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  • “Ni una mujer menos ni una muerta más”: el legado de la poeta que fue asesinada antes de que su frase se convirtiera en un grito

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/06/2025 04:43

    Susana fue asesinada el 6 de enero de 2011 por tres jóvenes de 17 años. La violaron, le arrancaron una mano, la asfixiaron con una bolsa en la cabeza y descartaron su cuerpo Desde 2015, cada 3 de junio, en las calles de toda América Latina se escuchan gritos nacidos del hartazgo y de años de silencio. Una ola violeta y verde con pancartas con frases que duelen y proclaman “justicia”, con los cientos de nombres de las que ya no están, marchan en brazos de las que siguen de pie. “Ni una menos” dejó de ser un lema: es un clamor continental contra la violencia machista. Fue Susana Chávez quien, veinte años antes, escribió esas tres palabras nacidas del dolor insoportable de una ciudad atravesada por el espanto. En Ciudad Juárez, México, —donde los cuerpos de mujeres aparecían enterrados en el desierto o arrojados en terrenos baldíos—, la poeta, activista y defensora de los Derechos Humanos alzó la voz con versos y denuncias. “Ni una mujer menos, ni una muerta más”, escribió en 1995. Esa frase, cargada de rabia y esperanza, se convirtió en emblema. “Cada vez somos más las que queremos salir sin miedo. Las que gritamos: ¡Ni una menos! ¡Vivas nos queremos!” Vivió y militó en una de las regiones más violentas del continente, marcada por el avance del narcotráfico, el crimen organizado y la desidia estatal. Lo hizo a través de su poesía y participando activamente en movimientos feministas y junto a familiares de víctimas, denunció la desaparición sistemática y el asesinato impune de mujeres. Entre 1993 y 2011, más de 700 femicidios quedaron sin resolución en esa la ciudad fronteriza. En 2009, su lucha ayudó a que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenara al Estado mexicano por su responsabilidad en esos crímenes. Quisieron callarla: el 6 de enero de 2011, Susana fue victima del mismo horror que desde hacía años venía denunciando. Su cuerpo sin vida fue encontrado mutilado. Para la justicia local se trató de un “encuentro desafortunado”, culpándola implícitamente de su propia muerte. Tenía apenas 36 años. Lejos de silenciar su voz, su femicidio encendió una consigna que traspasó fronteras. Cuatro años después de su crimen, en Buenos Aires se gestaba el movimiento Ni Una Menos, que tomó su nombre de aquella frase. Hoy, su legado sigue vivo en cada marcha, en los pañuelos violeta o verdes, y en cada mujer que grita: ¡Vivas nos queremos! En 1995, Susana Chávez escribió la consigna “Ni una mujer menos, ni una muerta más”, frase que se convirtió en símbolo de la lucha contra los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, México La poesía como manifestación En una ciudad atravesada por la muerte, Susana eligió escribir. Nació el 5 de noviembre de 1974 en Ciudad Juárez, donde la poesía parecía imposible frente al avance del crimen organizado, el narcotráfico y los cuerpos de mujeres arrojados como objetos de descarte, pero de los que casi nadie hablaba. Se sabía que las mujeres desaparecían y eran encontradas ultrajadas. Por esa sensación de opresión en el pecho, a los 11 años comenzó a escribir poemas: la violencia aún no dominaba del todo las calles, pero ya se sentía su sombra. Desde entonces, la palabra fue la manera que encontró de habitar el mundo, resistirlo y, más tarde, denunciarlo. Para ella, la poesía se convirtió en un refugio, una forma de intervención social y una herramienta para señalar lo que dolía: los femicidios, la impunidad, el abandono institucional y el miedo. En 1993, Juárez comenzó a ser conocida por una ola de crímenes contra adolescentes o mujeres jóvenes de bajos recursos que trabajaban en condiciones extremas en las maquiladoras norteamericanas ubicadas en la frontera con Estados Unidos. Sus cuerpos torturados, violados y mutilados eran descubiertos en terrenos baldíos o en zonas periféricas. Durante casi dos décadas, esa localidad fue epicentro de una violencia femicida repetida y silenciada. Desde ese año y hasta 2011 —cuando Susana fue asesinada—, se contabilizaron más de 700 femicidios, aunque diversas organizaciones de Derechos Humanos estiman que la cifra real supera los 3 mil casos, la mayoría sin resolución ni justicia. La respuesta del Estado siempre fue insuficiente o, directamente, no existió: las autoridades minimizaron los hechos, estigmatizaron a las víctimas y no garantizaron justicia. “Que cese la espera de la eternidad cansada de esperarnos, que el silencio se vuelva transparente para que el verdadero sonido filtre por fin su alma. Que ‘el círculo perfecto’ se vuelva luz encendida en alguien que abre una puerta. Que el golpe de mar quede en la memoria, penetrante”. (Pliego Petitorio) En ese contexto de horror sistemático y de silencio institucional, Susana pronunció la frase que se volvería histórica: “Ni una mujer menos, ni una muerta más”. No fue una consigna planificada sino su forma de resistencia desde el lenguaje. Fue un gesto, poético y político a la vez, que marcó el comienzo de su activismo público. Comenzó a sumarse a las distintas manifestaciones, actos culturales, encuentros feministas y campañas de visibilización de la violencia contra las mujeres. También se sumó a encuentros literarios, recitales y actividades culturales en Juárez como en otras ciudades de México y publicó textos en espacios alternativos. Dio vida al blog Primera Tormenta, donde combinaba poesía con reflexiones políticas. Allí se presentó como una mujer que no podía separar el arte del compromiso, contó que había ingresado a la licenciatura en Psicología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y que estaba trabajando en un libro de poemas. Su obra contaba el mundo que la rodeaba: habló de las madres que buscaban a sus hijas desaparecidas, habló de los cuerpos encontrados en los baldíos y de la normalización de todo ese horror. A los 11 años escribió sus primeros poemas Desde sus poemas se ponía en la piel de las víctimas y escribía desde la rabia contenida de una generación cercada por la violencia. Con versos como “Sangre mía de Alba. De Luna. Partida del silencio de roca muerta”, puso en palabras el dolor colectivo. Por eso, su frase emblemática —“Ni una mujer menos, ni una muerta más”—, escrita en 1995, no fue una cáscara vacía, sino la síntesis del reclamo urgente de miles de mujeres que, como ella, no aceptaban el silencio como respuesta. Con el paso de los años, esa sentida frase derivó en la consigna “Ni una menos”, bandera continental en la lucha contra los femicidios. Con su prosa, Susana acompañó a las víctimas, amplificó las voces de las que ya no estaban, y advirtió a la sociedad que la violencia de género no era un hecho aislado sino parte de una estructura de poder. Sus textos comenzaron a ser leídos en las marchas, en encuentros feministas, en escuelas y foros populares. Además, ella misma realizaba lecturas públicas de su obra y participaba activamente en el movimiento por los derechos humanos en Juárez. También realizaba cortos documentales y actividades comunitarias. No fue todo. Colaboró con organizaciones de familiares de víctimas de femicidios (aún sin esa carátula judicial) y participó activamente en las denuncias que visibilizaron la violencia sistemática contra las mujeres en su ciudad. Su militancia fue parte del proceso que llevó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a condenar al Estado mexicano por su responsabilidad en los crímenes cometidos en la región. Un año después de su asesinato, en 2012, México incorporó por primera vez la figura de femicidio en su Código Penal Federal, reconociendo así la especificidad de este tipo de crímenes del que Susana también fue víctima. Frente al Congreso, iluminado de violeta, una marea de voces rompe la noche. Desde 2015, cada 3 de junio, el grito “Ni una menos” une generaciones que exigen justicia por las que ya no están El crimen que no logró callarla y el origen de una consigna Susana salió de su casa para visitar a una amiga, pero nunca llegó. El 6 de enero de 2011, su cuerpo fue encontrado mutilado en la calle. Había sido victima de tres jóvenes de 17 años que la violaron, le arrancaron una mano para simular un crimen narco, la asfixiaron y arrojaron su cuerpo como basura. No tenía ningún tipo de identificación. Recién el 10 de enero, su familia la reconoció en la morgue del Servicio Médico Forense. Durante una entrevista televisiva, el 12 de enero (un día después de que se informara de su crimen), el fiscal general del estado de Chihuahua, Carlos Manuel Salas, dijo que su femicidio se trató de un “encuentro desafortunado” y descartó cualquier relación entre su asesinato y su condición de mujer, de activista o de escritora, sino que fue resultado de un “incidente con tres jóvenes bajo los efectos del alcohol y las drogas”. La responsabilizaron por haber salido sola, por haberse cruzado con sus agresores y nunca reconocieron el femicidio. Esa versión oficial generó rechazo inmediato. Las declaraciones del fiscal fueron interpretadas como un intento de responsabilizar a la víctima por su final y organizaciones como Justicia para Nuestras Hijas y Nuestras Hijas de Regreso a Casa denunciaron el discurso estigmatizante y alertaron sobre la impunidad sistemática que habilita este tipo de crímenes. Multitudinaria concentración frente al Congreso de Buenos Aires bajo la consigna "Ni Una Menos". Fue la primera marcha, en 2015 Los femicidas provenían de sectores marginales con los que Susana solía trabajar y eran miembros de la pandilla Los Aztecas, conocida por su violencia y vínculos con el narcotráfico. Según confesaron, la discusión con Susana comenzó cuando ellos le dijeron que eran parte de ese grupo y ella los amenazó con denunciarlos: tomaron una bolsa de basura y la asfixiaron, luego le amputaron la mano izquierda con un serrucho. En 2013, los tres fueron condenados a 15 años de prisión, la pena máxima para menores de edad en México. Sin embargo, en 2016 fueron liberados tras la entrada en vigencia de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes, que redujo sus condenas. “Sentí dolor antes de que se recrudeciera toda la violencia que estamos viviendo los ciudadanos de esta mi natal Juarez. Pero ahora siento vacío, desamparo e impotencia, supongo que como muchos. Pensar en mejorías para mí está en verde, pero la esperanza la tengo aun porque soy mujer de fe. ¡Viva Juárez!”, escribió en su blog unos días antes de ser asesinada.

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