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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 04/06/2025 19:04
Quizás no lo sabía, pero la frase más importante que Jorge Labayru dijo en su vida fue esta: “¡Montoneros hijos de puta! ¡Ustedes son los responsables morales de la muerte de mi hija! ¡Los voy a cagar a tiros!“ Silvia Labayru estaba secuestrada en la ESMA y sus captores habían llamado a su padre, que había sido militar y creía que quienes se comunicaban eran los montoneros. Pero a los militares les gustó lo que oyeron y eso determinó el destino de la muchacha. Jorge Labayru murió este martes a los 95 años. La llamada Por Leila Guerriero Audiolibro Gratis Descargar “Fue el hombre de esa llamada que tanto me ayudó a vivir”, escribió este miércoles en su página de Facebook Silvia Labayru. Ella y su historia son los protagonistas de La llamada, el libro que escribió la periodista Leila Guerriero y con el que ganó el Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Buenos Aires y también, en España, el Premio Zenda de Narrativa. Además, este jueves, Guerriero recibirá el premio Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo. “Cada 14 de marzo, durante años, Silvia Labayru festejó con su padre, Jorge Labayru, mayor de la Fuerza Aérea y piloto civil de Aerolíneas Argentinas, el día en que se produjo la llamada que le salvó la vida“, escribe Guerriero. El 14 de marzo de la llamada fue el del año 1977. Labayru tenía un embarazo de ocho meses. Ese día la hizo llamar uno de los represores más crueles, Jorge “el Tigre” Acosta, que luego sería condenado a cadena perpetua por los crímenes cometidos en ese lugar. Guerriero lo cuenta de manera escalofriante. “Ahora vamos a hablar con tu padre”, le dijo Acosta a Labayru. “Primero voy a hablar yo y después vos. No podés decir dónde estás”. Silvia Labayru en la portada de "La llamada", de Leila Guerriero Entonces marcó, el teléfono sonó, una voz dijo “Hola”. Y Acosta: “¿Señor Labayru? Le quiero hablar de su hija". La casa de Labayru, cuenta La llamada, estaba en un piso 12 sobre la Avenida Libertador. Se vía el hipódromo, la costa uruguaya: una delas mejores vistas de Buenos Aires. El hombre que atendía pensaba que su hija, desaparecida, estaba muerta. Que el bebé que llevaba en el vientre estaba muerto. Pensaba que eso era culpa de la militancia montonera de su hija y que ellos lo estaban llamando quién sabe para pedir qué. Gritó hijos de puta, gritó los voy a cagar a tiros, gritó: “¡Soy anticomunista, antiperonista y antimontonero, hijos de puta, hijos de puta!" En la ESMA, Silvia Labayru pensó que ahí se acababa todo. Pero se había salvado. Acosta estaba un poco desconcertado. Escribe Guerriero: “¿'Entonces tu padre es uno de los nuestros?’, preguntó Acosta. Ella no entendió, pero, aunque hubiera entendido, no habría dicho nada: cualquier gesto, cualquier reacción podía fulminarla. ‘Tu padre me acaba de decir que es anticomunista, antimontonero, antiperonista. ¿Entonces es uno de los nuestros?’“ Acosta volvió a llamar, le pasó el teléfono a Silvia Labayru. “Una vez más, Jorge Labayru atendió. Antes de que él pudiera decir nada, ella dijo: ‘Hola, papá’. Después de tres meses en los que había estado muerta: ‘Hola, papá’“. La periodista Leila Guerriero, autora de "La llamada". (FEL) Más de cuarenta años después, hablando con la periodista, Silvia Labayru todavía piensa en eso: “¿Cómo supo exactamente las palabras que debía decir para ayudarme, para ayudarme a vivir?" Después, los Labayru recibirían a la hija de Silvia, nacida en cautiverio, y cuando Silvia saliera y se instalara en Madrid, él viajaría dos veces por mes a llevar dinero, alfajores, dulce de leche, carne. Las crónicas dirán que Jorge Labayru hizo la carrera de piloto en la Fuerza Aérea, que había sido mayore y luego se había dedicado a la aviación civil en Aerolíneas Argentinas. Y, como cuenta Guerriero, que “era alto, apuesto, con ojos celestes menos imponentes que los de su esposa y enorme éxito con las mujeres”. Este miércoles, en Facebook, la hija lo despide: “Tuvo una muy buena vida. Generoso, alegre, gran protector de sus seres queridos. No te olvidaré papá. Te llevo conmigo. Puedes descansar en paz”.
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