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  • Se cumplen 13 años de la condena a Luis “Gusano” Menocchio, el asesino serial que sembró terror entre Misiones, Paraguay y Brasil – MisionesOpina

    » Misionesopina

    Fecha: 30/05/2025 20:23

    Luis “el Gusano” Menocchio cumple hoy 13 años desde su condena a cadena perpetua. Oriundo de Posadas, pero con vínculos entre Paraguay y Brasil, está acusado de cinco homicidios, aunque fue sentenciado por tres de ellos. Luis Raúl Menocchio, más conocido como “el Gusano” o “el asesino de las mil caras”, fue condenado a prisión perpetua el 30 de mayo de 2012, acusado de uno de los crímenes más oscuros que involucraron a figuras del empresariado, la farándula y el narcotráfico en la región. Su caso, poco difundido a nivel nacional, forma parte de la memoria colectiva misionera, donde su apellido está ligado tanto a una historia de poder como a una sucesión de crímenes que se extendieron por tres países. A 13 años de la primera sentencia, el nombre de Menocchio sigue siendo sinónimo de uno de los pocos asesinos seriales con origen en Misiones, vinculado a cinco homicidios confirmados, varios de ellos impunes. Historia cronológica y su amplio prontuario de asesinatos Nacido en 1962 en Posadas, Misiones, fue hijo de un empresario yerbatero con fuertes vínculos en el poder local. En su juventud, integró los círculos sociales más exclusivos de la provincia. Según testimonios recogidos en los expedientes, su familia fue una de las primeras en acceder a bienes de lujo como heladeras y yates, lo que lo convirtió en una figura reconocible desde joven. Durante la adolescencia, se trasladó a Resistencia con el supuesto objetivo de estudiar, aunque nunca se inscribió en una universidad. En ese tiempo conoció a su futura esposa, con quien tuvo dos hijos. Tras una breve etapa en Paraguay, la familia se disolvió y Menocchio se instaló solo en Brasil, donde vivió en hoteles de lujo. En los años ‘80, su padre fue acusado de fraude económico y los Menocchio abandonaron Argentina. A inicios de los años ‘90, ya instalado en Paraguay, Menocchio se presentó como un empresario exitoso. Fundó una empresa de seguridad llamada SAP junto a exoficiales policiales, que llegó a ser la más importante del país. También incursionó en el negocio del cable en Asunción y Encarnación, con lujosos despliegues de relaciones públicas y vínculos con celebridades, la sospecha de lavado de dinero fue constante en su entorno. Para que no lo encontraran Luis Menocchio utilizaba identidades falsas e incluso cambió su apariencia con cirugías estéticas. El primer hecho de sangre confirmado ocurrió el 16 de agosto de 2004. Esa madrugada, Menocchio fue visto por última vez junto al empresario Eduardo Maciel y su pareja, Graciela Méndez, en Paraguay. Días después, sus cuerpos aparecieron dentro de tambores rellenos con cemento en las afueras de San Lorenzo. El hallazgo de herramientas y restos de materiales en la casa de Menocchio lo vinculó directamente con los homicidios. No obstante, logró huir a Argentina el 21 de agosto y evadió la justicia paraguaya, que incluso solicitó colaboración a Interpol. La segunda víctima fue el productor televisivo Claudio Nozzi. El 10 de marzo de 2005, su cuerpo apareció en el río Paraná, en la costa de Itatí (Corrientes), encadenado a un ancla. Nozzi fue visto días antes a bordo de un yate junto a un hombre que se hacía llamar Hugo Jara, quien resultó ser Menocchio con una identidad falsa. De ahí su sobrenombre, el “asesino de las mil caras”, ya que había recurrido a múltiples cirugías para modificar su apariencia, incluyendo operaciones en los pómulos, cejas y cabello. Fue detenido tras una investigación que lo identificó pese a sus intentos de ocultamiento. A pesar de la detención, en 2009 la justicia argentina lo absolvió por falta de pruebas directas en la causa Nozzi. Condena, casos impunes y un pueblo con su apellido Tras su absolución, Menocchio permaneció en libertad hasta el 13 de enero de 2011, cuando ocurrió el doble homicidio de Manuel Roseo, un estanciero de 75 años, y su cuñada, Noelia Bartolomé, en Castelli, Chaco. Ambos fueron torturados hasta la muerte, y un testigo clave, el administrador de la estancia, identificó a Menocchio como uno de los autores. Luis Menocchio sonríe para la foto junto a Manuel Roseo, a quien asesinaría. Según la investigación, el móvil del crimen fue una operación comercial frustrada: Menocchio había entregado seis millones de dólares por la compra de 50.000 hectáreas en la estancia “La Fidelidad”, una de las mayores propiedades rurales del país, hoy convertida en parque nacional. Ese último hecho derivó en una nueva orden de captura, que coincidió con el avance del proceso judicial por el asesinato de Nozzi. En 2012, el Tribunal lo condenó a cadena perpetua por ese homicidio. Un año más tarde, en 2013, recibió una segunda condena a perpetuidad por el doble crimen de Roseo y Bartolomé. Actualmente, Menocchio cumple su condena en una unidad penitenciaria de Chubut, adonde fue trasladado en 2014 tras un intento de fuga. Nunca fue juzgado en Paraguay por el asesinato de Maciel y Méndez. Su figura, sin embargo, se convirtió en un caso emblemático para el análisis criminal de la región del noreste argentino. Además de su historial delictivo, su apellido sigue teniendo resonancia en Misiones. En el departamento de San Ignacio y a pocos kilómetros de la localidad de General Urquiza, existe un pueblo llamado Puerto Menocchio, antigua propiedad de su familia, que se encuentra casi en extinción. Con respecto a esto último, se rumorea que en su apogeo económico, Luis intentó recuperar ese territorio, pero fue rechazado por el nuevo propietario. Todo se tuerce más, cuando el dueño de las tierras, tiempo después aparece muerto dentro de un cajón (que él mismo fabricaba), sin que el caso se resolviera. Luis Raúl “el Gusano” Menocchio es uno de los pocos asesinos seriales identificados en Argentina, con crímenes en Paraguay, Corrientes y Chaco. A pesar de las múltiples pruebas en su contra, algunos de sus delitos aún siguen impunes. Su historia continúa generando inquietud y su apellido resuena como “un conocido” de la ciudad, pero permanece como un recordatorio de la capacidad destructiva que puede ocultarse bajo una fachada de poder y en los altos estratos de la sociedad. Fuente: Misiones Online

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