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Parana » Radio La Voz
Fecha: 30/05/2025 07:47
Esta vez no hubo dudas. Tampoco excusas. Lo que se escuchó en la audiencia no fue técnica jurídica, ni estrategia defensiva. Fueron testimonios. Fueron voces quebradas, gestos firmes, relatos que removieron el aire de la sala. A la Jueza Violenta la retrataron con claridad: gritos, amenazas, insultos, abusos de poder, prohibiciones absurdas —como no permitir el uso del baño, del agua, ni de la mesa de entradas— y una manera de conducir que anulaba toda autonomía del equipo y convertía el juzgado en un espacio de sumisión. Algo así como un feudo. El juicio terminó hoy su parte pública. Ya no habrá más testigos. La palabra ahora la tiene el Jurado. El lunes se conocerá el veredicto. Pero entre Perros y Grillos no hay misterio: lo que pasó quedó dicho. Lo que duele es lo que aún no se hizo. La Jueza Violenta no se presentó. No estuvo en ninguna jornada. Desde el primer día se borró del escenario, como si el juicio fuera un trámite molesto que pudiera delegar en el aire. Su defensa también brilló por su ausencia. Y el Comandante, que había impulsado el proceso, decidió quedarse mudo. Dijo que los plazos vencieron. Que no corresponde acusar. Y se sentó, impávido, a ver cómo desfilaban las voces de quienes todavía cargan con lo vivido. Don Grillo dijo al respecto del alegato del misógino Comandante: “esto de la caducidad y la forma de contar los tiempos, es una cuestión que ha sido repetidamente resuelta después del caso 'Rossi', en aquel entonces, el voto minoritario fue muy estricto en la interpretación porque era un disparate la denuncia contra el Juez y la presión de la opinión pública, porque le atribuían la responsabilidad de la muerte de Micaela. Y en aquel caso no se había dictado una resolución suspendiendo el proceso (si se hizo en este caso y en el de Cecilia. Se dictó la suspensión del proceso y fue consentida por las defensas). Es muy razonable que el plazo no corra si no hay tribunal integrado. Que García cite a la persona que envidia intelectualmente, es tragicómico, busca romper en forma ruin un criterio que él manipula hoy en su favor”. Pero llama la atención la falta de sensibilidad del Comandante ante una testigo lo dijo con todas las letras: “Nos dijo que trabajábamos como el orto, que tenía el poder de hacer lo que se le cantaba el ojete, que nos podía hacer mierda.” Otra recordó: “Un día nos gritó por el pasillo que buscáramos abogado, que nos iba a destruir.” Hay frases que bastan solas para sellar una historia. Pero esta historia no se cerró con una frase, sino con un coro. Nueve testigos en un día. Todas del mismo juzgado. Todas confirmando lo mismo. Una violencia tan habitual como sistemática. Tan silenciosa hacia afuera como estruendosa hacia adentro. —¿Te imaginas si así era en público, lo que habrá sido entre cuatro paredes? —susurró un Perro, al borde del banco, sin quitar los ojos del estrado. Una psicóloga dijo que tuvo que ir al psiquiatra para poder seguir trabajando. Otra trabajadora social contó que la Jueza Violenta les marcaba con quién podían hablar. Una tercera dijo que cuando ella entraba, los empleados bajaban la mirada. La última relató que se quebró, pidió licencia, y que aún hoy le tiembla el cuerpo al recordar ciertos días. Y el Comandante, mientras tanto, seguía allí. Sentado. Inmóvil. Sin hacer una sola pregunta. Sin emitir opinión. Una planta institucional con traje. El único testigo que habló bien de la Jueza Violenta dijo ser su amigo. Estuvo menos de un minuto. Otro relató que ella le quiso alquilar la casa, pero nunca se concretó. Otro más dijo que no recordaba tensiones. Que vio cordialidad. Nadie de ellos conocía el despacho, ni a la secretaria, ni lo que pasaba tras la puerta. Un Grillo apuntó con ironía: “Esos no fueron testigos. Fueron escenografía de cartón. Vinieron a llenar el rato.” Hubo una abogada que, tiempo atrás, firmó una carta en defensa de la Jueza Violenta. Hoy dijo que se arrepentía. Que las empleadas judiciales le hacen el vacío. Que le quitaron el saludo. —Ahí está la prueba —dijo otro Perro, con el mate en mano—. Defender al victimario es ponerse en contra de las víctimas. Después no te quejes si el pasillo se te queda mudo. La escena completa fue una especie de juicio sin jueces. Un testimonio sin fiscal. Una historia donde las únicas que hablaron con verdad fueron las que habían callado mucho tiempo. Y ahora, por fin, decían todo. Una psiquiatra del equipo técnico lo resumió de manera brutal: “Ella se exaltaba, apretaba los puños, se ponía roja. Me gritaba que si a ella la echaban era por mi culpa. Me decía que yo quería que rodara su cabeza.” Mientras tanto, el Comandante —el mismo que impulsó el proceso y luego se refugió en tecnicismos— fingía neutralidad. Pero ya nadie le cree. Su decisión de no acusar no es técnica. Es política. Es una forma de protección. Una red invisible que conecta intereses, silencios y conveniencias. Una omertá de pasillo. La interna del Superior Tribunal sigue latente. Algunos ya hablan de un posible reagrupamiento de los sectores más clásicos, de los “Dinos”, que ven en esta situación un punto de inflexión. Los Jóvenes ya no quieren quedar pegados a la imagen del Comandante. Y Miguelito… Miguelito bajó a saludar al Comandante como si nada. Algunos dicen que está confundido. Otros, que ya eligió. Y que eligió mal. Mientras tanto, el gremio judicial calla. Las organizaciones feministas, también. La Asociación de Magistrados se esconde detrás de la retórica. Nadie quiere tocar el tema. Todos esperan que el lunes pase rápido. Pero en los pasillos, entre Perros y Grillos, la sensación es otra. La justicia, dicen, no siempre está en el fallo. A veces está en lo que se dice antes. En lo que se escribe. En lo que se recuerda. Y esta vez, se dijo todo. La Jueza Violenta abusó de su poder, manipuló a su equipo, arruinó la salud mental de sus subordinadas y convirtió un juzgado en un infierno. Esa es la verdad. El resto son excusas. El veredicto del lunes es destitución, lo que no se sabe si Miguelito se abstiene o vota en disidencia. Si vota en disidencia confirma su enamoramiento a los abdominales del Comandante. Además, lo expone a una cantidad de fallos penales contrarios a lo que quiere votar aca.
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