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Parana » Ahora
Fecha: 06/06/2025 10:23
Los huevos redondos y las rayas correctas, indica mi hija de cuatro años. Se refiere a los huevos duros cocidos en agua hirviendo, a quitar la cáscara una vez que permanecen en su forma. Lo de la raya es por el peinado, que sea una línea recta que divida la mitad de su pelo en dos colitas. Me asombran las cosas habituales, no con un asombro de esos exagerados que necesitan exclamaciones, me refiero a acompañar los descubrimientos y repensar los propios a través de la infancia. Una vez (ya era grande) vi una película que mostraba cómo cuando caía la piña del pino y se plantaba, volvía a nacer un árbol. Pensé en la cantidad de veces que junté piñas en el parque, en los pinchazos en las yemas con las puntas, pensé en un portarretratos que hice en la hora de Plástica con la maestra Pata de Gallo y que mi madre conserva con una foto de un nieto en el centro. Nunca había pensado que una piña era la semilla de un pino. Esas epifanías vuelven cuando mi hija u otro nenito advierte cosas que creo asumidas como dadas. La nieve es agua, la ceniza madera quemada, los párpados nos cierran los ojos, los ojos permanecen abiertos. Escribir es observar, es haber mirado hasta lo dicho, haber tragado las vocales, dejar que por los órganos pasen las pronunciaciones ajenas. Acunamos tonos y les llamamos polifonía, incluímos voces en estilo indirecto, presumimos la mirada de alguien que camina al ras del suelo. Escribir es escapar, la liberación de los propios huesos, de las limitaciones de la lengua. Aquella mastodonte o percherona, el bolsillo del batón, qué clavel esa visita, el chavalengo que rengueaba, los buches llenos, más agrandado que la mierda. Decimos para invocar, y asisten. Como en las plegarias, hay entre nosotrxs mucho más que nosotrxs, la salvación de la ausencia, el acantilado filoso del silencio, el rebote de los cuerpos, la recomposición del tiempo que se fuga interminable.
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