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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/06/2025 14:50
A partir de la primera guerra de tarifas de Trump, China está empeñada en potenciar su producción agrícola y reducir la dependencia de las importaciones de granos (Xinhua) El comentario de un conocido analista estadounidense enciende luces amarillas. “Olvídense de las guerras comerciales del presente, hay una historia bajista a largo plazo mucho más delicada para los productos agrícolas”. La referencia es a China, el gran cliente en la materia para buena parte de los exportadores de commodities del planeta. La combinación que propone Beijing necesariamente debería hacer reflexionar a quienes hasta acá han descansado en la tranquilidad que brinda tener asegurados volúmenes significativos de ventas año tras año. Los datos disponibles indican que China ha decidido potenciar su producción agrícola para achicar drásticamente su dependencia de las importaciones. El problema es que paralelamente su población tenderá a reducirse en los próximos años, incluso de modo significativo, al tiempo que irá envejeciendo y deprimiendo su demanda de alimentos. El gobierno chino pretende 50 millones de toneladas más de granos para 2030. Para algunos especialistas se trata de un cambio estructural, no solo una reacción a la guerra comercial. Este punto está bajo debate, ya que es evidente que la postura de los asiáticos se ha modificado radicalmente a partir de la primera gran batalla con Donald Trump en 2018. La tendencia en China es a una población que se reduce y envejece. Implica menor consumo en las próximas décadas (Reuters) El cambio de planes se refleja en la acelerada aprobación/creación de nuevas variedades de trigo, maíz, soja y colza vinculadas con herramientas de edición genética. El gobierno ha emitido directivas concretas para promover el cultivo de materiales derivados de la biotecnología. El plan estratégico, que abarca desde 2024 hasta 2028, apunta al establecimiento de fuentes de semillas “independientes y controlables” para estos cultivos clave. Se trata de variedades de trigo e híbridos de maíz de alto rendimiento, con gran resistencia a condiciones ambientales agresivas, junto con variedades de soja y de colza de importante volumen de producción y elevado contenido de aceite. La convicción respecto de reducir la dependencia de Estados Unidos está detrás de esta movida, que de todos modos afecta a cada exportador de granos del planeta. Desde luego, esta segunda presidencia de Trump no ha hecho sino acelerar los tiempos. Cabe recordar que en 2022 Beijing dio vía libre al nuevo reglamento que estipula que una vez que las plantas editadas genéticamente hayan completado las pruebas piloto, se puede solicitar un certificado de producción, saltándose las largas pruebas de campo requeridas para la aprobación de una planta transgénica convencional. La disputa con Trump, que comenzó en 2018, fue el disparador que empujó a los chinos a reconvertir su agricultura (Reuters) Más acá, en 2024, el gobierno chino generó avances trascendentales para la industria de las semillas en este país, cuando los reguladores dieron un importante impulso al uso de alimentos genéticamente modificados (GM), al aprobar la siembra comercial a gran escala de variedades de soja y algodón e híbridos de maíz GM. Es un proceso que se acelera después de más de una década de debate y minuciosos ensayos de prueba. Reuters revela que el último documento del gobierno chino se compromete a la investigación y el desarrollo de tecnologías precisas de edición genética que estarán protegidas por derechos de propiedad intelectual. También apunta a mejorar las técnicas de cultivo esenciales. Además, la iniciativa incluye programas de cría de ganado de alto rendimiento, como cerdos con capacidades reproductivas y tasas de conversión alimenticia mejoradas, así como pollos de engorde resistentes a las enfermedades. China ha sido uno de los mayores importadores de trigo del mundo, con compras de alrededor de 11 millones de toneladas no mucho tiempo atrás; Australia y Canadá suelen ser sus principales proveedores. Sin embargo, los envíos se desaceleraron drásticamente después de que la nación asiática obtuviera abundantes cosechas de trigo y maíz el año pasado y desde entonces se han mantenido bajos. El crecimiento de las importaciones de soja se ha desacelerado y las compras se fueron concentrando abrumadoramente en Brasil (Reuters) Por cierto, el gigante ha tolerado una seca muy complicada este año en su principal región triguera, y aparecen señales ahora de que los rindes estarían afectados. Una de las fuentes consultadas afirmó haber reducido su pronóstico de producción de trigo chino para 2025 en alrededor de 5 millones de toneladas, pero no hay garantía de que se realizarán compras formidables debido a los grandes inventarios del cereal en este país. China ha logrado asimismo ser prácticamente autosuficiente en granos forrajeros esta campaña, con grandes existencias, sobre todo de maíz; es líder mundial en producción y consumo de este cereal. El punto es que las importaciones de soja del gigante asiático entre enero y junio de 2025 serían las más bajas en cinco años (-7% interanual). Por su parte, las compras de maíz para todo el año se estiman en 10 millones de toneladas, incluso algo menos para algunos analistas, lejos de los 50 millones de toneladas adquiridos en 2021/22 y los 23.4 millones de toneladas de 2023/24. Por su parte, la caída de las importaciones chinas a principios de la actual temporada 2024/25 contribuyó a la moderación de los precios internacionales del trigo. Cabe reconocer que el acotado crecimiento económico en China también ha estado deprimiendo la demanda de granos. Este país salió muy golpeado de la pandemia de coronavirus que se desató en Wuhan en 2019 y se expandió por todo su territorio, perjudicado incluso por medidas propias que comprometieron el desarrollo de los negocios en el afán por terminar con este flagelo. China ha crecido sobremanera en la producción de trigo y ha reducido sensiblemente sus importaciones (Reuters) Existe la convicción de que la tregua comercial con Estados Unidos no restaurará el mercado de soja que los farmers sostenían a duras penas en el gigante asiático. Y no solo por el camino que emprendió Beijing tras la primera guerra comercial apuntando a la propia producción, sino además porque China ha consolidado proveedores distintos del país de las barras y las estrellas, sobre todo Brasil en soja y Australia en trigo. Además del rechazo de los chinos a lo que viene de Estados Unidos, los otros oferentes no se ven afectados por el 10% adicional que Beijing le ha impuesto a los granos que llegan desde el Corn Belt, lo cual aumenta su falta de competitividad. A los agricultores estadounidenses solo les queda cruzar los dedos y pedirle al Cielo que Trump logre abrochar un acuerdo razonable con los asiáticos. El antecedente radica en el llamado Acuerdo Fase 1 formalizado en 2020, durante la primera presidencia del republicano, que los chinos cumplieron durante el primer año de vigencia y luego lo abandonaron. El punto es que todo indicaría que ahora será más difícil llevar a los asiáticos a un acuerdo como ese. Parece un tema ajeno a nosotros, pero no conviene que Estados Unidos quede a la deriva con sus granos, sobre todo siendo Chicago el mercado de referencia para buena parte del planeta.
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