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  • Educar en el respeto a la dignidad humana

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 21/05/2025 02:02

    Prof. Hugo Héctor Pais (*) Los hechos y acontecimientos, de lo cotidiano, en nuestra sociedad, me conducen a reflexionar en torno de esta cuestión, “educar en el respeto a la dignidad de la persona humana”, y de la humanización de la cultura, en todos sus aspectos. Creo en estos días, es necesario hablar de la humanización de la calidad de los servicios que se brindan a las personas, particularmente a los niños y a los ancianos. Cuando hablo de humanización, con este concepto me refiero a la calidad de la relación con el otro, al compartir una comunidad y el contacto empático, amable, solidario. Lo he dicho muchas veces, que pensar en el otro, es pensar en el otro yo, en mi hermano de la humanidad. Referirme a la humanización es hablar de la atención y cuidados, necesarios, basados en el respeto y la cercanía, ejercitando la empatía, para poder comprender la situación del que sufre y así ayudarle en la medida de lo posible, hacerme cargo solidariamente de las necesidades del otro. No puedo omitir, hablar de la dignidad del ser humano, y decir por ello, que es un concepto fundamental que reconoce el valor intrínseco e inalienable de cada persona, independientemente de su raza, religión, género o cualquier otra característica. No apelo acá, a cuestiones constitucionales (derecho positivo), sino a la naturaleza misma de la creatura humana. Debo ser claro y decir, que la dignidad humana, es el fundamento de los derechos humanos, que se basan en el respeto y la protección de la integridad de todas las personas, ella se manifiesta en la libertad, la igualdad, la justicia y el respeto por la autonomía y la autodeterminación de cada individuo. Cuidarlo, atenderlo y no negarle lo necesario, es deber del Estado. Hablar, en estos tiempos, de la "vida digna" es hacer presente que ello refiere al derecho de todas las personas a vivir con probidad, lo que incluye tener acceso a condiciones de vida básicas. Significa, sobre todo, tener las necesidades básicas cubiertas (alimentación, vivienda, salud, educación). Este desafío, nos es pedido a todos los ciudadanos tanto como derecho y como deber, de no dejar de ejercerlo, exigir y cumplir. Sin embargo, el concepto de dignidad humana hace referencia al derecho que tienen las personas de ser valorados y respetados. Lo que les permite ser reconocidos como seres individuales y sociales, con todas las características que definen a una persona. Así digamos que “humanizar, reclama también la dimensión ética”: hacerse benigno, ser bueno en el contexto del que se trate. Es decir, constituye un reto ético consistente en trabajar por llevar las cosas de cómo son a cómo deberían ser. Estos tiempos nos reclaman un retorno a la visión ética y moral, al ejercicio en su caso de la función pública, con justicia y equidad moral. Ciertamente, la dignidad del enfermo, por ejemplo, en condiciones críticas o terminales exige que todos realicen los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento, mediante unos cuidados apropiados y evitando cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada. Estos cuidados responden al “constante deber de comprender las necesidades del enfermo: necesidad de asistencia, de alivio del dolor, necesidades emotivas, afectivas y espirituales”. De hecho, la atención humanizada se caracteriza por un trato cordial y empático, en el que se reconoce al enfermo como una persona con necesidades únicas. Al tener en cuenta su individualidad, cumple con el objetivo de satisfacer de manera integral sus expectativas como pacientes, consumidores de un servicio, demandantes de una atención particular. Hablamos así de la atención humanizada, por lo cual insistiremos en emplear, sin excepción, las siete claves para Humanizar los Servicios de Salud: -Seguridad del paciente, -Mejoramiento continuo de los procesos, -Manejo del dolor, -Calidez, -Comunicación asertiva, -Información, -Fidelización del paciente. Debemos decir sin temor, que no hay condiciones en ausencia de las cuales la vida humana deje de ser digna y pueda, por tanto, suprimirse, “la vida tiene la misma dignidad y el mismo valor para todos y cada uno“, y seré reiterativo: sin distinción de ninguna especie. Creo contribuir a la reflexión, de mis pares educadores, en la inevitable formación humana de nuestros niños y jóvenes, que serán los futuros dirigentes de la sociedad, que siempre antepongan principios de respeto de orden ético y moral, para abordar con responsabilidad los derechos que hacen a la humanización de la cultura y a la plenitud de la dignidad humana. (*): docente.

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