24/05/2025 13:07
24/05/2025 13:06
24/05/2025 13:05
24/05/2025 13:02
24/05/2025 13:01
24/05/2025 13:00
24/05/2025 13:00
24/05/2025 13:00
24/05/2025 13:00
24/05/2025 13:00
Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 24/05/2025 08:30
Todos conocemos, en menor o mayor medida, las catastróficas consecuencias que tuvo el último temporal que azotó la provincia de Buenos Aires durante el tercer fin de semana de mayo. En tan sólo 72 horas, se registraron precipitaciones acumuladas entre 300 y 400 mm, las que superaron ampliamente el promedio mensual habitual de 43 mm. En San Antonio de Areco, las lluvias alcanzaron los 260 mm en apenas 24 horas, una cifra calificada como “inusual” por las autoridades locales. Las consecuencias fueron inmediatas y devastadoras: más de 7.000 personas debieron ser evacuadas en zonas rurales al norte de Buenos Aires, incluyendo localidades como Zárate, Arrecifes y Ramallo. Las rutas nacionales 8, 9 y 12 (la que incluye el complejo de puentes que unen la provincia con Buenos Aires) sufrieron cortes totales en varios tramos debido al anegamiento, dejando vehículos varados y comunidades aisladas. La situación se agravó por la combinación de lluvias intensas, la crecida del río Paraná y el fenómeno de sudestada, que impidieron el rápido drenaje de las aguas. Un cambio de era Para darle un contexto a lo sucedido, Daniel Hernández, experto en climatología y exdirector de Defensa Civil, explicó que estamos experimentando fenómenos climáticos alterados y sin antecedentes. “Lo que estamos observando en los últimos 20 años es un cambio climático producto del calentamiento global. Estamos reteniendo mucha cantidad de calor y, a su vez, estamos generando comportamientos atmosféricos distintos a los registrados. Es decir, los modelos que se han tomado en base a hechos anteriores cada vez tienen menos vigencia de repetición porque los fenómenos se van multiplicando y se van modificando”, aseguró. A lo que agregó: “Tenemos un calentamiento global que va a producir, según el Servicio Meteorológico Nacional, un invierno más cálido que todos los anteriores; eso ya lo venimos observando en los últimos años, pero con la aparición de fenómenos que pueden ser extremos, como éste, en forma aislada y hasta imprevistos”. Sobre lo que desencadenó la tormenta en Buenos Aires, puntualizó: “En el caso de Zárate, lo que se produjo fue un bloqueo atmosférico, fenómenos que se vienen desarrollando desde el sur hacia el norte, como tormentas u olas de frío, que entran por el sur patagónico del lado chileno, y se desplazan hacia el centro del país y luego avanzan hacia el norte. En este caso, venía avanzando de norte a sur un frente cálido que frenó un ingreso de aire húmedo proveniente del Atlántico. Cuando sucede ese choque, se producen precipitaciones. Como la humedad era tan importante, aportada por ese ingreso desde el Atlántico, aumentó la precipitación, la cual, como no podía avanzar hacia el litoral (por eso se le llama bloqueo atmosférico), debido a la presencia de temperaturas que ingresaba de norte a sur, quedó estacionado, manteniendo la misma lluvia en el mismo lugar. Esto produjo un fenómeno de 300 a 400 milímetros en 24 horas, que es más o menos lo que debió haber llovido en tres meses”. Ante este panorama, es inevitable pensar si este fenómeno podría suceder en nuestra ciudad y cuáles serían sus consecuencias. Al respecto, el exfuncionario aseguró: “Podría haberse desplazado, absoluta y tranquilamente 50 kilómetros más arriba y tenerlo sobre nuestra ciudad. Eso podría haber sucedido”. ¿Y estamos preparados para semejante situación? La respuesta rápida parece ser que sí, pero obviamente con sus bemoles. Hernández aseguró que la ciudad cuenta con un sistema de desagües pluviales lo suficientemente eficientes como para poder drenar hacia el río un hipotético aguacero de 400 milímetros en 24 horas, pero siempre si se supone una intensidad sostenida de unos 30 milímetros por hora y que el nivel del río al momento de comenzar la lluvia esté en valores normales. Esto implicaría trastornos, pero de carácter transitorio: “Podría llegar a haber alguna casa, algún barrio, que pueda tener dificultades de accesibilidad o quedar inundado, pero con esas intensidades las pendientes hacen que el agua pueda escurrir de manera normal. Incluso es probable que, si lloviese 60 o 70 milímetros por hora, podamos tener picos transitorios en los que puede haber acumulación de agua o una corriente en algunas calles más que en otras hacia los desagües de canales que dificulta al peatón en cruzar la vereda, pero habría un escurrimiento muy rápido y no afectaría el ingreso de agua dentro de los domicilios”, aseguró. El sistema de drenaje y una obra pendiente Para entender un poco el fundamento de sus afirmaciones, Hernández explicó cómo funciona, a grandes rasgos, el sistema de desagües pluviales de la ciudad (ver infografía). Estos se podrían resumir en tres grandes grupos: Cuenca Clavarino: “Nace en Urquiza al oeste y tiene algunas ramificaciones hasta que, al llegar a la avenida Alsina, se consolida como un gran canal. Después tiene el agregado del canal de la calle Franco y van paralelos hasta la calle Misiones, en donde se transforman en el Arroyo Gaitán, lo que constituye la Gran cuenca norte de la ciudad. Esa es una cuenta rápida porque está compuesta, en lo que hace al escurrimiento, por mayoría de calles pavimentadas”. Cuenca Centro-Sur: “Está constituida por los canales que van por debajo de la avenida Del Valle hasta 3 de Febrero, y por debajo de la avenida Parque, pasa por el centro donde estaba la vía hasta el arroyo Munilla. Después, abajo del puente, confluyen ambas cuencas y siguen como canal hormigonado hasta la avenida Costanera Sur hacia el río. Eso es lo que llamamos cuenca del Arroyo Munilla. Es también una cuenca muy rápida porque todo lo que sea en áreas pavimentadas (canales, tuberías o canales de sección rectangular cuadrada de hormigón) tienen un escurrimiento muy rápido”. Cuenca de la Cañada de María Gómez: “Tiene sus nacientes en los campos del Country Club, por la zona de Radio Nacional. Corre por la calle Urquiza, pero también a campo traviesa por una cañada que se llama de María Gómez. Discurre hasta Urquiza y Parada 6, donde se transforma ya en un gran canal. Es tan amplia y baja esa parte de la cuenca que, por precipitaciones intensas, el agua desborda los sistemas y corta Urquiza desde la Parada 5 hasta la Parada 8 o 9”. Es justamente esta tercera cuenca la que requiere más atención, según Hernández. “Esa es la gran deuda que tiene Gualeguaychú. Es un proyecto que está pendiente y es muy importante. Eliminaría, en una obra, que llevará dos años de construcción a partir de su inicio, todos los problemas que tenemos de inundación de Urquiza al Oeste, barrio Florida y alrededores. Es importante que a la mayor brevedad se pueden conseguir los fondos para ejecutarla”.
Ver noticia original