Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • ¡Diario, diariooooo!

    » Elterritorio

    Fecha: 31/05/2025 11:11

    El 2 de junio de 1925 se imprimió el primer número de El Territorio en el local de Belgrano y Colón -donde funcionaba la imprenta La Lucha-, la tirada completó ochocientos ejemplares según la tradición popular; Sesostris Olmedo fue el impulsor. sábado 31 de mayo de 2025 | 6:00hs. El 2 de junio de 1925 se imprimió el primer número de El Territorio en el local de Belgrano y Colón -donde funcionaba la imprenta La Lucha-, la tirada completó ochocientos ejemplares según la tradición popular; Sesostris Olmedo fue el impulsor, pero no lo hizo solo, su esposa Elcira Ortega, embarazada por séptima vez, Gloria y Rolando “Cacho” Olmedo -los hijos mayores de la pareja-, amigos de la familia como Salvador Lentini Fraga y varios vecinos formaron un invencible equipo; cuando ese diario “recién nacido” estuvo armado, Cacho lo tomó y salió corriendo, parecía la travesura de un niño de poco más de diez años, sin embargo se dirigió al almacén de don Castiglioni, en la esquina de Colón y Córdoba de Posadas, y se lo vendió al propietario. El diario tenía un costo de diez centavos, cinco para el canillita y el resto para “el patrón”, a Cachito se lo pagaron con golosinas; fue el primer diariero, como decimos nosotros, en otros lugares se los conoce como “canillitas”, el eslabón más débil pero el más necesario hasta la irrupción del siglo XXI. La última denominación mencionada nació en el lunfardo porteño, se llamaba así a las piernas, al hueso largo de las piernas o tibia; en octubre de 1903 se estrenó en la Capital Federal una obra de teatro, del género sainete, titulada Canillita, su autor fue Florencio Sánchez, un dramaturgo uruguayo, en dos o tres actos se recreaba la vida de un adolescente vendedor de diarios en el contexto de extrema pobreza, violencia intrafamiliar y explotación infantil como la calificaríamos en la actualidad, en la escasa vestimenta del personaje se destacaba un pantalón que le quedaba corto y dejaba “las canillas al aire”; el éxito de la pieza fue inaudito y el término canillita se popularizó para identificar a los vendedores de diarios -primero- y a los kioscos que los comercializaban después, sin embargo el oficio tenía más de medio siglo de vida. Resulta que a mitad del siglo XIX los periódicos se adquirían por suscripción o directamente en la imprenta de donde salían, a los dueños de La República se les ocurrió ubicar niños en las esquinas más transitadas de Buenos Aires -a la usanza neoyorquina- para comercializarlos “al paso”, a cambio se les abonaba una pequeña comisión… era más barato que el costo del correo postal y se eliminaba el tiempo de entrega -enemigo de la difusión de la información-; en algún momento uno de esos infantiles vendedores comenzó a leer los titulares en voz muy alta, casi a los gritos, así nació el “voceo” tan característico del oficio. Por acá fue el primer trabajo de miles de niños que recorrieron las ciudades, pueblos y chacras misioneras descalzos, en bicicleta, en canoa, trescientos sesenta días al año, antes o después de asistir a la escuela, la mayoría impulsados por necesidades económicas familiares, unos pocos para “tener su propia plata”; cotidianamente acercaron las noticias al vecindario, las popularizaron, democratizaron el acceso a la información porque a pesar de tener el mejor staff, la mejor dirección y una excelente impresión, si no llegaba al lector era lo mismo que nada y ni hablar de cubrir los costos de producción. En el año 1946 se conformó el Sindicato de Canillitas de Misiones, cuya presencia y accionar fue visible durante décadas, todo iba bien… nadie avizoró el futuro. El siglo XXI llegó con un estallido descomunal de tecnología “de punta”, optimizó tareas, facilitó accesos y fagocitó algunos oficios… los canillitas de “a pie” fueron una de sus víctimas, los kioscos también, la venta y reparto de los ejemplares cambió rotundamente y el digital se abrió paso a codazos limpios, sólo un puñado resistió. Sirvan estas líneas como un pequeño homenaje a los cientos y cientos de diarieros que a través de un siglo fueron el puente entre la redacción, la imprenta y los lectores y si bien el trabajo incluía anuncios a viva voz fue, a la vez, silencioso y fue desapareciendo sigilosamente, tanto que casi ni se los recuerda. Antes que las telarañas del tiempo cubran los últimos vestigios agradezcamos a bastiones de este noble oficio, en el Eldorado a José Pato Espíndola y Carlos y Ludovico Drewes, en sus reconocidas paradas; en Oberá a Vicente Alarcón -ejemplo de perseverancia e inclusión-; en Puerto Esperanza a Marcelino Rotela -empezó chapaleando barro, después accedió a una moto y después llegó el autito-; en Montecarlo a Aldo Coco Palma -hijo y colaborador del primer corresponsal de la zona Francisco Bernabé Palma- con una canoa leal recogía los atados de diarios en épocas de crecientes cuando los colectivos no podían llegar a tiempo. En medio de una actividad netamente masculina, Myriam Cena puso su impronta, adolescente y decidida, aprendió el trabajo guiada por un tío y su hermano Jorge, desde Colón y Alvear de Posadas recorría el casco céntrico “a grito pelado”, se recibió de docente, se dedicó a ambas actividades, logró el primer kiosco propio en Ituzaingó y Lavalle, en sociedad con otro hermano hasta que lo instaló definitivamente en el Barrio Cristo Rey -más conocido como Chacra 32-33-. En Posadas, Hugo Ayala el linotipista de este matutino convertido en “canillita internacional” en su puesto ubicado en las avenidas Francisco de Haro y Cabred; otro kiosco decano estaba en Félix de Azara entre Bolívar y Córdoba con Juan Antonio Pegoraro a la cabeza; en la Rotonda estaban los hermanos Saturnino y José Godoy; Juan de la Cruz Vera y Carlos Sosa en la intersección de la ruta nacional 12 y ex 213. En Garupá, la familia Carballo fue pionera en la venta y reparto de diarios; hace unos días, en una de las redes sociales de este diario, Jorge Santrovichi, vecino de Trelew -provincia de Chubut- recordó “(…) fui repartidor en Colonia Guaraní, ya hace unos cuantos años, recibía por la mañana unos 20 ejemplares a las 07 hs. por la Empresa Singer desde la Capital, en el almacén de Ramos Generales(en ésa época), con despacho de combustible y en bici por las chacras de los colonos que residían en las proximidades, los viernes siempre recordaba la redacción del Mandioquín, un tipo de resumen político de la provincia!!(…)” Gracias, diarieros; gracias, canillitas Feliz Primer Centenario, El Territorio ¡Hasta la semana próxima!

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por