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  • El Museo Histórico Provincial Julio Marc inaugura este jueves la imperdible muestra «La guerra es una gran porquería»

    » El Ciudadano

    Fecha: 27/05/2025 15:52

    El Museo Marc invita a la inauguración de la exposición La guerra es una gran porquería, que se concretará este jueves 29 de mayo, desde las 19. A partir de un documento único que forma parte de la colección del Museo Histórico Provincial de Rosario, los álbumes de fotos del conflicto bélico que entre 1932 y 1935 mantuvieron Bolivia y Paraguay, creados por el médico, corresponsal y fotógrafo rosarino Carlos De Sanctis, se genera una reflexión sobre las consecuencias de la guerra sobre la humanidad, el patrimonio y la historia. Con ese objetivo, se pone en relación la producción artística y textual de la época con lo contemporáneo, en distintos dispositivos diseminados por gran parte del espacio del Marc. «Pensar que los museos puedan dar fin a las guerras es una utopía mientras la sociedad que los sostiene las siga justificando. Pero los museos son instituciones educativas y están habilitados para dar esa batalla. Por esto el Marc, a partir de su colección y posicionándose críticamente frente a la historia para otorgar nuevas capas de sentido al presente, ha tomado como caso de estudio a la Guerra del Chaco (1932-1935). El episodio bélico, que enfrentó a Bolivia y Paraguay por territorios del Chaco Boreal, fue el más cruel en Sudamérica por su duración, por el volumen de tropas enfrentadas, por la cantidad de bajas sufridas y por los recursos empeñados», plantea el texto curatorial de la exposición. El programa completo, realizado con el apoyo de la Beca Fundación Ama Amoedo 2024, incluye «Crónica de la Guerra en el Chaco (1932 – 1933). Archivo gráfico y documental de Carlos de Sanctis», con textos de Paulina Scheitlin; «Una guerra entre dos guerras», con grabados de Antonio Berni, Juan Berlingieri, Juan Carlos Castagnino, Lino Spilimbergo y Guillermo Facio Hebequer entre otros; esculturas de Guillermo y Godofredo Paino; textos de Silvia Dolinko y Guillermo Fantoni; investigación histórica de Gabriela Águila, Laura Luciani y Mariana Ponisio (cátedra de Historia de América III/Escuela de Historia, UNR) e infografía de Pablo Boffelli. También serán de la partida «Dibujar contra el descuido y el olvido», dibujos de Eurides Asque Modesto Gómez (Paraguay) y texto de Caro Urresti; «Guerreros. Un homenaje a los excombatientes de la Guerra del Chaco», con instalación fotográfica y textos de Patricio Crooker (Bolivia); «Adiós a las palomas», instalación de Laura Códega; «Otra vez», esculturas de Federico Cantini; «La Sed», dibujos de Maxi Rossini; «Los Deseos», instalación textil de Michele Siquot, y «La Espera», texto de Roberto Amigo. Sobre la Guerra del Chaco Entre julio de 1932 y junio de 1935, Bolivia y Paraguay se enfrentaron en la guerra más sangrienta del siglo XX en América del Sur: la Guerra del Chaco. El inhóspito Chaco Boreal, un territorio de más de 300 mil kilómetros cuadrados, no había sido importante para ninguno de los dos estados hasta fines del siglo XIX, cuando comenzaron a recuperarse de los devastadores efectos de la Guerra de la Triple Alianza (en la que Paraguay sufrió enormes pérdidas humanas y territoriales a manos de Argentina y Brasil) y la Guerra del Pacífico (entre Perú, Chile y Bolivia, que perdió definitivamente su salida al mar), y se convirtió en el eje de disputas diplomáticas. Tampoco fueron ajenos los intereses económicos: empresas forestales, tanineras y ganaderas se asentaron en la margen derecha del río Paraguay y, del lado de Bolivia, la búsqueda de una salida fluvial hacia el Río de la Plata se sumó a los intereses de la Standard Oil (de capital norteamericano), que inició la explotación petrolífera en el extremo occidental de la región chaqueña. Fracasadas las negociaciones diplomáticas y los intentos de arbitraje, durante los años 20 los dos países trataron de reforzar su presencia con la colonización del territorio, apoyando el asentamiento de misiones religiosas, instalando fortines y realizando incursiones militares en el área, además de rearmar sus ejércitos. La contienda finalizó en 1935 con el triunfo de las fuerzas paraguayas, que ocuparon militarmente gran parte del territorio del Chaco Boreal, mientras que Bolivia consiguió por vía diplomática un puerto en el río Paraguay, culminando el proceso de ocupación y control del territorio en disputa por parte de ambos estados nacionales. Para las poblaciones del Chaco el desastre fue mayor. A principios de la década de 1930 vivían en la región entre 40 mil y 50 mil indígenas. El quiebre demográfico por enfermedades fue más devastador que entre los soldados y el desplazamiento forzado significó la pérdida del territorio, tradiciones y costumbres. La guerra significó además la pérdida paulatina de la diversidad de idiomas nativos, la gradual incorporación del guaraní y la introducción de la identidad nacional paraguaya en las poblaciones del Chaco Boreal, al tiempo que las integró subordinadamente al Estado y la economía del país. Sobre Carlos De Sanctis El 16 de noviembre de 1932 el médico cirujano Carlos De Sanctis (1897-1957) partió desde el puerto de Rosario rumbo a Asunción para incorporarse, de forma voluntaria, como capitán de sanidad honoris causa del Ejército de Paraguay. Con el carnet de prensa número 265 y una cámara Zeiss Ykon Ikonta modelo A viajó también como enviado especial del diario La Capital, para realizar una cobertura periodística de los acontecimientos. Sesenta y un días después, quemado por la selva y con diez kilos menos, regresó a Rosario. A los ojos del gran público sus vivencias quedaron plasmadas en una serie de crónicas publicadas en aquel medio de prensa. Años más tarde, en la soledad de su hogar, movilizado por el conflicto bélico que se estaba iniciando en Europa en 1939, De Sanctis decide confeccionar un conjunto de tres álbumes, divididos en doce capítulos, que titula: «Mi campaña en el Chaco. Álbum de fotografías explicadas (1932-1933)». Ese trabajo será para él una forma de denunciar «… el horror de la guerra, esa gran porquería que aniquila a los seres humanos».

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