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  • Carissa Véliz: "Mucha gente no se entera de qué datos está dando"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/05/2025 08:19

    Su libro ‘Privacidad es poder’, publicado en 2020, fue una gran llamada de atención a los peligros que las nuevas empresas tecnológicas, expertas en el control y la gestión de datos, suponen para los ciudadanos. En un mundo hiperconectado, la filósofa de origen mexicano expone su visión de lo que está ocurriendo. La profesora asociada de Filosofía y Ética en la Universidad de Oxford, Carissa Veliz, participará en la segunda edición del Foro del Mediterráneo de Prensa Ibérica, que tendrá lugar en Málaga el próximo 18 de junio. Las redes sociales existen y no da la impresión de que dejarán de existir próximamente. ¿Cómo actuar frente ellas? Hay diversas maneras. Depende de quién eres, de dónde vivas, de cuál sea tu apetito para el riesgo... Uno de los trucos que he aprendido, precisamente de jóvenes, es que se junta un grupo de adolescentes, de distintas partes del mundo y usan la misma cuenta. Así confunden al enemigo. No es muy fácil saber quién está haciendo qué. Se puede usar una VPN [red privada virtual], otra cosa es utilizar distintos navegadores, en algunos de ellos nunca meto ninguna cuenta. No se trata de todo o nada, se trata de ser consciente, de demandar más como consumidores, de tener más conocimiento sobre qué es mejor y qué es peor. Al menos, hay que saber en qué te estás metiendo y saber escoger alternativas. Con las redes sociales es más complicado, pero, por ejemplo, en vez de usar Whatsapp, usas Signal, es una grandísima diferencia. Y funciona igual de bien. ¿Por qué cree que estamos obviando la relevancia de la privacidad en esta sociedad? Pasan muchas cosas. Una, estamos sobrepasados, ocupadísimos, agotados... y añadir una cosa más a las preocupaciones diarias es como «ya no puedo más». Otra, hay una falta de conocimiento. Mucha gente no se entera de qué datos está dando y qué consecuencias puede tener. Otra es que la relación entre la pérdida de la privacidad y las consecuencias se ha hecho menos obvia desde la era digital. En el pasado, si ibas a una entrevista de trabajo y te preguntaban si estabas planeando tener hijos, te quedaba muy claro cuál era la consecuencia de esa pregunta. Hoy está pasando lo mismo porque están obteniendo esta información de brokers online. No te enteras. No se realiza la conexión entre perder un punto de privacidad, solo un dato, y que siete meses después, cuando buscas un trabajo, infieren que estás intentando embarazarte y que por eso no te darán el trabajo. ¿Los jóvenes desconocen más los riesgos? Me preocupa que ya hay mucha gente joven que nunca ha tenido privacidad, que ni siquiera sabe qué se siente cuando nadie le está mirando. Me da un poco de esperanza el hecho de que ya me encuentro con alumnos que no quieren estar en las redes sociales, aunque admito que mis estudiantes no son particularmente representativos del mundo. Ya no están en las redes por hastío. ¿Se está moviendo finalmente el péndulo? Sí. También lo noto en mí misma. Antes me costaba más trabajo alejarme del teléfono. En cambio, hoy ya no soporto mi propio teléfono. Esta adicción al móvil, ¿cómo se soluciona? ¿Basta con dejarlo de lado un rato? Dejarlo del todo no es factible. No es factible tener una vida normal dejándolo. Pero sí hay que valorar más lo analógico. Todo lo que importa es analógico. Desde tus relaciones personales hasta la cafetería de la esquina, la biblioteca, la escuela y el mundo natural. Y a veces se nos olvida. Una de las definiciones de nuestra sociedad es que es muy exhibicionista. Ha habido una presión increíble por el exhibicionismo. Esto de que si no tienes nada que esconder, tú publicas todo. ¿Dónde estás? ¿Qué estás comiendo? ¿Con quién? Ha sido un éxito de las tecnológicas crear esta narrativa de que la persona más transparente es de alguna manera más virtuosa, más popular, más atractiva, menos sospechosa. Pero también creo que está cambiando. Creo que, conforme acumulamos más las experiencias, desde escándalos como Cambridge Analítica hasta experiencias personales de humillación, de extorsión, etcétera, estamos aprendiendo. ¿Qué debe hacerse desde un punto de vista regulatorio con estas empresas? Muchas cosas. Para empezar, propongo que no deberíamos vender ni comprar datos personales, por las mismas razones que no vendemos ni compramos votos. Pero también se puede hacer mucho con la tecnología y la cultura. Estamos en un momento en el que la regulación es complicada. Después de una época en la que la regulación iba por buen camino, ahora hay un momento en el que parece que las barreras son un poco más altas que hace, digamos, dos años. Pero también creo que hay compañías que están empezando a ver en la privacidad una clara ventaja competitiva. Puede ser muy importante porque muchas veces, en la historia de la humanidad, ha sido una empresa la que ha cambiado los estándares que luego han inspirado una mejor regulación. Importa que la gente pida privacidad y esté dispuesta a esforzarse, sin hacer la vida imposible, sin dejar el móvil, sin hacer nada radical. ¿No ve muchas diferencias en la manera de tratar a estas empresas en Estados Unidos, donde tienen la nueva Administración de Donald Trump, y en Europa, donde además intentamos regularlas de otra manera? Podemos ver que la presión de Estados Unidos está teniendo cierto efecto. Tras el discurso, muy provocador, del vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, sobre Europa en París, se abrió de nuevo el debate sobre la directiva sobre privacidad electrónica de la Unión Europea. Fue bastante simbólico. En Europa lo vemos diferente y creo que es un momento para defender esos valores. Nuestra sociedad se basa en la defensa de los derechos humanos. Me gustaría ver más tecnología europea, que defienda los valores europeos y que no dependamos de estas grandes tecnológicas. A mí me aterra que tanto abogados como sobre todo gobiernos estén usando las aplicaciones de Microsoft y Google para cosas fundamentales. También me parece que puede ser una llamada a la innovación, incluso más que a la regulación. Vamos a construir algo mejor juntos. Usted ha mencionado en el pasado que este control tecnológico lo lideran cinco hombres desde la costa Oeste americana. ¿Es tan fundamental? ¿Qué hay detrás de estos movimientos? ¿Cómo puede ser que empresas como Meta, Apple, Amazon, Google y Microsoft tengan tanto poder? Hay diferentes tipos de poder. El filósofo Bertrand Russell señala que el poder funciona como la energía: si tienes un tipo de poder, lo puedes transformar en otros poderes. En la era digital hemos sido capaces de transformar el poder político y económico en datos y viceversa. Al transformar los datos en poder político y económico, al amasar tantos datos, tienen mucha fuerza para negociar su lugar en el mundo. Sobre todo, durante prácticamente una década o más, ni siquiera nos enteramos de que estaban amasando este tipo de poder, que luego han sido capaces de transformarlo en poder político y poder económico. Me parece muy relevante que sean cinco hombres. En general, las mujeres somos mucho más conscientes de la privacidad porque somos más vulnerables. Porque nos da miedo caminar por la noche solas, porque no le das a cualquiera tu teléfono ni tu dirección ni dices en que sitio estás comiendo todo el tiempo, como pretenden que hagas algunas apps. ¿Cómo se rompe eso? ¿Desde la política, desde los movimientos sociales? No deja de ser interesante que el nuevo Papa sea un matemático y filósofo que sepa lo que es la IA. No hay una panacea. El cambio lo construimos juntos. Con la sociedad civil, con la educación, con mejor tecnología, con mejor regulación, con menos corrupción, con menos racismo, con menos sexismo. Es un proyecto conjunto. Los medios de comunicación también viven esta transformación digital y la gestión de los datos es fundamental. ¿Qué papel deben tener estos medios? Tengo muy buenas relaciones con muchos periodistas, por muchas razones, entre profesionales y personales. Algo que he notado es que la gran mayoría, el 99% de los periodistas con los que lidio, no tienen ni idea de la privacidad. Incluso periodistas de investigación están lidiando con fuentes vulnerables. No hay suficiente conciencia de que el periodismo depende de la privacidad. Si no tienes privacidad, no te puedes proteger, ni a ti mismo ni a tus fuentes. Y, entonces, ¿en qué quedamos? Uno de los ejemplos que doy es el escándalo de Pegasus, ese software que se usa para hackear teléfonos. El país mejor representado en esa lista de gente que había sido hackeada es México. Y no me parece una coincidencia que México también sea el país donde se asesinan a más periodistas al año. Sin privacidad no hay democracia y no hay periodismo. ¿Un consejo? Aprender de privacidad y proteger la privacidad de las fuentes, pero también de los lectores. No vale eso de tener las páginas que sean de lo peor y al mismo tiempo actuar como watchdogs. Se supone que parte del deber del periodismo es defender la democracia. Y, por otro lado, también informar mejor a la gente de esto y generar presión para que la situación cambie. ¿Cree que sería muy difícil hoy un Watergate para poner un extremo más...? ¿Es mucho más complicado que hace 50 años realizar periodismo de investigación? Para las cosas importantes, sí. Imagine ser la fuente de una historia de seguridad nacional. ¿Cómo te acercas al periodista? ¿Cómo te reúnes con él? En todas partes hay cámaras. Es aterrador. Hay cámaras no solo en cada esquina, también dentro de cada café, cada bar y cada parque. Si yo realmente tengo una historia peligrosa en contra del Gobierno, ¿cómo me acerco a un periodista? Se está volviendo cada vez más difícil.

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