauce de razonabilidad y auspiciaba procesos internos que depuraban dirigentes hasta conseguir una proposición trascendente de cara a las comunidades. Esa lógica estuvo, en muchas ocasiones, invitada a claudicar, pero luego de algunas crisis el esquema se recuperaba y retomaba su camino hacia la normalidad institucional volviendo al ruedo y aportando soluciones para que la ciudadanía tuviera opciones para definir el rumbo de cada instancia social. De tanto en tanto un emergente singular desafiaba la regla general y ponía en jaque lo conocido, pero a poco de andar, más tarde o más temprano, todo se reordenaba y recobraba densidad para buscar un equilibrio que permitiera reacomodar el modelo. "Si no se entiende esta cadena de eventos poco se podrá hacer al respecto. Las conductas fallidas inexorablemente derivan en consecuencias. Las mentiras, el cinismo y la corrupción son tan evidentes que en algún momento el pueblo pasa factura y pocas veces da revancha.” Esta vez todo parece ser bastante diferente. Ya no se trata de la aparición de jugadores peculiares sino de la decadencia de una herramienta que fue tan vapuleada por sus protagonistas que se desnaturalizó y terminó desprestigiándose de una manera inimaginable, razón por la cual la mayoría de la gente ha decidido ponerle fin a su legitimidad organizacional. Esto no ha sucedido por casualidad, ni como producto del aterrizaje de los distintos, sino justamente por la incapacidad de quienes tuvieron la responsabilidad de conducir y culminaron su labor arruinando lo esencial producto de las pésimas decisiones que tomaron. No han caído en desgracia por mero azar. Hay que hacerse cargo de lo que pasó, pero para los culpables de este desmadre resulta mucho más fácil reprocharles a los nuevos líderes su estilo desenfadado o sus discursos disruptivos, sin admitir sus indisimulables fracasos. "Recuperar la política implica un enorme esfuerzo, pero también conlleva la compleja tarea de edificar estructuras modernas y flexibles mientras se trabaja fuertemente en prepararse para gobernar. La maquinaria electoral no puede ser un fin en sí mismo, sino un paso intermedio hacia la solución de las problemáticas sociales tan angustiantes para los contemporáneos." Quizás el mejor momento de los partidos fue en el siglo pasado. Eran el espacio habitual en el que se debatían ideas, se esbozaban políticas públicas y se entrenaban los liderazgos. Allí se estudiaban los grandes asuntos, se configuraban estrategias, se dirimían los mejores y así surgían los más preparados para llevar adelante un conjunto de planes que beneficiarían a la sociedad. Esas agrupaciones tenían una ideología definida sin ocultamientos y todos sabían que en ese ámbito los que formaban parte defendían una nómina de principios explicitados hasta el cansancio de una manera inconfundible. Hombres y mujeres se sucedían en las listas y las generaciones cumplían etapas, pero siempre promoviendo los mismos principios. Aún perduran algunos pocos proyectos que responden a ese espíritu, pero los mayoritarios se han ido diluyendo progresivamente hasta el presente. Hoy en día los valores aparecen dispersos y absolutamente diluidos, al punto que cuando se revisan los discursos de los fundadores expone a los actuales sin piedad alguna, hasta llevarlos al ridículo de las contradicciones. Ese vaciamiento de convicciones se ha convertido en el certificado de defunción de los tradicionales movimientos a los que sólo les ha quedado la simbología de la cartelera y un nombre tan anodino como inconsistente sin significado para los más jóvenes. Es hora de comprender lo que está ocurriendo ya no para anhelar de un modo nostálgico las bondades de antaño sino para construir propuestas coherentes capaces de volver a enamorar a un electorado más volátil pero también exigente y astuto que logra percibir con claridad a los embaucadores crónicos que pululan solamente en busca de cargos y privilegios. Recuperar la política implica un enorme esfuerzo, pero también conlleva la compleja tarea de edificar estructuras modernas y flexibles mientras se trabaja fuertemente en prepararse para gobernar. La maquinaria electoral no puede ser un fin en sí mismo, sino un paso intermedio hacia la solución de las problemáticas sociales tan angustiantes para los contemporáneos. Los partidos tal cual fueron concebidos se están desintegrando sin descanso. Los liderazgos personales se imponen en la batalla frente a esos armazones insulsos que han perdido vitalidad y que ya no representan a sus verdaderos destinatarios. "Los partidos tal cual fueron concebidos se están desintegrando sin descanso. Los liderazgos personales se imponen en la batalla frente a esos armazones insulsos que han perdido vitalidad y que ya no representan a sus verdaderos destinatarios." Si no se entiende esta cadena de eventos poco se podrá hacer al respecto. Las conductas fallidas inexorablemente derivan en consecuencias. Las mentiras, el cinismo y la corrupción son tan evidentes que en algún momento el pueblo pasa factura y pocas veces da revancha. Mientras no se asuma con autocrítica los múltiples errores cometidos el curso de los acontecimientos no se modificará y el desfile de variantes seguirá ocurriendo sin cesar. Quizás una profunda revisión de la historia ayude a tomar nota primero para luego intentar un nuevo sendero más sensato que ponga foco en la seriedad y en el contenido narrativo consistente que ha cedido ante la tentación populista de decir lo que sea para obtener victorias.
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