25/05/2025 12:00
25/05/2025 12:00
25/05/2025 11:58
25/05/2025 11:51
25/05/2025 11:51
25/05/2025 11:50
25/05/2025 11:47
25/05/2025 11:47
25/05/2025 11:46
25/05/2025 11:46
» Diario Cordoba
Fecha: 25/05/2025 06:45
Desde un punto de vista social el miedo se percibe como una alarma, un desasosiego que se inicia en el comienzo de nuestras vidas. Se posiciona como una de las primeras emociones manifestadas en respuesta a un determinado sentimiento de peligro. Quién no recuerda en la época infantil los dramas que se daban en los cuentos, las escenas del Lobo y Caperucita y no digamos las famosas películas de animación de Walt Disney como las de Bambi o La Bella y la Bestia. Recuerdo alguna escena de llanto en niños saliendo del cine por la percepción de conductas que producen dolor y miedo. Miedo a un daño que se experimenta de manera subjetiva dependiendo de un imaginario que se admite como real. Sensaciones que se reconocen por experiencias vividas o sabidas. En el contexto familiar la provocación del miedo se utilizaba para tratar y conducir hacia una supuesta enseñanza, establecida en la obediencia basada en la cultura social, en la ignorancia o en la tosquedad del propio núcleo. En nuestra sociedad contemporánea, las sociedades mantienen el miedo, se nutren de ello, son generadoras de intensa provocación; sus afirmaciones suelen tener una carga importante de miedos turbadores que enseñan con didácticas para mantenerlas sine die; formando parte de ello el poder económico, las múltiples ideologías y las diversas religiones. El filósofo Thomas Hobbes afirmaba que «el Estado mismo se constituye por miedo», dando a entender que el miedo es el tejido capaz de mantener en paz a las sociedades, es decir, ceder la libertad para ganar seguridad. Una teoría que se dio en el siglo XVII y que se sigue, lamentablemente, manteniendo en nuestros días. La situación actual en la que vivimos se está desarrollando hacia un metafórico kit de supervivencia, debido a las turbaciones causadas por la degradación del poder político, producidas por las malas praxis, la corrupción latente, la elaboración de leyes irracionales, las vulneraciones de derechos humanos que provocan hambre, sed, vidas destrozadas. El desarrollo del temor social se va ampliando con el crecimiento de las acciones bélicas que surgen, se instalan y amenazan, causan estados de inquietud y miedo, sin olvidar los estragos que se están produciendo con los cambios climáticos asociados a la falta de respeto y mantenimiento de nuestro planeta, sabiendo que la Tierra tiene sus ciclos, sus procesos geológicos, demasiado lógicos, pues nos advierte y nos enseña la situación en la que nos encontramos. Si a esto añadimos la publicidad que se trasmite desde los medios de comunicación, advirtiendo de amenazas de nuevas epidemias, de miedos puntuales que aparecen y desaparecen en la política, en el área comercial, o sanitaria. ¡Qué culpa tendrá el maíz! ahora acotado por el hongo que produce las aflatoxinas -altamente cancerígenas- amenazando por la posibilidad de que contaminen alimentos como los frutos secos, especias y leche. La rutina diaria se ha convertido en un ¡a ver qué pasa hoy! La felicidad se encuentra atropellada, sobrevive con el rostro angostado cuando la verdad no se comunica; se entiende como una manera de eludir responsabilidades produciendo sospechas de intereses espurios, por lo que no deja de ser una cobardía irrefutable. Por otro lado los medios televisivos de las cadenas nacionales tampoco ayudan mucho con películas y reportajes de contenidos beligerantes. Estamos atravesando momentos inauditos, injustificables de inseguridad proyectada hacia el miedo, cuesta asimilar lo que está pasando. El despertar cada día se va a convertir en una superación de obstáculos ecuestres en los que tendremos que saltar vallas, bidés, ríos, muros y demás combinaciones. Hagamos algo de epicureísmo y busquemos la felicidad a través de la moderación, superando las preocupaciones y los miedos innecesarios. *Pintora y profesora
Ver noticia original