30/05/2025 10:39
30/05/2025 10:39
30/05/2025 10:38
30/05/2025 10:37
30/05/2025 10:36
30/05/2025 10:36
30/05/2025 10:35
30/05/2025 10:35
30/05/2025 10:35
30/05/2025 10:34
» Data Chaco
Fecha: 29/05/2025 14:52
Maestra jardinera de formación y narradora por vocación, Nora Schwartz forma parte del grupo Viento Norte – Narradoras Chaqueñas y pasó este jueves por El Garage de Data. En sus palabras se entrelazan la memoria familiar, la pedagogía y una defensa apasionada de la escucha como acto transformador. "Para mí los cuentos empezaron de esa manera tan importante siendo maestra jardinera", cuenta Nora. Su vínculo con la narración se remonta a su infancia: "Escuché de niña a mi abuela, a mis padres, que siempre contaban anécdotas e historias. Crecí en una familia donde la palabra estaba presente permanentemente. Se leía mucho, y creo que eso me impregnó". Ese legado —el de la palabra dicha, compartida y sentida— se convirtió en el motor de su oficio: "Eso me llevó a compartir lo que he leído, porque el objetivo es que el otro también sienta lo que una ha sentido". Desde hace años, integra Viento Norte, un colectivo de narradoras que lleva cuentos a escuelas, plazas, centros culturales y encuentros literarios, con la convicción de que "todos narramos y contamos historias", pero también con la certeza de que narrar es un arte que requiere entrega, sensibilidad y compromiso. Escuchar en tiempos digitales "Desde el lugar de narradora la idea es recuperar esa pasión por escuchar, sobre todo en esta época tan minada por lo digital y la imagen", advierte Schwartz. A su juicio, el uso extendido de las pantallas desde edades tempranas atenta contra el desarrollo de la expresión y la atención: "Se supone que los niños no deberían estar frente a las pantallas porque mina esto que es escuchar y el encuentro con el otro. Parecen robotizados los chicos que después no tienen maneras de expresarse, y eso se aprende en contacto con el otro". Para ella, la escucha no se enseña con discursos, sino con el ejemplo: "La escucha se genera primero desde la familia. Si todo el mundo habla encimado, y están todo el tiempo con las pantallas, después es muy difícil pedir que sepan escuchar o que les interese leer". En ese sentido, la narración oral emerge como un acto fundamental. "Una narración despierta emociones y busca recuperar la atención", señala. Pero no se trata de leer en voz alta sin más: "Un cuento puede ser extraordinario y un mal narrador lo puede arruinar. O un cuento puede ser elemental, pero un narrador que tiene elementos lo puede levantar y lo convierte en el mejor cuento que escuchaste". El secreto, dice, está en la conexión íntima con la historia: "Para que un narrador cuente algo que atrape, primero tiene que atravesarlo a él. Es un juego". Sin edad y con poesía Lejos de limitarse al público infantil, Nora sostiene que los cuentos "son para todos, no hay edad para escuchar un cuento". Y quienes eligen este camino —dice— "asumimos el compromiso de ir sembrando susurros que te vuelvan a la poesía. Que la poesía deje de ser eso que te inyectaron para un acto escolar y se convierta en otra cosa". En sus presentaciones, incorpora un instrumento tan curioso como poderoso: el susurrador. De origen francés, fue creado por un colectivo artístico que busca "ralentizar el mundo". Se trata de un tubo a través del cual se susurran poemas o fragmentos de cuentos directamente al oído de una persona. "Estos instrumentos son negros, y los susurradores van vestidos de negro —explica—, pero cuando esto se extendió a Latinoamérica se cargaron de colores, y se hicieron más cortos para estar más cerca". Y agrega: "Esto genera una experiencia que sensibiliza muchísimo". Nora Schwartz no solo cuenta historias: las siembra. A través de su voz, de los silencios y las palabras elegidas con delicadeza, propone un acto sencillo y profundo a la vez: detenerse, mirar al otro y volver a escuchar. En tiempos de velocidad y ruido, un susurro puede ser un punto de encuentro. Notas Relacionadas
Ver noticia original