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  • El Mundial de Fútbol de 1978, una infame estrategia propagandística

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 01/06/2025 14:07

    La realización de la XI Copa Mundial de Fútbol en la Argentina constituyó para el régimen militar de 1978, el principal elemento de propaganda con el cual podía mejorar su imagen frente a la comunidad internacional. El fútbol, pasión de los argentinos, una vez más fue utilizado como ariete de penetración política y de adormecimiento social. El compromiso de la realización del certamen había sido asumido por el gobierno de Juan Domingo Perón, previo al torneo realizado, en la entonces Alemania Occidental, aunque con el golpe económico del denominado "Rodrigazo" y el golpe institucional del 24 de marzo de 1976, su realización había quedado en una gran nebulosa. El Mundial había sido un viejo sueño de los dirigentes del fútbol argentino que, luego de casi medio siglo, finalmente se lograba cristalizar. La oportunidad fue propicia para lograr un doble golpe de efecto: mejorar la imagen del régimen militar y desatar la pasión popular por el fútbol para distraer la atención de los problemas reales. Ni bien ocupó la Casa Rosada, la Junta Militar se dio cuenta de la importancia del acontecimiento y destinó millones de dólares para su realización, dejando la cuestión deportiva tal como estaba para no agitar al mundillo futbolero, aunque mirándolo de reojo. Millones de dólares eran necesarios por entonces para poner en estándares internacionales al país y poder realizar el torneo. Así, se encararon nuevos estadios en Córdoba, Mendoza, Mar del Plata y la remodelación casi total de los pertenecientes a River Plate, Vélez Sársfield y Rosario Central, además de sistemas de comunicaciones satelitales a nuevo, para poder transmitir las imágenes de los encuentros de fútbol con la construcción de plantas y equipos para la televisión a color que, por entonces, no había en el país. La construcción del faraónico edificio de Argentina Televisora Color para transmitir al exterior los partidos con la tecnología que exigía la FIFA -aquí sólo se hizo en blanco y negro- representó el punto máximo de las erogaciones del Tesoro, más allá de los millones de dólares que hubo que desembolsar para remodelar los aeropuertos y adecuar algunos hospitales públicos. En algún momento, se había estimado el costo de las obras para la Copa Mundial en unos 800 millones de dólares. Nunca nadie supo de verdad cuánto fue y los que se acercaron a algunos libros estiman que esa cifra se pudo haber triplicado. Estos problemas financieros significaron por entonces el reemplazo del general Antonio Merlo por el contralmirante Carlos Alberto Lacoste, un cruzado de la campaña hacia 1978. Había que mostrar una imagen de progreso y prosperidad para lo cual también se ideó el traslado de algunas villas miseria lejos de los centros donde se alojaban los turistas y se debió asumir el costo de construir verdaderos adefesios habitacionales como el barrio "Ejército de los Andes" en Buenos Aires, conocido popularmente con el discriminatorio nombre de "Fuerte Apache". En los albores del Proceso, en el exterior sobrevolaba la imagen de la Argentina como un país bañado en sangre con atentados a cualquier hora del día. La represión dejaba a los militares a un paso del horror y con el eslogan "los argentinos somos derechos y humanos" se trató de comenzar a lavarle la cara al Mundial. La tranquilidad y la seguridad cotizaban al precio más alto por entonces. De allí, que la principal preocupación de la Junta era la seguridad, por lo que decidió militarizar los estadios de fútbol. Después de algunos sobresaltos, la pelota se echó a rodar en junio del '78 y el rotundo triunfo de la Selección, casi un mes después, desató la pasión popular que le permitió a la Junta eclipsar por un momento, la cara oscura del régimen.

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