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  • Flannery O'Connor: un siglo del gótico sureño norteamericano

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 31/05/2025 14:53

    La literatura norteamericana del siglo XX signó con características propias el universo de la literatura. En particular, las guerras (sobre todo la segunda, por la participación activa de los Estados Unidos en ella), la depresión del año ´30, la diversidad cultural generada a partir de la inmigración, la discriminación racial, la búsqueda de identidad, las desigualdades económicas y sociales y sustancialmente la fantasía incumplida del sueño americano, fueron los temas que transitaron los escritores norteamericanos en el siglo pasado. Podría considerarse a “Winesburg, Ohio” de Sherwood Anderson como una de las novelas iniciáticas de la literatura norteamericana del siglo XX. Publicada en 1919 y ubicada en una pequeña localidad de Ohio, es la historia de un joven en su derrotero en esa pequeña ciudad y su relación con varios personajes en un ámbito de soledad y aislamiento. Por otra parte, la imposibilidad de concretar lo que el sueño americano había prometido en función de un éxito individual en función del trabajo duro se trasluce sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo. Scott Fitzgerald y “El gran Gatsby”, John Dos Passos y “Manhattan Transfer”, William Faulkner y “Santuario”, J.D. Salinger y “El guardián en el tejado”, Jack Kerouac y “En el camino” fueron algunos de los escritores que conformaron las novelas más importantes del siglo. Algunas escritoras también suscribieron piezas centrales de la literatura. Se da la particular que tres de ellas fueron consideradas como motores del “renacimiento del sur”, a partir de la década del ´30 y como respuesta a la pérdida de la idiosincrasia y los valores en la región derivado de un apartamiento de la forma de vida eminentemente rural reemplazada por otra industrial y urbana. Provienen del conocido “cinturón de la Biblia” ( los estados de Tennessee, Mississippi y Georgia). Ellas fueron Carson McCullers, Eudora Welty y Flannery O´Connor. Mc Cullers nació en Columbus, Georgia y Welty en Jackson, Mississippi. Mary Flannery O´Connor nació el 25 de marzo de 1925 en Savannah, Georgia, en una familia de origen irlandés, que profesaba la religión católica. Comenzó a estudiar periodismo en la Universidad de Iowa, conociendo a varios escritores y sus primeros cuentos fueron parte de la tesis de su Master de Creación Literaria de esa Universidad. Años después vivió en Nueva York y luego en un campo de su amigo Robert Fitzgerald en Connecticut. El lupus que la afectó en su salud hizo que gran parte de su vida se mantuviera aislada. Esa enfermedad le provocó la muerte en 1964, a los 39 años. No obstante, en su corta vida transcendió gracias a dos novelas: “Sangre sabia” y “Los violentos lo arrebatan” y cuentos que se compendiaron en “Un hombre bueno no es fácil de encontrar” y “Todo lo que asciende tiene que converger”. En 1979 John Huston llevó al cine “Sangre sabia”, interpretándola conjuntamente con Brad Dourif, Harry Dean Stanton, Ned Beatty y Dan Shor. Un ex combatiente que regresa de la guerra al sur de los Estados Unidos, ha perdido la fe en el Dios cristiano y decide crear una nueva religión. Algunos de sus cuentos también han sido llevados al cine incluso adaptaciones realizadas en Rusia y en Países Bajos. Recibió, póstumamente, en 1972, un Premio Nacional del Libro de Ficción por “Historias completas”. En “American Fiction” (2023) película de Cord Jefferson, que obtuvo el Oscar al Mejor Guion Adaptado sobre la novela “Erasure” de Percival Everett se alude al cuento “El negro artificial” de O´Connor y Ethan Hawke en el mismo año dirigió “Wildcat” con la interpretación de su hija, Maya, y Laura Linney sobre la experiencia de O´Connor al publicar su primera novela. En sus relatos O´Connor se involucra en el género que hoy se conoce como gótico sureño, historias oscuras, sobre inadaptados, marginales, con discapacidades, personajes fuera del canon social predeterminado y con “el racismo, la hipocresía, la desidia, el desamor, la banalidad, la doble moral en la familia respetable”, según afirma Agustina Bazterrica, autora de “Cadáver exquisito”. La formación católica de O´Connor se afirma en el tratamiento de sus tramas, donde el sacrificio tiene sentido y trascendencia. Sin dejar de evidenciar la sordidez de las conductas de sus personajes y el humor (generalmente negro y en ocasiones absurdo) con que explora con una solidificada dosis de moral, la fe en Dios. Expresión de su constricción religiosa fueron sus cartas a Dios bajo la figura de un diario, escrito en su adolescencia, cuando había dejado su Savannah natal y recalado en Iowa. Fue publicado, muchos años después con el nombre de “Diario de Oración”. O´Connor consideraba a León Bloy, un instrumento de su formación como cristiana y escritora. La vida de O´Connor ha estado signada por el sufrimiento. Con veintiséis años enfermó gravemente, pensando que era la artritis lo que la aquejaba. Sin embargo, en realidad su dolor se debía al lupus, enfermedad que la estaba consumiendo y que conocía su madre, Regina, pero había omitido decirle para no acrecentar su dolor, ya que su padre había muerto del mismo mal. Si bien sus novelas radican en tiempos anteriores al desgaste aspiracional del sueño americano, el sur profundo es reflejado con crudeza. En cierta medida anida en su concepción religiosa. De forma tal que Gregorio Luri Medrano en su libro “La imaginación conservadora: Una defensa apasionada de las ideas que han hecho del mundo un lugar mejor”, ha referido que O´Connor había, a su vez, remarcado una frase del filósofo norteamericano Russell Kirk, “el sentimentalismo abstracto conduce a una brutalidad real”. Es entendible entonces, su aproximación a las pústulas sociales a las que, sin embargo, les rescata su humanidad. No detuvo nunca su necesidad de escribir. Lo hacía todo el día y todos los días de la semana. Había leído y considerado en su juventud a escritores como Kafka, Freud, Proust, Céline y Péguy. Reconoció como maestros a Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne e importantes escritoras contemporáneas la tienen a O´Connor como referente y confiesa admiración, como el caso de Agustina Bazterrica (“Flannery O´Connor es una de mis ídolas”) y Mariana Enríquez, quien fiel a su vinculación con la música oscura, relaciona a la literatura de O´Connor con Nick Cave, Suede o Sufjan Stevens. Las novelas y los cuentos de Flannery O´Connor mantienen en el centenario de su nacimiento flagrante actualidad. Muchas personas, en todos las latitudes, han desarrollado un nivel de crueldad y perturbación que expresan la miserabilidad y el desinterés por el otro, máxime cuando éste es visto en situación de vulnerabilidad y sometimiento.

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