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» Diario Cordoba
Fecha: 20/05/2025 04:11
Los baños árabes de San Pedro de Córdoba, ubicados en la calle Carlos Rubio, se construyeron en el siglo XII, en un momento en el que había en Córdoba más de 500 instalaciones de este tipo. Había baños públicos, pero también baños privados. Hay documentos escritos que relatan la construcción de alguno de esos espacios privados que los más pudientes construían a modo de obsequio para sus mujeres y de los que no hay restos conocidos. Los baños públicos de San Pedro fueron propiedad de la mezquita almorávide a la que estaban vinculados hasta que, con la conquista cristiana, el rey Fernando III se los queda, llegando después a manos de Alfonso X. Él los utilizará para obtener ingresos hasta que, él también, decide regalárselos a una mujer, a una amante cordobesa de nombre Yllana. Con el tiempo y sucesivas ventas o cesiones, pasarían a ser del Cabildo de la Catedral. Según el arqueólogo Pedro Marfil, «era habitual que la gente donara sus bienes para asegurarse de que al morir recibiría las misas correspondientes». Los baños de San Pedro seguirían en uso hasta que los Reyes Católicos prohíben su uso en un intento de suprimir las costumbres orientales en Andalucía. Antes de eso, en la época bajomedieval, ir a los baños estaba de moda en Córdoba porque andalusíes y castellanos compartían muchas costumbres. Ya en el siglo XVI, los baños se transformarán en viviendas de las que el Cabildo obtiene rentas, en casa de un médico y en taller de platería finalmente. De este modo, la sala caliente del baño acabaría convertida en cocina, y el hipocausto, el lugar donde se localizó la bóveda de ladrillo más grande de cualquier baño conocido, con 1,80 metros de profundidad, en un pozo negro para desperdicios. Aquellos baños, no siendo de los más grandes, tenían una caldera con tres hornos (lo normal era uno) y lo último que se quemó en ellos, según los restos encontrados en la excavación, fueron «cuernos de cabra». A saber cómo acabarían aquellos cuernos en la caldera. Cuando se encendían los hornos, el humo y el calor recorría el suelo y subía por las chimeneas de los muros calentándolo todo. A los usuarios de la época se les entregaban a la entrada zapatos con suela de corcho para no quemarse los pies. Con todo, el dato más llamativo para el arqueólogo Pedro Marfil, director de las excavaciones y autor de una investigación con la que obtuvo su plaza de profesor titular de la UCO, es que aun siendo un baño almorávide «la construcción de estos baños se hace en piedra y no en ladrillo y sigue la tradición califal cordobesa, no la del baño norteafricano que es distinto». Según su estudio, el arquitecto que los hizo, elige la tradición califal para un baño almorávide con lo que deja un mensaje, ya que «muestra el espíritu andalusí de oposición frente a los norteafricanos, un mensaje de lucha por la libertad y a favor de la forma de vida de Al Andalus». Suscríbete para seguir leyendo
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