29/05/2025 12:14
29/05/2025 12:11
29/05/2025 12:11
29/05/2025 12:11
29/05/2025 12:11
29/05/2025 12:11
29/05/2025 12:11
29/05/2025 12:10
29/05/2025 12:08
29/05/2025 12:07
» TN corrientes
Fecha: 28/05/2025 04:45
Darín Las empanadas de Ricardo Darín, una metáfora argentina que ya había usado Sarmiento Martes, 27 de mayo de 2025 El alboroto que puede producir una de las comidas argentinas más emblemáticas no es nuevo. El antecedente del prócer y su aleccionadora moraleja. “Una docena de empanadas cuesta $ 48.000, Mirtha… ¡una docena de empanadas!”. El actor Ricardo Darín venía hablando el sábado en “La Noche de Mirtha” sobre la recurrencia discursiva del Gobierno acerca de la importancia de sacar los dólares el colchón, cuando se preguntó algo así como “¿de qué me hablan?”... Y allí metió el bocadillo del precio de la empanada, antigua tradición nativa, tanto que supo ser una herencia hispana en tiempos coloniales del Río de la Plata. Y eran de venta callejera, consumida por sectores medios en cualquier esquina de Santa María de los Buenos Ayres, a veces a la salida del teatro como fin de fiesta, según el testimonio de Daniel Balmaceda en su libro “La comida en la historia argentina”. Quién más, quién menos, representó esa venta callejera en los actos escolares acompañada de aquel pregón de “empanadas calientes que queman los dientes”… Quién más, quién menos, todos entendieron lo que quiso decir Darín. Que vivir está caro en la Argentina, que hay precios que no resisten la comparación con estándares internacionales, que hay segmentos de la población a los que les cuesta llegar a fin de mes o han debido restringir sus consumos más básicos, que no alcanzan a percibir el alivio de tener una inflación de niveles manejables, sobre todo después de haber estado golpeando a las puertas de una nueva hiperinflación apenas cinco meses atrás. Operarios, empleados, monotributistas, profesionales proletarizados como médicos y docentes, y los jubilados, un clásico entre los clásicos de gobiernos de todos los colores y tendencias. Hechos a veces repetidos hasta la exageración, no por eso carentes de una cuota de verdad. Esa gente no es la que paga $ 48.000 la docena de empanadas. A Darín le gustan esas y las pagan con dinero de carrera actoral. En definitiva, una cuestión de oferta y demanda. Nada que pueda incomodar la filosofía gobernante. Pero algo no se entendió bien. O no se quiso entender bien. Y el aluvión cayó como lava de un volcán furioso sobre qué empanadas consumía Darín. Y, en particular, sobre Darín mismo y su presuntas y aviesas intenciones de dañar al gobierno. El ganador de uno de los dos Oscar del cine argentino abrió las puertas del cadalso. Ya no fueron sólo los ejércitos de troles o el brazo armado de las “fuerza del Cielo”. Lo extraño fue que Luis Caputo, el ministro de Economía, nada menos, creyó necesario contestar en persona este asunto del precio de la docena de empanadas. “Todo bien si puede comprar empanadas en Mi Gusto o Don Julio, pero no valen eso, Ricardito”, le respondió el hombre que supo atravesar tormentosas discusiones con el staff del FMI para reencauzar las cascoteadas finanzas locales. Si hasta dijo “sentir vergüencita ajena” por el hombre que pasó del éxito mundial de El Eternauta a la guerra de las empanadas “calientes que queman los dientes”. Quizá sorprendió más Caputo que Darín. Un gobierno que criticó los precios cuidados, y otras variantes de la intervención estatal en las leyes del mercado, debió considerar como una señal de rumbo correcto que además de esas empanadas gourmets se puedan comprar otras mucho más baratas para otro target consumidor. No faltaron quienes delante de micrófonos saltaron de las empanadas al turbio arte del “carpetazo”, con olor a cloacas de la Inteligencia, y refrescaron un procesamiento del actor, 35 años atrás, luego absuelto, por la compra fraudulenta de autos para discapacitados. Hasta hubo quienes, sin memoria ni archivo a mano, creyeron imaginar a “un Darín kuka” (kirchnerista), cuando el gremio de actores, subordinado a Cristina, en verdad abominaba de él. Este vodevil de la empanada quizá hubiese permitido al Gobierno sacar provecho genuino si en vez de atacar a Darín hubiese aprovechado para destacar el emprendimiento de los hermanos Jessica y Pablo Lemos, que manejan la empresa en la que Darín compra empanadas, nacida en los días agónicos de 2001. Cuando el país se hundía, ellos recuperaban del recetario familiar las empanadas de Lucía, su mamá, que había llegado desde Entre Ríos, trabajado de niñera y luego se capacitaba en gastronomía. Cuando los depósitos se confiscaban, los bancos cerraban sus puertas, las cacerolas ardían, y la pobreza se multiplicaba, la familia Lemos rellenaba empanadas. Hay destinos que se cruzan: Darín filmaría una película sobre aquellos días de angustia y bronca, éxito de taquilla como todo lo que toca: “La Odisea de los Giles”. Hoy las empanadas de $ 48.000 la docena no son sólo un berretín de Darín: la empresa tiene 39 sucursales, entre propias y franquicias. Lucía no llegó a ver el fruto de su inspiración. Murió en 2012 cuando Jessica y Pablo ponían en marcha las franquicias y se expandían a General Pacheco, Los Polvorines y San Miguel. En verdad, con su comentario Darín quizá haya querido provocar al gobierno, pero más le había servido en bandeja el ejemplo del éxito de estos emprendedores que de la nada, y en un país en ruinas, pasarían a tener una empresa que produce 70 mil empanadas por día, y más de 15 millones al año. Narrativa deseada por cualquier gobierno por al esfuerzo, la libertad y la creatividad personales que hicieron posible su desarrollo sin tutela del Estado. Sin meter la mano en el bolsillo de nadie, sacándola, en todo caso, para pagar impuestos y cargas tributarias. Las empanadas a $ 48.000 la docena eran la fábula perfecta más útil al gobierno que cualquier voz destemplada para ensuciar a Darín. Domingo Faustino Sarmiento tuvo en el pasado el talento para hacerlo. Dice una anécdota citada en el libro “Sarmiento anecdótico”, de Augusto Belin Sarmiento, su nieto, de Editorial Kapeluz, 1961. Según el autor, todo ocurrió en una reunión, celebrada en Tucumán, para sentar las bases del Observatorio Astronómico que el sanjuanino impulsaba, siendo ya Presidente de la República. Se sirvieron empanadas y de inmediato el “padre del aula” pidió verificar si en el cónclave había representantes de todas las provincias. Confirmado el dato, alzó al aire una empanada, y pronunció la temeraria y provocadora sentencia: “La verdad es que ninguna empanada del mundo vale la empanada sanjuanina”. Para qué. Fue tal el “alboroto federal” que Sarmiento llamó a la calma en tono exaltado, antes de contar su aleccionadora moraleja: “Señores: para hacer valer cada uno la empanada de su predilección, hemos hecho caso omiso de la empanada nacional. Esta discusión es un trozo de historia argentina, pues mucha de la sangre que hemos derramado ha sido para defender cada uno su empanada… Armemos, señores, la empanada nacional, sin perjuicio de saborear todas las empanadas de cada cual”. Ningún troll lo hubiese hecho mejor. Darín, seguramente, lo actuaría de maravillas. Martes, 27 de mayo de 2025
Ver noticia original