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  • Cuando vestir trajes holgados era considerado un delito: los Zoot Suit Riots y la cacería racial contra jóvenes en Estados Unidos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 06/06/2025 05:02

    Un joven es atendido tras ser agredido por un grupo de militares durante los Zoot Suit Riots, mientras una multitud observa. La policía, presente en la escena, no detuvo a los atacantes uniformados El 3 de junio de 1943 se inició un ataque sistemático contra decenas de jóvenes latinos que fueron perseguidos por las calles de Los Ángeles. No estaban armados y no planeaban un delito. Lo que los hizo blanco de ataque fue su vestimenta y el color de su piel: pantalones anchos con cintura alta, tiradores, abrigos largos con solapas anchas y sombreros llamativos. Durante cinco días, los zoot suiters, hijos de inmigrantes mexicanos nacidos en Estados Unidos, fueron víctimas de un grupo de marineros que los violentaron y humillaron en público. El ataque se produjo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el clima social en Estados Unidos estaba marcado por la segregación racial, el nacionalismo exacerbado y la desconfianza hacia las minorías. En ese contexto, los zoot suits —una moda popular entre jóvenes latinos, afroamericanos y filipinos, asociada al jazz y la contracultura— comenzaron a ser vistos como un símbolo de desafío, criminalidad y derroche en tiempos de escasez en que buscaban racionarlo todo. En ese contexto, la prensa local y las autoridades gubernamentales tiraron leña al fuego cuando vincularon a quienes usaban esas ropas con pandillas violentas. ¿Qué se desencadenó todo? Una discusión entre un grupo de marineros y unos jóvenes mexicano-estadounidenses. Pero, lo que siguió fue una verdadera cacería urbana. Entre el 3 y 8 de junio, grupos de militares patrullaron el centro de Los Ángeles en busca de los jóvenes de trajes anchos y se metieron en sus barrios: los golpearon, los desnudaron y destruyeron sus ropas en hogueras callejeras. La policía no solo no intervino sino que en muchos casos detuvo a las víctimas. Algo similar a lo ocurrido el 31 de mayo de 1921, cuando un controvertido incidente en un ascensor entre un joven negro y una adolescente blanca desató la “masacre de Tulsa”, una de las peores masacres raciales en ese país. Esa ola de violencia —conocida como los Disturbios del Zoot Suit— se replicó en otras ciudades como San Diego, Chicago, Filadelfia y Detroit. También fueron agredidos afroamericanos y filipino-estadounidenses. Marineros y soldados caminan armados con palos por las calles de Los Ángeles durante los disturbios de junio de 1943. Los ataques a jóvenes latinos fueron organizados y sostenidos durante cinco días La moda como símbolo de identidad y el barrio militarizado Antes de convertirse en símbolo de identidad en las calles de Los Ángeles, el traje zoot ya era una declaración estética. Su origen data de los años 30, cuando el sastre londinense Frederick Scholte diseñó un traje “drapeado” que desafiaba la rigidez de la moda masculina de la época: hombros ensanchados, líneas sueltas y telas que parecían moverse solas. El estilo cruzó el Atlántico y encontró en los escenarios del jazz estadounidense una nueva vida. Figuras como el cantante Cab Calloway comenzaron a lucirlo y jóvenes afroamericanos no tardaron en apropiarse de ese look, modificando los trajes para que resultaran aún más llamativos y cómodos para bailar. El cantante Cab Calloway con el look zoot suit En poco tiempo, los trajes zoot se convirtieron en parte de la cultura urbana de los jóvenes negros, mexicano-estadounidenses y filipinos, especialmente en la costa oeste. Para ellos, era más que una manera de vestir: se trató de “un emblema de etnicidad… un gesto subcultural que se negaba a ceder a los modales de sumisión”, según describió el historiador, periodista y productor escocés especializado en cultura popular y música, Stuart Cosgrove en su libro “The Zoot Suit and Style Warfare” (1984). Mientras esos jóvenes encontraban en el zoot suit un símbolo de identidad y pertenencia, la cultura blanca dominante lo percibía como una amenaza. En un país que salía de la Gran Depresión y se adentraba en la Segunda Guerra Mundial —Estados Unidos ingresó formalmente al conflicto en diciembre de 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, que impulsó la declaración de guerra contra Japón y, poco después, contra Alemania e Italia—, el malestar social amplificaba las tensiones raciales. El hecho de que estos jóvenes, en su mayoría no enlistados en el ejército, vistieran esas ropas llamativas y tuvieran empleos vinculados al esfuerzo bélico generó resentimiento en los jóvenes blancos que consideraban que ellos “ocupaban el lugar” que les pertenecía, cosa que alimentó un clima que ya era hostil. La violencia no demoró en llegar. Titular del 9 de junio de 1943 de Los Angeles Times: la nota cuenta los últimos enfrentamientos durante los Zoot Suit Riots con una foto de Donald J. Jackson, un marinero herido. El enfoque refleja el sesgo mediático de la cobertura criminalizaba a los pachucos, sin mencionar la violencia ejercida por las fuerzas armadas contra civiles Para 1940, la Marina instaló una base de entrenamiento en un barrio latino de bajos recursos en Los Ángeles. Desde el inicio, la convivencia entre “pachucos” y marineros blancos fue tensa porque consideraban que esos extravagantes trajes iban en contra del espíritu de sacrificio colectivo que ellos hacían al racionarlo todo. Para los pachucos, vestirse así era comenzó a significar una forma de resistencia. Las tensiones aumentaron en 1942, tras la muerte de José Díaz, un joven de 22 años que fue encontrado inconsciente y con signos de haber sido golpeado y apuñalado cerca de una zona conocida como Sleepy Lagoon, luego de una fiesta con disturbios entre grupos de jóvenes. La policía respondió con una razia: más de 600 jóvenes latinos fueron detenidos sin pruebas contundentes, muchos por su aspecto o por vestir trajes zoot. Veintidós fueron acusados de asesinato en un proceso plagado de irregularidades, donde se les negó incluso el derecho a cambiarse de ropa para el juicio. Los medios reforzaron la idea estigmatizante, asociando el traje zoot con pandilleros peligrosos. Aunque en 1944 un tribunal anuló las condenas por falta de pruebas, el mensaje ya había calado hondo en la opinión pública. Civiles y militares agreden a un hombre cerca de un vehículo durante los disturbios. La imagen revela el nivel de violencia ejercido contra los zoot suiters y la impunidad con la que actuaban los atacantes La cacería racial Luego del crimen de Díaz, la situación quedó mucho más tensa y el estallido final llegó el 3 de junio de 1943 cuando un grupo de marineros blancos denunció, sin pruebas, que unos latinos los atacaron tras una discusión. No quedó allí: los marineros comenzaron una cacería latina. Recorrieron los barrios golpeando a cuanto joven con trajes zoot se cruzaban. “La histeria de los pachucos se propagó como una enfermedad contagiosa entre los militares destinados en Los Ángeles y sus alrededores”, escribió el historiador Eduardo Obregón Pagán en su libro Murder at the Sleepy Lagoon: Zoot Suits, Race, and Riot in Wartime L.A. (Asesinato en Sleepy Lagoon: trajes zoot, raza y disturbios en Los Ángeles en tiempos de guerra), publicado en 2003 por la editorial University of North Carolina Press. Pero los agravios no se limitaron a los marineros enojados. Los días siguientes, militares de distintas ramas de las fuerzas armadas comenzaron a meterse en los latinos para continuar con lo iniciado y fueron por más: comenzaron a circular rumores infundados sobre violaciones a mujeres blancas y supuestos actos de provocación. Era la excusa para justificar la violencia que se incrementaba con las horas. Quienes intentaban defender sus casas, fueron golpeados, desnudados y detenidos en las calles. Tampoco quedó allí: se les unieron taxistas blancos que se ofrecían a llevarlos gratis a quienes querían participar de las golpizas y se sumaron algunos policías de civil. Reconocimiento durante el caso Sleepy Lagoon, de 1942: varios de los acusados por el asesinato de José Díaz fueron alineados frente al jurado sin poder cambiarse de ropa, reforzando la percepción pública de que se trataba de una pandilla. El proceso estuvo cargado de irregularidades En la noche del 7 de junio, unas cinco mil personas, entre militares y civiles, se movilizaron armadas con porras, cadenas y otros objetos contundentes por el centro de Los Ángeles con un objetivo: acabar con los zoot suiters. Fue cuando apareció otra aliada para legitimar la violencia, la prensa. “Esos gamines dandies, los zoot suiters, habiendo aprendido una gran lección moral de los militares, en su mayoría marineros, que empezaron su instrucción hace tres días, se quedan en casa por las noches”, publicó el Los Angeles Times. Décadas más tarde, en 2018, el diario se disculpó públicamente por el tono de su cobertura durante los disturbios. Recién el 8 de junio, cuando las autoridades militares prohibieron a sus tropas salir de las bases en el área de Los Ángeles, la violencia comenzó a ceder. ¿Qué hicieron en ese tiempo las autoridades gubernamentales? Nada. Se limitaron a dar una respuesta oficial ambigua: el alcalde negó el racismo en la ciudad; el Concejo Deliberante llegó a discutir la posibilidad de prohibir el uso de “trajes extraños”... La policía solamente detuvo a civiles, ningún militar fue arrestado. Aunque no se informaron muertes, se estima que hubo cientos de heridos. Según el historiador Obregón Pagán, al menos 94 civiles y 18 militares debieron recibir atención médica por los ataques. Orgullo pachuco. Cuatro jóvenes afroamericanos posan con trajes zoot Cuando todo parecía calmarse, los ataques se trasladaron a otras ciudades y la primera dama, Eleanor Roosevelt, denunció que en el país persistía el racismo. Por su parte, el gobernador de California, Earl Warren, impulsó la creación de un comité ciudadano que investigó las causas de los disturbios. El informe concluyó que el racismo estructural era un factor determinante y recomendó que las fuerzas de seguridad garantizaran un trato igualitario para todos los ciudadanos. En los años siguientes, muchos de los jóvenes agredidos por vestir los trajes zoot se convirtieron en referentes del activismo político y social. Se inició una resistencia simbólica de los pachucos en la década del 40 que fue leída, con el tiempo, como un antecedente del Movimiento por los Derechos Civiles, del Movimiento Chicano y de la militancia laboral latina. Figuras como César Chávez y Malcolm X —que lucieron zoot suits en su juventud— encarnaron en su adultez la lucha por la dignidad y la igualdad. Aunque el 8 de junio marcó el fin de la violencia por parte de militares, eso no detuvo la criminalización, la estigmatización ni el hostigamiento cotidiano a los jóvenes de minorías étnicas en Estados Unidos.

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