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» El Ciudadano
Fecha: 22/05/2025 22:12
Desde Garfield hasta los gatos callejeros con manchas naranjas y negras, los felinos pelirrojos siempre han tenido algo especial. Durante décadas, los genetistas sabían que el color naranja estaba relacionado con el cromosoma X, es decir, uno de los cromosomas sexuales, pero el gen exacto detrás del fenómeno se les escapaba, hasta ahora. Un grupo de investigadores en la Universidad de Kyushu (Japón) ha identificado la “miau-tación” (sí, así la llaman informalmente) que provoca la coloración naranja en los gatos. El estudio, publicado el 15 de mayo en Current Biology, apunta a una mutación por borrado en el gen ARHGAP36, una pieza del genoma que nunca se había asociado al color del pelaje y cuya función va mucho más allá de la estética.¿Por qué los gatos de color naranja suelen ser machos? La explicación genética es simple, pero fascinante. El gen que determina el color naranja del pelaje está en el cromosoma X. Como los gatos machos tienen solo un cromosoma X, basta con que hereden la versión “naranja” para lucir ese color. Las hembras, con dos cromosomas X, necesitan heredar dos copias del gen para ser completamente naranjas, algo poco común. Si heredan una copia naranja y otra negra, terminan siendo calicó o carey, con un característico pelaje a manchas. Lo curioso es que, durante el desarrollo embrionario, cada célula apaga aleatoriamente uno de los dos cromosomas X, y esa desactivación se mantiene al dividirse. Resultado: unas zonas del cuerpo expresan el gen naranja, otras el negro. Así nacen los patrones a manchas. La pieza que faltaba en el puzle genético felino Hiroyuki Sasaki, genetista y amante declarado de los gatos, decidió resolver el misterio con ayuda de la ciencia y del crowdfunding. Analizó el ADN de 18 gatos (10 naranjas y 8 de otros colores), y encontró que todos los gatos naranjas compartían una misma deleción en el gen ARHGAP36. Al ampliar el análisis a 49 gatos más, la correlación se mantuvo. Lo sorprendente es que la mutación no afecta a la proteína que produce este gen, sino a una región no codificante, es decir, a una parte del ADN que no produce proteínas en el organismo. Esto es clave: el gen está implicado en procesos esenciales del desarrollo, así que cualquier alteración en su proteína podría ser peligrosa. Pero al eliminarse solo un fragmento regulador, el resultado es un cambio en su actividad y en el color del pelaje. Cuando el equipo analizó la piel de gatas calicó, descubrieron que en las zonas del color naranja en el gen ARHGAP36 estaba mucho más activo que en las zonas negras o blancas. Todo encajaba. La actividad elevada de ARHGAP36 parece reducir otros genes responsables de producir eumelanina, el pigmento oscuro. En su lugar, se produce más feomelanina, que da el color naranja. La hipótesis es que este cambio de actividad pigmentaria es el responsable del característico tono anaranjado de estos gatos. Pero hay más: el gen también está activo en otras zonas del cuerpo, incluyendo el cerebro y algunas glándulas. ¿Podría influir en el comportamiento? Algunos dueños lo creen. “No hay pruebas científicas, pero muchos juran que los gatos naranjas son más sociables o alocados”, dice Sasaki entre risas. “Sería interesante investigarlo”. ¿Los gatos del antiguo Egipto también eran de color naranja? El siguiente paso del equipo fue averiguar cuándo apareció esta mutación. ¿Es moderna o existe desde tiempos remotos? Tuvieron una idea ambiciosa: analizar el ADN de gatos momificados en el Antiguo Egipto, o estudiar pinturas antiguas para buscar indicios del color naranja. Si logran hacerlo, podríamos estar ante una de las historias evolutivas más curiosas contadas por un gato. Por si fuera poco, este descubrimiento podría tener aplicaciones médicas. El gen ARHGAP36 también existe en humanos y se ha relacionado con procesos como la caída del cabello o algunos tipos de cáncer de piel. Comprender su funcionamiento en gatos podría abrir nuevas vías de investigación. Porque, a veces, entender por qué un gato es naranja puede enseñarnos mucho más de lo que parece.
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