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» Misionesparatodos
Fecha: 20/05/2025 19:03
El PRO, ante la peor crisis de su historia. ¿Cómo sigue la negociación con Milei? Un mensaje para el peronismo en la provincia de Buenos Aires. Tierra del Fuego y la importancia de los datos. En “Nota para un cuento fantástico”, Jorge Luis Borges decía que “la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”. Uno podría presumir que el más importante escritor del siglo XX no había visto, aún, el resultado en las elecciones a legisladores porteños. La degradación comparativa, con perdón del lector, aplica a las reacciones del PRO frente a la humillación a la que lo sometió, en las últimas 48 horas, La Libertad Avanza. Luego de las críticas de Mauricio Macri por la viralización del video falso del sábado, Javier Milei lo tildó de “llorón” y dijo que está “hecho de cristal”. En un reportaje posterior al triunfo de Manuel Adorni, sugirió que el expresidente estaba con dificultades para comprender la época producto de su edad, sentenció que el PRO está “obsoleto” y anticipó que “el acuerdo (en provincia de Buenos Aires) está avanzado, le guste o no a Macri”. Solo alguna de esas degradaciones hubiera determinado una ruptura en cualquier acuerdo táctico del pasado, pero en este caso mereció una respuesta moderada: Macri le dijo a Milei que deja de llorar si él deja de insultar a los periodistas y economistas, reconoció que se va de viaje por 15 días y dejó para negociar a Cristian Ritondo, que ya tenía la faena a medio hacer. La elección de Ritondo no es menor. Si bien Macri tiene pliegues que son difíciles de predecir, se podría pensar como un primer gesto hacia el Gobierno. “Una capitulación”, se entusiasman en LLA. ¿Por qué, entonces, es ungido el dirigente del PRO de más cercanía con Santiago Caputo? “Si ponía a otro, Santiago iba a pedir igual que fuera Cristian”, dicen cerca del asesor sin estabilidad laboral que, felizmente para su equipo en particular y el Gobierno en general, volvió a bajar el perfil. Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro son los dirigentes amarillos en tránsito hacia el violeta. El caso de Montenegro tiene un extra: hay quienes en el Gobierno lo ven como un reemplazo de Patricia Bullrich en caso que la ministra sea candidata a senadora nacional por la Ciudad de Buenos Aires. En PBA, el oficialismo apunta a sellar, donde convenga, un frente por secciones con el PRO y el radicalismo. En lo nacional, sólo adhesión con la boleta de LLA. En Casa Rosada se entusiasman con que ese formato se replique en todo el país. Otra de las grandes ganadoras del domingo fue Karina Milei. La hermanísima terminó de aceptar que Adorni fuera el candidato oficialista y, además del triunfo, tuvo otro motivo para sonreír: Ramiro Marra, excomulgado del gobierno, no rompió el piso, quedó afuera de la Legislatura y ahuyentó los fantasmas que pretendían responsabilizar a Karina por una eventual derrota si el candidato de la UCeDe dividía de manera más relevante los votos con el vocero presidencial. LLA, una fuerza anticasta que le permite llegar a sectores donde el kirchnerismo funcionaba, pero luego se alejaron de la política en general, funciona como eso y, hoy, como el mejor vehículo del antikirchnerismo: ahí jibariza al PRO. La apatía de los votantes, el desencanto o desinterés electoral fue marcado en la elección porteña del domingo, donde la participación –o la falta de ella– marcó un nivel récord. El voto del 53% del padrón fue el mínimo desde que se tienen registros. Conviene de todas maneras marcar un matiz, que no cambia el diagnóstico pero sí lo atenúa. Desde 2021 la Ciudad incorpora automáticamente, junto a los ciudadanos, al padrón de extranjeros residentes que tienen derecho a votar en las elecciones locales pero no en las nacionales –aunque, igualmente, en líneas generales lo hacen muy poco. Cuando se compara la participación, suelen utilizarse guarismos de la elección nacional –donde los extranjeros no votan. Si sólo midiéramos a los ciudadanos argentinos, la participación sería del 61% y no del 53%. La diferencia son los 600 mil extranjeros que figuran en el padrón de la ciudad, con una participación del 14%. Comparado con la elección de 2021 –cuando la participación total fue del 65,7% y de ciudadanos, 73,4%– o del 2023 –67,6% y 76,7%–, indica que bien medida la caída de la participación se mantiene grande, pero queda en doce o quince puntos, en lugar de veinte o veinticinco. Una baja cantidad de electores beneficia a quienes tienen sus bases movilizadas que, en términos porcentuales, mejora sus posibilidades frente a espacios menos intensos. Pasó con el kirchnerismo antes, pasa con LLA avanza ahora. Por eso, si bien con el diario del lunes se instaló la lectura más evidente –y probablemente correcta– de un error en el seteo de expectativas de Leandro Santoro, la pregunta se impone: ¿hubiera sacado 28 puntos si no existía la posibilidad de verlo ganador para su electorado con esos números de participación? ¿Qué hace pensar que con un peronismo detonado en (casi) todas las provincias que tuvieron procesos electorales hasta el momento el resultado de Santoro hubiera sido muy distinto en caso de empezar a correr desde atrás? Si bien las certezas están de moda, la elección en la Ciudad probablemente genere más preguntas que respuestas. Si no, que lo diga Principios y Valores, el espacio de Guillermo Moreno en la Ciudad de Buenos Aires que perdió con todos los radicales que había en la boleta: el propio Santoro, Paula Oliveto y la debutante Lula Levy. Un alerta para el peronismo en la provincia de Buenos Aires. El desdoblamiento no dio el resultado que Jorge Macri buscaba porque, a pesar del descalce, nacionalizó igualmente la elección por los nombres en la boleta. Un caso paradigmático podría darse en territorio bonaerense: el kirchnerismo sostiene que “es mejor discutir la macro de Milei que hacer campaña defendiendo la educación y la seguridad de la Provincia”. Parece difícil de discutir. Axel Kicillof podría especular con que, en caso de un triunfo en PBA, a su estrategia se le permitiría narrarse como exitosa. Y, en caso de perder, que la presencia de Cristina Kirchner en la tercera sección y, posiblemente, Sergio Massa en la primera escaló un debate que debía ser solo bonaerense. Sería un error: tanto Cristina como Massa son los principales activos electorales del peronismo junto con el gobernador. El contexto económico, lejos de ser el drama que un sector de la oposición preveía para el Gobierno a esta altura, operó como facilitador electoral en el distrito subnacional con el mayor ingreso per cápita del país. Las dudas sobre el futuro económico, el volumen y las características del acuerdo con el FMI -y sobre las necesidades de corto plazo de un oficialismo al que juzgaban condenado a una devaluación temprana que evitara pasar apuros en octubre- se encontraron con un auxilio del organismo de crédito mucho mayor al esperado que, sin embargo, todos los análisis descartaban que pondría el dólar en torno a los 1400 pesos. Ninguna de las previsiones se cumplió y se produjo una salida parcial del cepo algo más agresiva de lo previsto, que ubicó el tipo de cambio en torno a los 1.150 pesos, más cerca del piso que del techo de la banda. El efecto de la alta inflación de marzo se atenuó en abril –aunque se mantuvo constante el valor núcleo– y según todas las mediciones continuó la tendencia en mayo. El presidente cumplió su promesa nodal de bajar la inflación y disipó las dudas en este sentido que lo acompañaban desde comienzos de año. La caída salarial registrada en marzo por primera vez en muchos meses sigue el tranco de la inflación, por lo que es de esperar que se debilite en abril y, de no haber cambios en la política cambiaria –o en la coyuntura que la posibilita–, muy probablemente los salarios volverán al sendero de recuperación real, moderada en los próximos meses, ayudados también por un efecto riqueza en dólares y una apertura que presiona sobre el precio de los bienes, particularmente durables. La trampa, como siempre, es la sostenibilidad del modelo. El tipo de cambio se ubica en niveles de apreciación máximos –para los precios del dólar en mercados libres– desde la convertibilidad. Argentina, en la comparación internacional, está cara en dólares. Y el Banco Central, no acumula activos en forma de reservas. Una debilidad estructural que el gobierno no piensa abordar y un punto donde contradice expresamente una de las exigencias escritas del programa acordado con el Fondo Monetario. El Gobierno, como sus predecesores, se encamina a incumplir el acuerdo y negociar la vista gorda del organismo en cuanto el programa choque de frente con sus objetivos políticos. Seguramente prometerá que más adelante, con la política acomodada, se ocupará de lo que falta. La prioridad de ahora es octubre y el grueso de los dólares ya fue depositado. El gobierno que, inéditamente, hará un ajuste en año electoral, lo compensa con la máxima de Emmanuel Álvarez Agis: “Los gobiernos peronistas regalan pesos y los no peronistas regalan dólares”. El Plan Platita de Toto Caputo para las clases medias altas y altas de nuestro país. La apuesta a los resultados electorales por sobre la solidez macroeconómica tiene otro punto: el mercado la compra. La reacción, con el riesgo país firme debajo de los 700 puntos y los bonos y acciones argentinas al alza, indican una preferencia que excede la racionalidad de los balances externos. Un recorrido lineal hasta octubre –que, se dijo en este espacio y corresponde repetir: no está dado ni mucho menos y podría encontrar obstáculos cercanos– y una eventual victoria electoral a nivel nacional podrían impulsar a un nuevo voto de confianza. Si el Gobierno pudiera regresar a los mercados de deuda voluntarios, en un contexto de equilibrio fiscal y suponiendo alguna recuperación del precio de los productos que exporta o puede exportar argentina –básicamente, agrícolas, minerales e hidrocarburos–, el carretel del atraso cambiario podría durar mucho más de lo que se puede calcular hoy que sería la racionalidad económica. Como repetía el némesis teórico del presidente, John Maynard Keynes, los mercados pueden permanecer irracionales más tiempo del que podés permanecer solvente. Macri lo recordó del modo más amargo. ¿Habrá tomado nota el peronismo en la provincia de Buenos Aires? Si la mejora relativa en la economía fue el caballo sobre el que se montó el Gobierno para ganar la elección, los ataques desde el propio cuadrante ideológico contra el oficialismo que ofreció aumentos de la AUH a los pobres, dólar barato para la clase media y negocios financieros para los ricos, se montaron sobre la idea de un electorado porteño cuya supuesta sofisticación y vocación presuntamente institucional podría abrirle una grieta significativa con sus votantes. Los operadores de la agenda de una oposición cuyo caballito de batalla fueran las posturas republicanas quedaron entre los grandes desmentidos por la realidad el domingo a la noche. Con sus obvios defectos en materia democrática, Ficha Limpia fue presentado como una importante cuestión de campaña y sobre esa legislación –y su fracaso en el Congreso– se montaron tanto Macri como la propia Lospennato y una multitud de comunicadores afines que especulaban respecto del efecto de la caída de la ley sobre la candidatura de Adorni. Si hubiera que guiarse por los movimientos electorales y establecer correlaciones espurias, Adorni podría jactarse de que no sólo no fue herido, sino que la discusión de Ficha Limpia coincidió con su sprint final ganador. El mito sobre la potencia de la agenda republicana quedó desacreditado en el ámbito de la campaña electoral y la acumulación de votos. Ficha Limpia fue irrelevante en el tramo final de la campaña, pero queda por saber cuánto del resultado se sirvió del vocero presidencial, que anunció medidas cuyo impacto beneficiaría desproporcionadamente a los electores porteños. Entre otras, la promesa de una importante baja de precios a partir de la eliminación de los aranceles para los celulares importados junto a una rebaja de impuestos internos a la mitad y su reducción a cero para los ensamblados en Tierra del Fuego. La medida pone en tela de juicio la viabilidad del esquema de negocios de producción de celulares en la isla ya que —si bien el Gobierno no tocó hasta ahora los beneficios fiscales para el régimen fueguino– a las empresas no les alcanza con ese diferencial de impuestos internos y la exención impositiva en IVA y Ganancias para ser competitiva en estos dispositivos. Previsiblemente, en este contexto, los teléfonos celulares en Argentina se cuentan entre los más caros del mundo. De acuerdo a cálculos de Fundar, nunca desmentidos, el régimen de ensamblaje de celulares en la isla tiene un costo fiscal anual que supera los 500 millones de dólares. Como casi la totalidad de los componentes vienen listos, en un kit desarmado cuya agregación de valor local es mínima, el ensamblado del teléfono genera un nulo ahorro en divisas, al tiempo que suma los costos de operación por realizar la actividad en un sitio muy lejano a los centros de consumo. Se trata de la más importante y menos beneficiosa de las industrias electrónicas radicadas en la isla. Una mirada atenta aconseja, sin embargo, una posición matizada y cautelosa ante los anuncios oficiales. Cualquier intento de reformular la matriz productiva de un territorio debería tomar en cuenta las consecuencias sociales y económicas de dicha reformulación. El régimen representa cerca del 30% del empleo registrado en la provincia (aunque si pudiera aislar a los celulares del resto de la producción, se trata de una porción relativamente menor del total de empleados) y su desaparición generaría una crisis económica profunda, particularmente a la ciudad de Río Grande, donde se encuentran las industrias y vive casi la mitad de los fueguinos. No hace falta adherir a explicaciones conspiranoicas para asignar responsabilidad al Estado en dar soluciones para una transición hacia actividades económicas más sustentables. El caso fueguino, además –a pesar de las particularidades de su régimen– es representativo de una mirada sumamente despectiva sobre la industria nacional que prevalece en el oficialismo. Durante el gobierno de Milei hubo una pérdida de más de 30 mil empleos en la industria manufacturera. El combo apertura y apreciación cambiaria vuelve los salarios relativamente altos en dólares aún sin aumentos de su poder adquisitivo y es letal para la competitividad. Incluso un horizonte en el que todas las previsiones del gobierno se cumplieran a la perfección –con una Argentina que ordena su macroeconomía y crece con ingreso de capitales–, el modelo deseado se parece más al peruano que al de un país con diversificación productiva y desarrollo. El escenario ideal oficialista vuelve la economía local sustentable con un fuerte crecimiento en las exportaciones primarias y los servicios, a costa de la industria. Vaca Muerta, la minería, y el agro prometen actividades dinámicas desligadas del mercado interno, mientras los servicios públicos regulados recuperan tarifas y rentabilidad. No extraña que Rubén Cherñajovsky, de Newsan –una de las dos grandes compañías que producen en Tierra del Fuego–, y el CEO de la firma, Luis Galli, aparezcan como inversores en la creación de un holding que adquirió recientemente un grupo de empresas de distribución, transporte y generación eléctrica de varias provincias argentinas. En la mejor de las versiones, un movimiento representativo de los cambios materiales que alumbran las elecciones. En la peor, una compensación patriótica. Por Iván Schargrodsky:Centinal
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