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» Diario Cordoba
Fecha: 28/05/2025 16:01
"Es toda una historia", admite Erik, con su amplia sonrisa y las manos en la cabeza. Es el hombre al que más se saluda, el que más sonríe, el que más manos estrecha durante la reapertura de la parte museística del Monasterio de Sijena. Es el hombre que hace todo desde 2020: guardián, portero, jardinero, mantenimiento, al que "conoce todo el mundo". Cinco años en el lugar, 57 desde su nacimiento en Costa de Marfil y casi dos décadas desde que llegase a España, a bordo de una patera en la que casi pierde la vida. Se sienta en el centro del patio y explica una historia que, por desgracia, se parece a otras muchas que salen de África. "Llegué en patera en 2007, desde Marruecos, después de pasar por Mali o Argelia, habiendo salido de Costa de Marfil", cuenta en un fluido castellano Eric, al que no le cuesta recordar los momentos del peligro en el viaje. Después de atravesar el continente andando, llegó a las 23.00 horas a coger la patera. "Me habían dicho que era un barco, yo no quería eso porque me daba miedo", recuerda Eric, que critica que quien organiza esos viajes "engañan a la gente". Su negativa a subir duró un instante: "En cuanto me quejé me pusieron un cuchillo en la garganta y me obligaron a subir, si no, me mataban". "Ellos no quieren que vuelvas porque puedes decir que lo que la gente espera no es lo que es", explica Eric. No pudo volver y llegó a Canarias, desde donde le llevaron en avión hasta Madrid: "No me acuerdo del nombre de la ONG que me ayudó, pero quiero recordarlo para darles las gracias". En la capital española, tres meses de más solidaridad con Eric. Alimentación y aprendizaje para empezar una nueva vida que comenzó a brotar en Lérida. "Me dieron una tarjeta de tren y me dijeron que allí me podía salir algo", cuenta el único habitante del Monasterio de Sijena. "Dormí en una oficina bancaria y apareció una furgoneta, un agricultor que necesitaba gente para el campo", explica con su sonrisa Erik, que recuerda con cariño cuando fue elegido: "Fue como un sorteo, entre 80 personas me tocó a mí". Desde entonces, "amistad con él". Algo menos de medio año trabajando para ese agricultor catalán le permitieron hacer cierto colchón económico. Superada esa barrera, logró alquilar un piso en Lérida "por poco dinero". "Fue una sede", cuenta Erik, que transformó su casa en un punto logístico de referencia: "Acabábamos la campaña en Lérida e íbamos a la fresa a Huelva, a por la uva a Logroño, a por la aceituna a Jaén, a por la naranja a Valencia… pero siempre de vuelta a Lérida", explica un hombre que recorrió España conociendo todo el sector primario. La llegada a Sijena "Otra historia". El traslado de Lérida a Sijena es una cuestión de fe. "Yo era musulmán, pero al llegar a España me convertí al cristianismo", recuerda Erik, que se enteró de la existencia del municipio oscense "echando una mano, como voluntario, a limpiar en la catedral". Hace diez años, en 2015, se trasladó hasta Sena, localidad cercana al monasterio, para cuidar a un señor mayor. Ahí comenzó su idilio con los Monegros. "Me acerqué al monasterio también para ayudar", recuerda Erik, que en 2020, tras la marcha de las monjas, asumió todas las tareas. "Tengo contrato con la Orden de Malta", explica un hombre que vive en el pórtico de entrada, en la antigua casa de invitados. "No me siento solo, porque siempre hay algo que hacer y no te aburres", explica entre risas Erik, más feliz desde el 20 de enero de 2024: "Aquel día llegó mi hijo aquí, que ahora estudia para el carné de conducir y también trabaja en la fruta". Contento de que se reabra la exposición, "porque vendrá más gente", no olvida Costa de Marfil. "Cada año, en el mes de vacaciones, me vuelvo a mi tierra", señala Erik, que todavía no quiere pensar en qué hara cuando sea jubilado: "La tierra llama". Una tierra, un país, del que se acuerda cuando se le pregunta por la crisis migratoria. "Siempre digo que nadie quiere dejar su tierra, porque si estás bien, ¿para qué lo vas a hacer?", reflexiona emocionado Erik, que lamenta que siga habiendo jóvenes que se arriesguen tanto en busca de un futuro mejor: "A veces te dejan en mitad de un desierto dos semanas, diciéndote las personas que organizan eso que van a volver. Estás solo, con una botella de agua y un trozo de pan". Desea, que en el futuro, "esa vida mejor" llegue a más gente. Termina de explicar su historia. Sigue saludando a gente: miembros del Gobierno, técnicos de patrimonio, trabajadores de la Orden de Malta, organizadores de protocolo... Todos se despiden de Eric antes abandonar el Monasterio de Sijena: "Conozco a toda la gente que entra aquí. Soy el hombre que hace de todo".
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