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Parana » Ahora
Fecha: 19/05/2025 16:00
Una familia de tortugas Viajaban todos en la cabina de una camioneta, desde afuera veíamos las cabezas de los niños en el medio como puños. Podían haber sido frutos tiernos de una higuera, yemas de una rama casi seca, pimpollos de cardos o dientes de luz. Pero eran niños que en tramos giraban su torso y pegaban los labios y las manos, marcaban sus huellas igual que animales contra la transparencia del vidrio frío dejaban palabras que jamás entendería. Iban delante nuestro en la ruta lenta, yo contaba cuántos serían los platos en su mesa, cuántas las medias en la soga estirada como un ojo de Dios. Imaginaba cómo confundirían tantos nombres esos padres que los escoltaban contra el parabrisas, podía ver sus bocas tragando pan como el radiador mordía langostas en ese atardecer de verano sobre la ruta 18. Del espejo caía un crucifijo y se hamacaba un animal de peluche. Jesús sacrificado como algo que también podía despellarse, el cuero de Cristo, la madera una estaca ensartada en la tierra delante del fuego. Después doblaron en un camino como una hebra abierta entre los sembrados y el polvo los tragó igual que una familia de tortugas. Los caparazones hundidos poco a poco en el lago. Las mandíbulas lentas de la tierra. Las paredes duras contra el aire sin luz. Como liebres habrán bajado los niños al suelo como bichos al reparo habrán metido sus caras entre las axilas de la madre. ¿Alguna vez el campo hará crecer cosas sin espinas? ¿Alguna vez los abrojos se habrán quedado entre las zarzas, quietos, sin morder los ruedos? Quise ver cortinas sueltas en la casa como chispas. Quise sentir el sol tibio regalándoles el último bostezo de ese día interminable. Quise escuchar que todos los pájaros dormían, que las plumas podían oírse cayendo entre los alambrados.
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