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Fecha: 19/05/2025 19:00
La marca Stanley, convertida en un fenómeno de consumo en Argentina por sus icónicos vasos térmicos, fue esta semana protagonista inesperada de una historia de desregulación y burocracia estatal. Todo comenzó con un reclamo en redes sociales y terminó con una disposición oficial que elimina un obstáculo que afectaba la importación de productos como el popular recipiente. El ministro Federico Sturzenegger, a cargo de Desregulación y Transformación del Estado, relató en su cuenta de X (ex Twitter) el caso de un ciudadano que había comprado un vaso Stanley por Amazon y se topó con un trámite inesperado: la exigencia de autorización de la ANMAT, bajo el argumento de que el producto estaría en contacto con alimentos. “¿Al Estado argentino lo pensó Kafka?”, ironizó el funcionario, al tiempo que cuestionó que se exijan controles tan complejos para un artículo de uso personal, mientras no hay restricciones para, por ejemplo, reutilizar un bidón de nafta como recipiente para beber agua. Una disposición que levanta barreras La historia no quedó en la anécdota. Según contó el propio Sturzenegger, el caso derivó en una revisión normativa que desembocó en la Disposición 3280/25 de ANMAT, que aclara que la entidad no intervendrá más en los trámites de importación de alimentos o envases cuando se trate de uso personal. En la práctica, esto significa que productos como vasos, termos y cápsulas de café ya no requerirán trámites sanitarios engorrosos cuando son comprados por particulares en el exterior para su uso propio. La medida forma parte del proceso de “limpieza regulatoria” que impulsa el gobierno de Javier Milei, en línea con el Decreto 35/25 que derogó cientos de normativas consideradas trabas al comercio. Sin embargo, como advirtió Sturzenegger, muchas de esas normas continúan generando obstáculos por la falta de actualización en los sistemas aduaneros. Stanley, el ícono que impulsó el cambio La marca Stanley se convirtió en un fenómeno local, especialmente entre jóvenes y usuarios urbanos que valoran la durabilidad, estética y capacidad térmica de sus productos. Con precios que oscilan entre los $50.000 y $100.000 en el mercado argentino, muchos consumidores optan por comprarlos en plataformas internacionales como Amazon, aprovechando promociones y menores costos. Pero esos intentos muchas veces chocaban con barreras burocráticas: trámites ante ANMAT, demoras aduaneras o incluso decomisos por falta de autorizaciones. Ahora, con esta disposición, el camino para importar productos Stanley y similares será más ágil y directo, al menos cuando se trate de compras personales y no comerciales. Más que un vaso: un caso testigo de la burocracia argentina Lo que empezó con un vaso Stanley terminó siendo un símbolo de los excesos regulatorios que el Gobierno dice querer eliminar. Y en ese camino, las anécdotas sirven de trampolín para decisiones oficiales. “Podemos confiar en los ciudadanos para votar y para ser jurados, ¿pero no para elegir el vaso del que van a beber?”, cuestionó Sturzenegger. Y sentenció: “Todo un dispendio de energía y recursos”. Con esta nueva disposición, los consumidores ganan libertad, las compras online se alivianan y el emblemático vaso Stanley queda libre de papeles. Al menos, por ahora.
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