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Crespo » Paralelo 32
Fecha: 24/05/2025 10:36
Victoria. – El artista visual Luciano Quintana concluyó recientemente la restauración del Monumento al Trabajador de la cal, una emblemática escultura ubicada en la esquina de Boulevard Rivadavia y Bartoloni, obra de su mentor artístico, el escultor y docente El ‘Negro’ Francisco Menchaca. La intervención no fue simplemente técnica: tuvo una fuerte carga emocional y simbólica para Quintana, quien fue ayudante del propio Menchaca en la creación de esa pieza. Luciano es un artista formado en la ‘vieja’ escuela de Artes Visuales de la ciudad, cuya orientación de taller hacía hincapié en la parte artística más que pedagógica, y aunque no la finalizó recuerda con cariño aquellos años de la mano de referentes como Eleonora Poles, Sergio Bonzi, Mario Oviedo, entre otros; pero fue con Menchaca con quien forjó un vínculo especial: “Él me decía ‘Luciano, anotá, porque mirá que yo después no voy a estar’. Y llegó el día en que ya no está”, recordó a Paralelo 32. Antes de esta restauración, Quintana ya había trabajado en El Niño Grulla emplazada en el parquecito frente a Prefectura y que realizó en el marco de una resignificación del movimiento por la paz; pero en este caso, la intervención al Monumento al Trabajador supuso algo más: “Es un compromiso grande, pero lo hice con tranquilidad porque yo estuve desde el inicio, fui el primer ayudante escultor”, explicó. La escultura representa a un obrero de la Cal, en el momento de descanso. Lleva la ropa típica de los caleros: saco, alpargatas, boina y pico. Tiene la cabeza levantada, con un gesto marcado mirando hacia el cielo. “Ese gesto no es casual. Menchaca lo exageró a propósito, porque es un trabajador que, en ese instante, está elevando su espíritu hacia Dios. No es con el público. Se gana el pan con el sudor de su frente y se lo dice a Dios, no a los demás”, contó Quintana. La obra presentaba deterioros considerables: grietas, desprendimientos y zonas intervenidas con materiales inadecuados, como cemento blanco y verde. “Había que respetar la lógica de Menchaca: reconstituir la piedra”, dijo el escultor. Para eso, se trabajó desde adentro hacia afuera: se calaron las zonas dañadas, se reintegró el material y luego se modeló la forma original. El proceso concluyó con una capa de marmolina y cemento, siguiendo la mezcla original de su creador, y una imprimación impermeabilizante para protegerla de la humedad. “La piedra necesita mantenimiento. Cada dos años mínimo hay que aplicarle una laca con soplete, aunque esté sucia. Si no, el agua entra y destruye desde adentro”, explicó.
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