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  • “Todos quieren ser Angelito”: el club que vio nacer a Di María, contado por su primer formador

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    Fecha: 30/05/2025 09:40

    Rubén Tomé, expresidente y profesor histórico del Club El Torito, aún se emociona al hablar de Ángel Di María, el niño flaco de Villa Gobernador Gálvez que llegó al club con apenas seis años y terminó conquistando el mundo con su zurda mágica. Hoy, con la noticia del regreso del “Fideo” a Rosario Central, Rubén recuerda los comienzos de quien fue su alumno y una inspiración para todos los chicos del barrio. Un niño flaco con una zurda especial “El flaco llegó con sus muellitas blancas caídas, tendría seis o siete años. Venía porque el médico le había dicho a su mamá que tenía que hacer actividad física por la hiperactividad”, recuerda Rubén. “Cuando le daban la pelota, no te la soltaba más. Era como sacarle un hueso a un perro”. Rubén fue su primer profesor, en la categoría 88 del club, y desde entonces algo quedó claro: ese flaquito tenía un talento especial. “En la canchita ya hacía jugadas que hoy vemos en la televisión. Picaba la pelota por arriba del arquero, hacía piques largos. Jugaba como si fuera una final”. Una infancia de sacrificio El relato de Rubén está cargado de humanidad. Di María creció en una familia humilde. Su papá trabajaba en una carbonería y muchas veces Ángel llegaba a entrenar con las manos negras de llenar bolsitas de carbón. “No era algo malo, era su realidad. Venía de ayudar a su viejo. El padre no podía ir a verlo jugar porque a esa hora hacía los repartos”. Esa infancia marcó su carácter y su determinación. “Fue una vida sacrificada, como la de muchos chicos de acá. Pero él tenía esa chispa, ese don”, dice Rubén. 20 pelotas por Di María El pase de Di María a Rosario Central ocurrió cuando tenía poco más de nueve años. “Vino el papá a la puerta del club y me dijo: ‘Tengo una mala noticia, el flaco se va a Central. Te van a traer 20 pelotas’. Lo mismo pasó con Walter Almeida, su compañero inseparable. Así se iba Angelito, por 20 pelotas. Hoy parece increíble, pero era así”. Más que fútbol: una misión social Pero El Torito es más que un club. Es un refugio, un espacio de contención social para cientos de chicos y chicas de la zona. Rubén lo resume con orgullo: “Abrimos el club a la tarde, les preparamos un mate cocido, una tostada. A veces una factura que sobró de una panadería. Y los chicos vienen. Muchos sin tomar la leche en casa. Acá encuentran su lugar”. El club lucha con lo poco que tiene. No hay pileta, no hay lujos. Solo un terreno, una pelota y una red de personas comprometidas. “Hemos sacado muchos chicos de la esquina, de las drogas. Y si alguno necesita botines, los conseguimos. No podemos dejarlos perder”. El legado de Ángel Hoy, Di María es inspiración pura. “Todos los chicos quieren ser Angelito. Él arrancó acá, en nuestro potrero. Y nosotros se lo contamos a cada nene que pisa la cancha”, dice Rubén. “Hace poco estuve internado con una neumonía. Cuando volví, los chicos me abrazaban, me preguntaban cómo estaba. Eso no tiene precio”. Rubén sueña con que Di María se dé una vuelta por el club, aunque sea un rato. “Que les diga a los chicos: ‘Yo me sentaba abajo de ese arbolito a tomar sombra’. Con eso ya serían felices”.

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