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» Infodia
Fecha: 03/06/2025 12:40
Una nueva tormenta solar encendió las alarmas en agencias espaciales de todo el mundo y dejó abiertas múltiples hipótesis sobre sus posibles consecuencias, tanto las dañinas como daños satelitales o interrupción de las comunicaciones, hasta las gratas de observar, como las espectaculares auroras boreales y australes. Lo que en otro momento habría sido registrado como una anomalía menor, hoy se enmarca dentro de un patrón creciente de actividad extrema en la superficie del Sol, el cual se encuentra en un período de máxima intensidad, en un ciclo que se repite cada 11 años. El fenómeno que podría generar auroras en la Patagonia en la noche de hoy y mañana, comenzó a gestarse con una eyección de masa coronal, conocida como CME, que fue detectada el domingo 1 de junio y que, al alcanzar la magnetosfera terrestre, elevó los niveles geomagnéticos hasta un punto que no se registraba desde mayo del año anterior. La actividad solar observada se relaciona directamente con el ciclo solar actual, una etapa del comportamiento estelar que atraviesa su punto de mayor intensidad. Este momento, denominado máximo solar, se caracteriza por un incremento en la frecuencia e intensidad de erupciones y fulguraciones. La tormenta de junio fue atribuida a una fulguración solar de clase M8.2, originada en la región activa AR4100, según datos confirmados por la Agencia Espacial Europea. La magnitud de este evento fue tal que se alcanzó un índice geomagnético Kp 8, una de las medidas más elevadas dentro de la escala que evalúa la perturbación del campo magnético terrestre. Desde la Agencia Espacial Europea (ESA), se alertó a la comunidad científica sobre el potencial impacto del fenómeno. La escala Kp, que va de 0 a 9, clasifica las alteraciones geomagnéticas a nivel global. Un valor 8 se ubica dentro del rango considerado severo y se asocia con efectos tangibles en redes eléctricas, sistemas de navegación y satélites. “La masa coronal está asociada a una fulguración solar de clase M8.2 originada en la región activa AR4100. Esta CME impactó la magnetosfera terrestre durante la madrugada de ayer, alcanzando un índice geomagnético Kp 8 -nivel de tormenta severa”, comunicó la Agencia Espacial Española, en su informe técnico coordinado con la ESA. El Centro de Predicción de Clima Espacial de la NOAA, junto con la ESA, clasificó el evento como una tormenta geomagnética G4, dentro de una escala que va de G1 a G5. Esa categoría representa un nivel alto de interferencia, capaz de afectar directamente distintos sistemas de infraestructura tecnológica. A pesar de que en las horas siguientes la actividad solar mostró una leve reducción, las agencias internacionales continúan con el monitoreo en tiempo real, ante la posibilidad de que se produzcan nuevas eyecciones en los próximos días. El astrónomo Claudio Martínez explicó a Infobae que las tormentas solares tienen lugar cuando hay expulsiones de materia del Sol hacia el espacio: “Estamos atravesando el máximo de actividad solar del ciclo 25, lo que genera más probabilidad de que haya tormentas solares fuertes”. “La tormenta solar puede llegar a quemar la electrónica de satélites y otros aparatos porque son partículas de alta energía. Hoy, el campo magnético del Sol está muy excitado. Se empieza a retorcer tanto que puede llegar a perder materia hacia el exterior con eyecciones de masa coronal (CME en inglés) y esas son las que van viajando hacia el exterior del Sistema Solar. Y si se cruzan con la Tierra, producen auroras o estos problemas electrónicos”, remarcó Martínez. Según el experto, las tormentas solares se producen cuando se liberan grandes cantidades de energía en forma de radiación y partículas cargadas. Estas emisiones se desplazan a través del espacio y, si están orientadas hacia la Tierra, pueden interferir con el campo magnético del planeta. A este tipo de alteraciones se las conoce como tormentas geomagnéticas, cuya intensidad depende del tipo de erupción solar que las origine. Las eyecciones de masa coronal (CME) son especialmente peligrosas por la densidad y el volumen del plasma que contienen, así como por la velocidad que pueden alcanzar durante su propagación, que en algunos casos supera los 500 kilómetros por segundo. Estas perturbaciones afectan con mayor fuerza a las regiones de latitud alta, donde las líneas del campo magnético terrestre se curvan más profundamente y facilitan la entrada de partículas solares. En este contexto, uno de los efectos más visibles es la aparición de auroras boreales o australes. Según informó la Red Geocientífica de Chile, el fenómeno podría manifestarse en la Patagonia, tanto del lado argentino como del chileno. Esa posibilidad fue considerada plausible debido al nivel extremo de actividad solar registrado. La visibilidad del fenómeno dependerá de las condiciones meteorológicas, pero se esperan también avistamientos en Canadá, Alaska, algunos estados del norte de Estados Unidos y regiones del norte europeo como Alemania. Una tormenta geomagnética clasificada como G4 no pasa desapercibida para los sistemas tecnológicos que estructuran gran parte de la vida cotidiana. La ESA advirtió que fenómenos de esta magnitud pueden provocar “alteraciones en redes eléctricas de alta latitud, perturbaciones en comunicaciones por radio de alta frecuencia, posibles errores temporales en sistemas de navegación por satélite y efectos transitorios en satélites en órbitas bajas debido al incremento de la densidad termosférica”. En el caso de los sistemas de comunicación, las frecuencias de radio utilizadas por la aviación comercial, la logística portuaria y los servicios de emergencia pueden experimentar interferencias inesperadas. Lo mismo ocurre con los satélites en órbitas bajas, que enfrentan un mayor riesgo de malfuncionamiento debido al aumento de partículas cargadas en la termosfera. La propia estructura física de estos dispositivos puede verse afectada por el estrés térmico, la carga eléctrica acumulada o la erosión de materiales sensibles. Los sistemas de posicionamiento global, como el GPS, también enfrentan desafíos. La distorsión en la señal puede traducirse en errores en la ubicación de aeronaves, vehículos y embarcaciones, con implicancias directas para sectores estratégicos como la navegación aérea o el transporte automatizado. A su vez, las redes eléctricas están expuestas a sobrecargas por corrientes inducidas geomagnéticamente, lo que puede llevar a interrupciones temporales o incluso apagones en regiones vulnerables. Eventos anteriores, como el apagón de Quebec en 1989 o el célebre Evento Carrington de 1859, muestran el poder destructivo de este tipo de tormentas cuando alcanzan su punto más alto. Fuente Infobae
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