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  • Mentiras artificiales

    » Diario Cordoba

    Fecha: 04/06/2025 05:44

    Equivocarse ya no es exclusivo del ser humano, también la inteligencia artificial (IA) yerra. De la misma manera que la mentira ha dejado de ser un pecado exclusivo de la persona y si la IA no tiene una contestación, se la inventa. Ciertamente, podrán decirme que la máquina no miente porque no es sabedora de ello. Para mentir, primero, hay que existir, y el programa no es (aún) consciente de su existencia. Segundo, hay que conocer la verdad, que es algo que los algoritmos no tienen en cuenta. ¡Ya ven, tanta capacidad de manejar textos en todos los idiomas de la humanidad y en lo fundamental, en la veracidad, la IA no tiene ni puñetera idea! Y tercero, para que una falacia sea tal, tiene que buscar algún tipo de beneficio, y por tanto una máquina no podría mentir porque nada le va en ello. Pero todo el sistema que hay detrás, sí. Los expertos, los accionistas, la industria del sector, los dueños de las empresas informáticas y hasta los usuarios sí que sacan provecho de que se use más su producto y de ‘venderlo’ como infalible y todopoderoso, aunque sea inventándose cosas. Y no hace falta irse a la IA. Ya desde el principio, en redes sociales, algunas más y otras menos, se priman las entradas que generan polémica porque mantienen enganchado al personal, que es lo que acaba generando publicidad y dinero, así que se acaba dando más cancha a las espectaculares informaciones falsas que a las anodinas verdades. Si, por ejemplo, alguien pone que cerca de Canarias han encontrado el país de Liliput tal y como describía J. Swift en ‘Los viajes de Gulliver’, y que los gobiernos de Donald Trump y Pedro Sánchez lo están ocultando en una conspiración global, en pocas horas tendrá miles de comentarios, seguidores, una secta y oportunidades de convertir la gilipollez en dinero. Así es la cosa. Menos mal que hay iniciativas como la de Google con sus criterios EEAT (Experience, Expertise, Authoritativeness y Trustworthiness), que priman los textos firmados por personas que dan cuenta de su calidad y veracidad. Un intento de ponerle algo de coto a la mentira, que ya es muy triste que tras tantos años pidiéndole a los humanos periodistas «objetividad» y «veracidad», ahora a las máquinas no se les exija ni la milésima parte de ello. Digo yo, que quiero no equivocarme. Aunque ello sea muy humano.

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