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» Diario Cordoba
Fecha: 21/05/2025 12:07
Hay ciudades especialistas en conservar con mimo todo su patrimonio. Les ocurre igual que a muchas personas, que atesoran hasta el más nimio recuerdo con tal de no deshacerse de parte de su memoria. Otras, en cambio, avanzan hacia el futuro sin mirar atrás, evitando dar demasiado valor al legado de sus antepasados. En esa huida hacia adelante, que transforma edificios en virtud de las necesidades de cada época, resulta a veces complicado identificar los vestigios de otros tiempos y seguir el rastro histórico de los edificios. Un ejemplo en Córdoba de esa transformación del patrimonio histórico es el inmueble de la calle Velázquez Bosco 3, una casa patio levantada en el siglo XVII en el solar de la antigua cárcel árabe (que se trasladó a la Corredera) para albergar uno de los teatros más modernos de la España de la época, lugar de estreno del primer Don Juan de Tirso de Molina para deleite de los cordobeses, que acudían al afamado barrio de la Catedral para asistir a estrenos de compañías como la del famoso Lope de Rueda, que trabajó de forma fija en las instalaciones. Según relata el profesor de la Universidad de Londres Ángel María García Gómez, dicho teatro se estrenó el 25 de diciembre de 1602 tras una importante reforma cuyo objetivo era «ingresar para el erario público el dinero que hasta entonces se había embolsado un particular, con su particular casa de comedias». Ese nuevo corral de comedias se levantó siguiendo un proyecto del arquitecto Juan de Ochoa, que situó la ciudad en la vanguardia de este tipo de edificaciones de la España del siglo XVII «por delante de los corrales madrileños». El uso del inmueble motivó que la calle se llamara de las Comedias, como la siguen llamando los más antiguos, destacando por el patio semicircular con más de 400 asientos y capacidad para 800 espectadores. Fachada del antiguo Colegio de Enfermería de Córdoba. / Manuel Murillo Aquella casa de comedias surgía «de un hecho económico», de la perentoria liquidez del Cabildo municipal, que se hace así con el monopolio del negocio del teatro. Así funcionó casi un siglo, siendo un espejo de las tensiones de las clases sociales cordobesas. Según relata un antiguo boletín de la Real Academia de Córdoba firmado por Miguel Muñoz Vázquez, «en 1694 hubo un revuelo entre los partidarios del teatro y los contrarios; era un día de Carnaval y fueron apresados por el corregidor Sandoval los que estaban dentro del edificio y llevados a Sevilla. La Inquisición también hizo una de las suyas contra el teatro de Córdoba porque no dejaban entrar gratis a los familiares del Santo Oficio. El beato Francisco de Posadas persiguió furiosamente al teatro y a sus cómicos. Pertenecía al convento de San Pablo y un día entró en el teatro, con un crucifijo en la mano, para convertir a los que estaban dentro. El alboroto fue enorme, algunos de ellos fueron apresados y se cerró el teatro». Con la iglesia habían topado. Aquel edificio sería propuesto después para albergar la lonja aunque acabaría siendo parcialmente víctima de la piqueta. A partir de 1708, el edificio pasó a ser propiedad del Cabildo Catedralicio, y en él se instaló el Museo de la Catedral a principios del siglo XX. Un siglo después, en 2003, el Colegio de Enfermería de Córdoba inauguraba allí su sede tras una rehabilitación que llevaron a cabo los arquitectos Gabriel Rebollo, Sebastián Herrero e Isabel Fernández. La planta baja se llenaba así de oficinas, a las que se accedía a través del patio central, destinado la planta alta a aulas para formación. Dos décadas después, la realidad se impone y en un intento de rentabilizar el edificio para beneficio de los colegiados, la antigua cárcel, corral de comedias, museo y colegio de enfermería pasará a albergar apartamentos turísticos. Antes de eso, la empresa arrendataria y explotadora procederá a rehabilitar el espacio, protegido por el Plan Especial del Casco Histórico. Y la memoria local seguirá sumando historias. Suscríbete para seguir leyendo
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