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» Diario Cordoba
Fecha: 02/06/2025 05:14
Amanecemos escuchando noticias degradantes para la humanidad, empezando por el genocidio de Palestina, la escalada de la industria de la guerra o cualquier conflicto internacional que pone en peligro la convivencia y ocasiona miles de muertes. Además, siguen muriendo diariamente miles de niños por hambre y enfermedades, o centenares de víctimas en las fronteras creadas por el dominio y la avaricia, convertidas en lugares de desesperación y aniquilamiento. Nunca podríamos pensar, los que vivimos en esta parte del mundo, que volveríamos a verle las orejas al lobo. La mayoría de la población mundial no solo está empobrecida, sino que padece la amenaza de la muerte en cualquier segundo de su vida, y no precisamente por causas naturales. Con estupor emergen ideologías que no creen en el ser humano, destruyendo los derechos humanos, penalizando y criminalizando la solidaridad. No debe extrañarnos que la muerte del Papa Francisco haya caído como un jarro de agua fría a nivel mundial, a creyentes o no creyentes, a católicos o no católicos, en este caso por todo lo contrario, por volver la mirada al libro que hace dos mil años se centraba en los más débiles y pobres para dignificarlos. Ojalá el recién elegido, Robert Prevost, siga el mismo camino iniciado por su antecesor. De momento ya ha pedido por el fin del genocidio palestino. Si bajamos a lo local, a lo cercano, a nuestra ciudad y provincia, los actos y gestos de solidaridad se suceden día a día. Hace poco, con motivo del apagón, vimos como pueblos de la provincia acobijaban a los viajeros atrapados en las vías, o personas ofreciendo sus hogares para que pasaran la noche. Desde hace años un grupo de personas mayores, los «yayoflautas», recorren todos los lunes nuestra ciudad denunciando el desmantelamiento de la sanidad o la educación pública, salarios o pensiones que no dan para vivir, la inalcanzable vivienda para miles de jóvenes o las guerras que matan a tanta persona inocente. Pequeños gestos de solidaridad recorren nuestros barrios atendiendo a los que viven en la puerta de al lado, asociados a cualquier colectivo comprometido con las personas más vulnerables, mostrando el calor del abrazo o de la mano tendida, acogiendo sin prejuicios... Que este rinconcito donde vivimos genere oportunidades para sus jóvenes y no tengan que migrar por obligación. Que, año tras año, los barrios con más necesidades vayan sintiendo una mejoría en sus vidas por una política que apueste por ellos. Que los valores de la igualdad, la justicia y la paz inunden los centros educativos. Que no sigan cerrando aulas en los colegios públicos ni la sanidad se vea amenazada por intereses privados. Que desaparezca cualquier tipo de violencia hacia la mujer, o acto racista y xenófobo... Pongamos nuestra ciudad al servicio de la interculturalidad, del encuentro y del diálogo. Aprovechemos nuestro patrimonio universal para ser un faro de luz por encima de cualquier tipo de interés. Para ello, hagámonos eco de las palabras de Antonio Gala en la inauguración del Congreso de Cultura Andaluza de 1978 en la Mezquita de Córdoba: En 1883, Machado Álvarez, Demófilo, definió el pueblo como la nebulosa de la que se desprende, por diferencias inapreciables, esos astros que se llaman individuos. Y llamó pueblo al «conjunto» de hombres y mujeres que, por las condiciones especiales de su vida, se diferencian entre sí lo menos posible y tienen el «mayor número de notas comunes». Suscríbete para seguir leyendo
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