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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 07/06/2025 02:34
Celestino Rodrigo Aquel lunes 2 de junio por la mañana Celestino Rodrigo subió en la estación Acoyte de la línea A de la línea de subterráneos de Buenos Aires, se bajó en Plaza de Mayo y caminó hasta la Casa Rosada para jurar como ministro de Economía del gobierno de María Estela Martínez de Perón, Isabelita, que llevaba once meses en la presidencia de la Argentina, desde la muerte de Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974. Era un mensaje de austeridad, pensado por el Gobierno y reflejado en la revista Gente, por entonces la más leída, que fotografió a Rodrigo parado entre otros viajeros en el subte. Poco más de 48 horas después, el flamante ministro anunció el ajuste más más virulento aplicado hasta entonces en la economía argentina. Las medidas buscaban contener los desajustes acumulados en casi dos años y medio de gestión de José Ber Gelbard como ministro de Economia de los gobiernos de Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Juan Perón e Isabelita y nueve meses de fallidos intentos de corrección del sucesor de Gelbard, Alfredo Gómez Morales: 1974 había cerrado con un déficit fiscal del 14,5% del PBI, las reservas del BCRA caían y la inflación subía, en medio de una espiral de violencia terrorista (Montoneros, ERP y otras fuerzas menores) y represión por parte de la Triple A, que respondía al ministro de “Bienestar Social”, José López Rega. La inflación mensual había sido del 9,9% en abril y trepó en mayo al 21 por ciento. Pese a que la Argentina era un importador neto de petróleo, el gobierno de Perón se había negado a ajustar siquiera los precios de los combustibles, pese al fuerte aumento del precio mundial del petróleo desde fines de 1973, a raíz del primer embargo de la OPEP. El reciclaje de esos “petrodólares” en los años siguientes vía la banca internacional prohijaría la deuda externa latinoamericana y estallaría en la crisis mexicana de 1982, inicio de la “década perdida” de América Latina, agravada por las altísimas tasas de interés con que la Reserva Federal de EEUU decidió combatir la inflación. Pero eso fue años más tarde. Explosión incontrolada El “rodrigazo” de 1975 fue la explosión incontrolada de las inconsistencias del populismo setentista. Le quitó el corsé al dólar, los precios y las tarifas. La nafta subió 181%, el dólar y las tarifas de las entonces numerosas empresas públicas se duplicaron, el boleto de colectivo subió 50%. Ese mes, la inflación fue de 44% y cerró el año en 183 por ciento. “Convoco al pueblo a abstenerse de gastar en exceso y a no caer en el derroche. La actividad del Estado se regirá por un criterio de máxima austeridad y se perseguirá con toda a fuerza de la ley a los especuladores. Son enemigos del pueblo. El otro se halla enmascarado en la violencia y el terrorismo”, dijo Rodrigo al anunciar las medidas. Rodrigo, viajando en la línea A del subte, hacia su jura como ministro de Economía. Dos días después anunció su plan, el "rodrigazo" Era la segunda vez en la historia económica argentina que la inflación anual superaba el 100 por ciento. La primera había sido 1959, cuando la inflación fue del 113%, pero en los años siguientes se redujo a entre 15 a 30% anual. Argentina en el pantano El rodrigazo fue en cambio la entrada de la Argentina al pantano de una inflación altísima y persistente: de ahí hasta 1992 el único año de inflación de dos dígitos fue 1986 (90%, durante el Plan Austral) y recién en 1994, cuarto año de vigencia de la convertibilidad, cayó a un dígito anual. En los 15 años posteriores a la inflación de 113% de 1959 el promedio aritmético de inflación anual había sido del 28%, en los 16 posteriores a 1975 fue del 570%, más de veinte veces más. También, hasta hoy, se multiplicó por más de veinte el número de pobres de la Argentina, subraya Carlos Leyba, quien había sido subsecretario de Economía de Gelbard: de 800.000 personas a mediados de los 70s, cuando la tasa de pobreza no llegaba al 4% de una población cercana a los 24 millones, a más de 17,8 millones a fines de 2024. Esto es, en los 50 años posteriores al rodrigazo, mientras la población del país se multiplicó por dos, el número de pobres se multiplicó por más de veinte. Quitando ceros Cuando se produjo el rodrigazo la moneda argentina era el “peso ley 18.188” que en 1970 había significado la eliminación de 4 ceros a la denominación anterior, el “peso moneda nacional”, que había regido desde 1881. Luego hubo otros tres cambios de denominación: se eliminaron 3 ceros en 1983, para pasar al “peso argentino”, 4 en 1985, para pasar al “Austral”, y 3 en 1992, para llegar al peso a secas, al que si se le quitaran otros 3 ceros se volvería a un tipo de cambio similar al de 1991, cuando se inició el uno-a-uno con el dólar del plan de convertibilidad. Infobae calculó hace un par de años que si en vez de restársele se le hubieran sumado 13 ceros, un solo “resero”, la moneda de 10 pesos “moneda nacional” emitida en 1962 hubiera bastado para cancelar, con yapa, la deuda pública argentina, externa e interna. El plan Rodrigo buscó fijar un techo del 45% a los salarios, pero metalúrgicos y textiles consiguieron aumentos del 130% o más. El dólar comercial, que durante 1973 y 1974 se había fijado en 5 pesos y en marzo de 1975 había llegado a $10, saltó a 24 en junio, a 27 en julio, a 40 en noviembre. El “financiero”, pasó de $15 a 28 y a fin de año rozaba los 60 pesos. Para entonces, el dólar en el “mercado negro” valía 127 “pesos ley”. Frustración, desazón y renuncia El 30 de junio de ese año, con los efectos de la deflagración a la vista de todos, Rodrigo, confesaba por cadena nacional haber vivido “28 días plenos de frustración y desazón al hacer el inventario de la situación económico-social” e insistía en la necesidad de “un cambio de rumbo fundamental en la marcha hacia el desastre que llevaba el país” y de “explicar al pueblo la situación lamentable en que se encontraba la Hacienda nacional”. El 17 de julio dejó el cargo, por el que desfilaron luego Pedro Bonanni, Antonio Cafiero y Emilio Mondelli. La impotencia de los sucesivos ministros quedó patentizada en febrero de 1976, cuando en un discurso en la CGT la presidente Isabel Perón pidió “un aplauso para el pobre Mondelli”. Isabel Perón, flanqueada por Lorenzo Miguel y Casildo Herreras, secretario de la CGT, pide en un acto en la central gremial "un aplauso para el pobre Mondelli". Las caras lo dicen todo El descontrol económico ya era total: la brecha cambiaria entre los $206 del dólar oficial y los $748 del “paralelo” era del 263 por ciento. Al mes siguiente, en un clima de extrema violencia política, se produjo el golpe que prohijó la dictadura argentina más sangrienta del siglo XX. En el recuerdo de Leyba, Gelbard dejó el gobierno de Isabel Perón cuando López Rega se alió con Lorenzo Miguel, jefe de la UOM y de las 62 Organizaciones Sindicales peronistas. Recién entonces tiró la toalla, aunque su ocaso como ministro se había iniciado el 12 de junio de ese año, día del último discurso de Perón en Plaza de Mayo. Perón viajó luego a Paraguay, donde su ya mala condición de salud empeoró bajo una intemperie de frío y lluvia y a su regreso se recluyó en Olivos, donde fue atendido por los médicos, hasta su muerte. El 12 de junio había sido su último día en la Casa Rosada. “Hasta entonces López Rega había sido básicamente personal doméstico, pero desde ahí Gelbard perdió toda capacidad de decisión, no pudimos hacer más nada, estábamos bloqueados. Le contabilicé 8 renuncias, porque yo se las redactaba, pero Isabel se las rechazaba. Gelbard temía a López Rega. Además de esotérico, creía que era nazi. Decía: ‘si me voy, va a tener más poder’”, cuenta Leyba. La alianza López Rega-Lorenzo Miguel, prosigue, resolvió el liderazgo sindical, vacante desde la muerte de José Ignacio Rucci, a quien Montoneros había asesinado dos días después del triunfo de la fórmula Perón-Perón, con el 63% de los votos “para liquidar la pata sindical del pacto social”, dice Leyba. “Es clave recordar que después del asesinato de Aramburu el sector empresario tenía pánico a una revolución socialista. Cuando a Oberdan Salustro (presidente de Fiat Argentina) lo matan en 1972 muchas empresas se fueron del país. Cuando Perón y Balbín (entonces líder de la UCR) se juntan y se firma “La Hora del Pueblo”, todos los partidos se comprometen a firmar un programa de largo plazo. El motivo era el miedo al riesgo socialista”, subraya el exmiembro del equipo gelbardista. Leyba también recuerda que tras la firma del “Pacto Social” (el 12 de junio de 1973, a poco de iniciado el gobierno de Cámpora) le tocó hablar con los empresarios firmantes. “Les dije, porque me surgió del alma: vamos a hacer política de ingresos ajustada, pero recuerden que detrás nuestro hay tipos con barba y Uzis (subametralladora que usaban Montoneros y el ERP)”. Según Leyba, el temor al terrorismo y a una revolución socialista “liquidó la armonía empresarial-sindical: Montoneros mataba empresarios y sindicalistas”. Y para financiarse, la guerrilla hizo de los secuestros extorsivos una industria: como también recordó Infobae, de los 18 mayores rescates de ejecutivos de empresas de la historia, 9 ocurrieron en la Argentina de los 70s. La evocación del abogado laboralista Julián de Diego es distinta a la de Leyba. “Yo lo viví en directo: tenía 25 años y mi propio estudio jurídico: el rodrigazo lo produce Lorenzo Miguel, con un aumento en paritarias del 132%, que se firmó a las 4 de la mañana; fui uno de los firmantes, pues representaba a una cámara empresaria”, recuera el experto. “Ese aumento produjo el desborde de los demás convenios”, señala. Leyba resalta que Rodrigo “parecía un obispo, el cerebro detrás del plan era Ricardo Zinn, que integraba con López Rega la secta Los caballeros del fuego”. Zinn, con quien llegó a compartir oficinas en Economía, dice, “era un fanático, el primer anarco-libertario de la Argentina: creía que la caridad cristiana era un signo de debilidad”. Luego, en la dictadura, fue parte del equipo económico de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía más longevo de la dictadura 1976-1983. Puede ser, admite de Diego, que Lorenzo Miguel fuera aliado político de López Rega, pero fue quien dinamitó el ajuste con su paritaria, luego seguida por Textiles y otros sindicatos. En pocas semanas la CGT había hecho los dos primeros generales de la historia a un gobierno peronista. “Lorenzo no tenía preparación, se manejaba en forma intuitiva, ignorante de las consecuencias económicas. Creyó que así se recuperaba el poder de compra y produjo la explosión. El sindicalismo a esa altura tenía muchas diferencias, pero él lo implosionó. Era un momento dramático, de gran desorden. Si uno cobraba a la mañana, salía rápidamente a comprar: la remarcación era manual y había que llegar a los productos antes que el remarcador con los nuevos precios”, recuerda de Diego. El economista Orlando Ferreres, por entonces director financiero de Bunge & Born, destaca que el rodrigazo se produjo “al cabo de un período de un control de precios muy estricto, empresas muy controladas y un enorme déficit fiscal, financiado con emisión”. Para financiarse, las empresas de Bunge pedían crédito adelantado a los bancos internacionales, entre los cuales Ferreres recuerda al Bank Boston. El economista y coordinador del trabajo “Dos siglos de economía argentina”, en proceso de actualización, también conocía a Zinn, el autor intelectual del rodrigazo. “Era un tipo muy drástico, le gustaba tomar todas las decisiones juntas, pero Isabelita no tenía control de la situación, era muy débil. Zinn integraba una especie de cofradía”, memora. Leyba subraya que Zinn creó también los “Valores Nacionales Ajustable” (conocidos como “Vanas”) suerte de carry trade de la época, aunque según Ferreres ningún esquema financiero fue inmune al rodrigazo. A pesar de la enormidad del episodio, Ferreres coincide con el presidente Javier Milei en que la declinación argentina comenzó hace unos cien años, no en 1975, cuando en todo caso se profundizó. En el libro “El ciclo de la ilusión y el desencanto”, Pablo Gerchunoff y Lucas Llach precisan que 1975, el año del rodrigazo, cortó el período de crecimiento consecutivo del PBI más largo de la historia argentina desde fines del siglo XIX: los once años desde 1964 hasta 1974. Un paper del economista argentino Juan Pablo Nicolini, investigador de la Reserva Federal de Minneapolis, integrante del sistema de la Reserva Federal (Banco Central) de EEUU, citado por Milei en su discurso ante la Asamblea Legislativa el pasado 1 de marzo, sugiere que el retraso de la Argentina respecto de países como Francia e Italia había iniciado antes, pero también muestra (ver arriba) que el rezago respecto de los países de la región, como Brasil, Chile y Uruguay, una comparación más relevante, se inició a mediados de los 70s, en coincidencia con el rodrigazo, aquella siniestra bisagra en la historia económica de la Argentina.
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