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  • Cuentos con final feliz

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 01/06/2025 09:30

    Vivimos tiempos en que la narrativa supera con creces a la realidad. Creemos estar informados, cuando en realidad lo que tenemos es una multitud de noticias que no siempre constituyen información, sino que suman a la confusión. Para hacer aún peor el entendimiento de la realidad, la muchedumbre de intérpretes de las noticias termina por redondear un cuadro armado para emocionarnos, no para que razonemos. Somos susceptibles a repetir muletillas sin haber reflexionado lo suficiente acerca de su confiabilidad. Esta tendencia, particularmente extendida entre los políticos, cuya ocupación permanente consiste en hacer campaña, es compartida por muchos consultores económicos, y por muchos operadores financieros. A nadie le gusta transmitir malas noticias, ni ser pájaro de mal agüero dando a conocer los riesgos inherentes al desconocimiento que tenemos del futuro. En los últimos años, la historia de Vaca Muerta ha sido utilizada por los gobiernos para describir la panacea que nos espera: el esperado alud de exportaciones de petróleo y gas licuado liberará, finalmente, a la Argentina de la esclavitud de la dependencia externa, o de la falta de dólares. Pocos se atreven a mencionar que, más allá de los indudables méritos que tiene la historia, depende del precio internacional del petróleo. Es decir, de algo que no podemos manejar. Son clave la geología de Vaca Muerta, la disponibilidad de capital para explotar el recurso, la habilidad de los operadores, la infraestructura para evacuarlo, pero si el crudo baja de precio, los 30 mil millones de dólares de exportaciones que casi a diario nos cuentan dirigentes y consultores no van a estar. O estarán más tarde, cuando el precio vuelva a subir. Sólo algunas de las empresas involucradas cuentan la historia completa. Algo similar ocurre con el dólar. En el mercado financiero hay una tendencia ciega a creer que las elecciones darán solución al intríngulis de la falta de crecimiento de las reservas del Banco Central. El cuento funcionaría así: al triunfo del oficialismo en las elecciones de octubre (del que el mercado no se atreve a dudar) le seguiría la salida completa del cepo, la liberación total del mercado de cambios y una lluvia de dólares del exterior que el Banco Central, ahora sí, compraría para engrosar sus stocks. Eso haría bajar el riesgo-país y permitiría al Tesoro volver al mercado de deuda en dólares para refinanciar los vencimientos. Curiosamente, el Gobierno parece pensar parecido. Por eso no libera hoy: más importante es ganar en octubre, porque eso es imprescindible para que se desate la euforia del mercado y el desenlace que pronostica el mercado. El círculo virtuoso que tanto esperamos depende de un resultado político. Hacer inversiones sobre la base de tal cuento podría ser muy rentable, pero, justamente por eso, también es riesgoso. Tendemos a ver las cosas desde nuestras emociones, y a creernos los cuentitos. El mundo, menos apegado a esas emociones que a su bolsillo, mira con apatía cuestiones que si nosotros discutiéramos, nos adosarían en forma automática el mote de mandriles: el precio del crudo, el riesgo político, la falta de acumulación de reservas. Cuestiones, todas estas, que son la razón por la cual el riesgo país es el que es, y las empresas de Vaca Muerta valen lo que valen, y no lo que quisiéramos que valgan. Son reconfortantes los cuentos con final feliz; nuestra historia nos sugiere que es mejor andar con optimismo, pero sin descuidar la precaución. Fuente: El Entre Ríos

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