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» Primerochaco
Fecha: 22/05/2025 04:11
Por Pablo Aiquel Especialista en Seguridad Vial Argentina tiene un problema serio con el respeto a las normas viales, y entre ellas, una de las más elementales —pero también más ignoradas— es la prioridad de paso. Aunque la Ley Nacional de Tránsito establece claramente quién debe ceder el paso en distintas situaciones, la falta de conocimiento y el desprecio por estas reglas siguen siendo moneda corriente. El resultado es evidente: calles caóticas, accidentes evitables, lesiones graves y muertes que podrían haberse prevenido con una mínima cuota de respeto y educación. Vivimos en una cultura del volante donde prima el «sálvese quien pueda». Donde muchos manejan como si estuvieran solos en la vía pública. Y en ese escenario, la prioridad de paso, lejos de ser una herramienta para organizar la circulación y evitar siniestros, se transforma en una fuente de conflicto. ¿Quién pasa primero? ¿Quién tiene razón? ¿Quién se impone? Una breve historia que muchos olvidaron Vale recordar que Argentina no siempre circuló por la derecha. Hasta el 10 de junio de 1945, los vehículos lo hacían por la izquierda, siguiendo el modelo británico. Fue recién a las 18 horas de ese día que se cambió oficialmente el sentido de circulación, alineándose con los países vecinos. Esta decisión no fue menor: afectó señales, autos, hábitos, esquinas, normas. Hoy parecería absurdo conducir por la izquierda, pero es una muestra de cómo las normas viales pueden (y deben) adaptarse para mejorar la seguridad y coherencia del tránsito. Aun así, de poco sirve circular todos por el mismo lado si no sabemos —o no nos interesa— cómo ceder el paso. El principio básico: la derecha La regla general indica que en una esquina sin semáforos ni carteles, el vehículo que llega primero tiene prioridad. Si dos vehículos llegan al mismo tiempo, se debe ceder el paso a quien viene por la derecha. Simple, lógico, efectivo. Pero no es lo que ocurre en las calles de Resistencia, ni en muchas otras ciudades del país. El desconocimiento, la falta de formación vial desde edades tempranas, y la escasa fiscalización hacen que en cada cruce se genere un dilema. ¿Quién pasa primero? La respuesta muchas veces la da el más apurado, el más imprudente, o directamente, el más fuerte. Así, quien respeta la norma queda en desventaja frente al que avanza sin mirar. El peatón, el gran olvidado Uno de los principios fundamentales de cualquier sistema vial moderno es la protección del usuario más vulnerable: el peatón. Sin embargo, en Argentina el peatón parece condenado a correr, a esquivar autos, a hacer señas, a mirar mil veces antes de cruzar. Aunque la ley establece que en cualquier esquina —haya o no semáforo o senda peatonal— el peatón tiene prioridad, esto rara vez se respeta. Las ciudades chaqueñas no son la excepción. Basta con pararse en una esquina de Resistencia o Sáenz Peña para ver cómo los autos, motos y hasta bicicletas se lanzan sobre la senda peatonal como si fuera una prolongación del asfalto. Y peor aún: en horarios escolares, donde los niños cruzan con mochilas y en grupos, la escena se vuelve peligrosamente habitual. ¿Qué mensaje estamos dando como sociedad? Las rotondas: un conflicto en espiral Las rotondas fueron creadas para ordenar el tránsito y reducir los puntos de conflicto en las intersecciones. En teoría, funcionan de manera eficiente: el que ya circula por la rotonda tiene prioridad sobre quien va a ingresar. Pero en la práctica, en muchas rotondas del Chaco ocurre lo contrario. En intersecciones como la de Lavalle y Ábalos, o la rotonda de la ruta 11 en Fontana, los vehículos ingresan sin frenar, sin mirar, sin respetar al que ya está adentro. Se ha naturalizado que el más decidido —o el más apurado— se impone. Esto no solo contradice la ley, sino que genera peligros constantes. Y cuando la norma no se respeta, cuando nadie la hace cumplir, cuando la educación vial brilla por su ausencia, se instala la ley de la selva. Ambulancias, bomberos y policía: prioridad sí, pero con condiciones Los vehículos de emergencia tienen prioridad de paso cuando circulan con balizas y sirena encendidas. Es una norma clara que busca garantizar la rápida atención de urgencias. No obstante, en la práctica muchas veces circulan solo con luces, sin sirena, generando confusión entre los conductores. ¿Cedo o no cedo? Aquí también se necesita criterio y formación. Quienes conducen estos vehículos deben cumplir con los requisitos para que su prioridad sea respetada. Y el resto de los conductores debe comprender que ceder el paso en estos casos puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. Avenidas y calles: cuando la ley provincial aclara lo que la nacional deja abierto En el caso del Chaco, la Ley Provincial 2949-T resolvió un vacío de la normativa nacional, estableciendo que las avenidas tienen prioridad por sobre las calles, sin importar la dirección de circulación. Esta medida favorece la fluidez en arterias principales y otorga claridad. Sin embargo, esto no significa licencia para circular sin precaución. Porque el sentido común debe estar siempre por encima de cualquier cartelería. Los problemas más graves se dan cuando los conductores giran a la izquierda en avenidas donde está prohibido, o realizan maniobras como vueltas en U en medio del tránsito. Estas infracciones no solo son ilegales, sino sumamente peligrosas. Educación, control y conciencia: las tres patas de una política seria Si queremos cambiar esta realidad, necesitamos un enfoque integral. La educación vial debe ser prioritaria en las escuelas, no solo como parte de actos simbólicos el 10 de junio, sino como contenido curricular serio y sistemático. Debemos formar desde pequeños a ciudadanos conscientes del riesgo vial. Por otro lado, es indispensable reforzar el control. Las infracciones deben sancionarse, no con un fin recaudatorio, sino preventivo. Hoy, la impunidad reina en las calles. Las cámaras de vigilancia, los operativos y las multas deben ser parte de un sistema coherente y justo. Pero todo esto no servirá de nada si no hay un cambio cultural. Necesitamos asumir que manejar no es un acto privado, sino una responsabilidad pública. Que cada vez que encendemos un motor, estamos comprometiendo no solo nuestra vida, sino la de los demás. Y que ceder el paso no es una muestra de debilidad, sino de civilización. Las prioridades de paso no son una cuestión menor. Son una herramienta para ordenar, prevenir y salvar vidas. Pero como toda norma, solo es eficaz si se respeta. Y para que se respete, debe ser conocida, entendida y valorada. En el Día de la Seguridad Vial, no basta con pintar sendas peatonales o repartir folletos. Hace falta una decisión política y social profunda. Una transformación que nos haga pasar de la selva del asfalto al tránsito como espacio de convivencia. Porque el respeto por la prioridad de paso es, en última instancia, el respeto por el otro. Y en eso, todavía estamos en deuda.
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