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Parana » Ahora
Fecha: 21/05/2025 13:31
Cuadrillas y cuchillas Parecía que aleteaban pero eran caballos, una cuadrilla de potros lustrosos que atropellaban yuyos en la banquina. El Blanco Wisner tenía las espuelas ensartadas en las clavijas del animal que refulgía como un metal entre los otros. Nosotros viajábamos en auto desde Viale a Paraná. Papá aceleraba poco: en la ruta, en la casa, sobre sus pantuflas, encima de su escritorio del banco de entre ríos. Caballo cansado. Algunos días, a la salida de la escuela lo visitaba y le pedía que me sentara en su silla con rueditas, giraba como una bailarina en la jaula. Los papeles sobre su escritorio también aleteaban. Pensaba en las garzas que el Blanco Wisner hacía desparramar con su tranco. Pensaba que mi padre podría haber elegido otro destino menos estancado. Pero era un señor gris en traje gris que miraba con sus ojos claros nublados y no decía mucho, apretaba la abrochadora con fuerza sobre hojas llenas de números, la osadía de su vida, morder con ganchos de metal, perforar seis o sietes, tachar cifras, errar cálculos, decir buenos días unas setenta veces. Cuando salía de saludarlo y cruzaba a la plaza San Martín, imaginaba el rebenque del Blanco Wisner, el giro sobre el cielo, la fusta marcando un círculo, envolviendo nubes, tragando teros, el remolino de sus patas zanjando la tierra.
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