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  • Claves de un domingo de superacción

    » Primerochaco

    Fecha: 18/05/2025 16:56

    «Resonancia», para evitar la tentación de nacionalizar un resultado distrital y porque este sólo ofrecerá una ventana hacia lo que más importa: lo que pase en todo el país en las legislativas del 26 de octubre. Nada menos. ¿Se parará, al final de la jornada, Leandro Santoro en la parte más alta del podio, tal como anticipa la mayoría de las encuestas? ¿Supondría eso, como afirma el propio candidato a legislador, un «doble voto castigo» contra los oficialismos local y nacional? ¿Alcanzará o, acaso, superará el peronismo sus techos recientes en un distrito que casi siempre le es adverso, esto es el 32% del propio Santoro en 2023 o el 35% de Matías Lammens en 2019, en ambos casos traccionados por elecciones nacionales? ¿Cómo metabolizará el resultado el peronismo con miras a aggiornar una propuesta opositora local y nacional para 2027? En tanto, ¿podrá Manuel Adorni consolidar un sector de derecha dura algo disperso y dar pelea por el primer lugar? ¿Qué peso tendrá el apoyo explícito, visible y militante que le ha dado Javier Milei? Si no lograra vencer, ¿debería conformarse el vocero con pelear el segundo con Silvia Lospennato? ¿Cuál será el desenlace de la guerra por el control de la derecha y cuál su impacto en la campaña bonaerense para el 7 de septiembre? ¿Hasta dónde llegará el desarme del PRO y el eclipse de la figura de Mauricio Macri, omnipresente durante 28 años en el distrito? ¿Desde qué nivel reseteará Horacio Rodríguez Larreta su carrera política? El peligro del desapego final Ya se ha votado en Santa Fe para convencionales constituyentes, y para las respectivas legislaturas en Salta, Jujuy, Chaco y San Luis. Salvando el primer caso por su especificidad, el comicio porteño será el más relevante de los realizados hasta el momento en su categoría: con más del 7% del padrón nacional, la Ciudad Autónoma (CABA) es el cuarto distrito en importancia del país, aunque en rigor comparte un segundo escalón con las provincias de Córdoba y la mencionada Santa Fe, de porte muy similar. Sólo la de Buenos Aires ranquea claramente arriba. Además, en tanto asiento del poder central, resulta una vidriera política fenomenal, lo que explica que los principales partidos en pugna se hayan prodigado tanto. El nivel de participación marcará la primera novedad: ¿en qué medida la sociedad comienza a reconciliarse con la política o, en su defecto, da el paso definitivo hacia el desapego, abandonando hasta la motivación de votar por bronca? Las elecciones realizadas hasta el momento no trajeron señales demasiado alentadoras al respecto. Más allá de Perogrullo Ganar es ganar, así sea por un voto, y perder es perder, claro. Sin embargo, en una competencia tan fragmentada, con nada menos que 17 listas, se ha establecido en los diferentes comandos una suerte de fetichismo del escrutinio. Según este, salir primero inhibe cualquier pregunta sobre el verdadero potencial de esa propuesta para construir una verdadera mayoría dentro de dos años, mientras que ser segundo y no tercero parecería un premio suficiente para Adorni y Lospennato. Raro. Será interesante conocer el poder de daño que demuestran las astillas del mismo palo: el morenista Alejandro Kim –¿y el evitista Juan Manuel Abal Medina?– para Santoro; Ramiro Marra –¿y Ricardo Caruso Lombardi y Yamil Santoro?– para Adorni, y Larreta –¿y Paula Oliveto y Lucille Levy?– para Lospennato. Las lecturas serán necesariamente relativas y un dato crucial será cuántas listas y cuántos votos queden fuera de la Legislatura y de toda forma de representación. ¿Unos diez o 15 puntos porcentuales, como señalan las encuestas? La eventual confirmación de la extinción del radicalismo en un distrito que supo ser un bastión sería otro dato relevante. La lista peronista del alfonsinista Santoro Lo que imponían las encuestas de imagen y la orfebrería de Juan Manuel Olmos llevaron al tope de la lista peronista a Santoro, un radical alfonsinista. El ensayo intriga. Sin embargo, esa no es la novedad más relevante de la oferta de Es Ahora Buenos Aires. La lista panperonista incluye al camporismo, pero se ha pasteurizado de cristinismo de un modo sin precedentes. Abandonó el tono azul tradicional y se pintó de verde. En esa línea, se inspiró en la lógica del armado cordobés, habló de un peronismo con impronta local –un porteñismo– y, aunque no se privó de denunciar la «crueldad» del modelo Milei, acaba de terminar una campaña de neto corte distrital. A futuro, mira con cariño una transversalidad con el radicalismo y otras agrupaciones menores –hay mucho por disputar en lo que quedará sin representación– y espera que un eventual triunfo «abra una ventana», dice el candidato, para difundir un mensaje más amplio que, sin abandonar las ideas de justicia social y Estado presente, deje espacio a la iniciativa privada y el mérito individual. ¿Habrá en este intento un germen de posible sesgo nacional? Su apuesta es al triunfo, pero está por verse si logra romper cierto techo de cristal o si le cabe la máxima aplicada a los partidos más memorables de la selección mexicana de fútbol: «Jugamos como nunca; perdimos como siempre». Un referéndum sobre Milei Si se sigue el orden que sugieren las encuestas aparece Adorni. En tanto administrador oficial de la palabra del Presidente, podría decirse –en línea con la adulación y el culto a la personalidad que rigen en La Libertad Avanza– que es Milei hecho hombre. Su campaña fue de completamente nacional, al punto que no se le conocen más propuestas que pasar la motosierra por un presupuesto porteño equilibrado desde hace mucho tiempo, exterminar al kirchnerismo y fulminar a Mauricio Macri. Tan poco local es su participación que fue el único de los 17 primeros candidatos a legislador que se negó a presentar sus principales propuestas ante una consulta de La Nación. Acaso no las tenga. «Adorni es Milei», dice uno de los eslóganes de LLA, algo que denota o bien confianza o bien temeridad. Al bajarse del viaje al Vaticano para la entronización de León XIV, Milei se prepara para subirse al palco del triunfo… ¿Y si tocara derrota? Dado que el oficialismo nacional planteó la elección en términos de validación de las políticas de Milei, sólo sirve el triunfo. En caso contrario, nada impediría que Santoro hable, con fundamento, de un «voto castigo» al Gobierno, al menos provisionalmente y ad referendum de lo que ocurra el 26-O. Con el Presidente grabando spots en favor de su hombre –para hoy y para la Jefatura de Gobierno en 2027–, en la calle, hablando en actos y promoviéndolo obsesivamente en las redes sociales, hay que decir que un triunfo de Adorni sería uno de Milei y que una derrota, una del mandatario. Si LLA hizo avances hace una semana en Salta y Jujuy, el protagonismo presidencial le exige mucho más en la CABA. Así como Adorni es el vocero de Milei en la Casa Rosada, Milei ha sido el vocero de Adorni en la campaña. Si el macartismo continuo tuvo como blanco predilecto «el peligro del kirchnerismo» –¡ay, esa palabra!–, la narrativa despectiva hizo blanco sobre todo en el PRO. «¡Amarillos fracasados!», gritó el ultraderechista en el acto de cierre de Recoleta, donde su figura opacó al candidato –que por momentos lució un tanto desganado– y donde LLA mostró su condición de «casta» al alquilar asistentes. Esto tiene tres consecuencias. Una, la pregunta de hasta qué punto tanta violencia verbal dificultará una confluencia con el PRO en la provincia de Buenos Aires para golpear al peronismo, que está allí cerca de un cisma. Dos, la duda de si esa eventual alianza se daría entre partidos o solamente a través de la cooptación de referentes macristas en tránsito, algo que estará determinado en buena medida por el músculo y la capacidad de daño que el PRO pueda mostrar este domingo. Tres, la discusión, al interior del «triángulo de hierro», sobre el acierto o el error de la estrategia de Karina Milei de presentar el sello paleolibertario en casi todos lados aun al costo, cuestionado bastante abiertamente por Santiago Caputo, de confrontar con poderes locales a los que habrá que seguir pidiendo respaldo. El curioso padrino del PRO El estallido de lo que fue Juntos por el Cambio, el empoderamiento nacional de la extrema derecha y sus propios avatares han sumido al PRO en una crisis profunda, que mostrará al partido dramáticamente lejos de los guarismos de 40, 50% y más que ha conocido desde 2007. Un segundo o, sobre todo, un tercer puesto podría ser interpretado como un voto castigo a la gestión local y a una estrategia que adoleció de una falla de origen. ¿Quién decidió que lo mejor para confrontar con el oficialismo nacional era anticipar la elección para mediados de mayo, cuando el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional –descontado para abril desde hace mucho tiempo– y la temporada alta de la soja parecen suficientes para disimular las inconsistencias del plan económico de Toto Caputo? Si se trataba de desdoblar, ¿no era mejor esperar a agosto o septiembre? El apoyo incondicional al gobierno de Milei en el Congreso, producto de la colonización de su electorado por parte de los paleolibertarios, ha diluido la identidad partidaria y nada queda de lo que ahora se sabe era una impostura de republicanismo. La respuesta dura a los ataques ultraderechistas acaso llegó tarde y se verá en qué medida complica un futuro común. Se verá en el escrutinio si el partido amarillo logrará aprovechar, dentro del nicho anti-K más recalcitrante del electorado, la traición paleolibertaria a la Ficha limpia que tanto ha impulsado Lospennato. El problema de la diputada es que el padrinazgo de Mauricio Macri en su campaña ha sido algo parecido al abrazo de un oso. Lospennato debió lidiar con su bajo nivel de conocimiento en el territorio porteño, con las flaquezas de la gestión de Jorge Macri y con una actitud de Mauricio que, de tan controvertida, no se sabe si es sólo torpeza. Los escaldados Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich tal vez piensen lo contrario. El expresidente se ha paseado con la candidata en recorridas, actos y estudios de TV, se ha mostrado somnoliento, derrotado y quejoso por la doble erosión –a derecha e «izquierda»– de Adorni y Larreta. Contó y repitió hasta el hartazgo que la caída de la Ficha limpia derrumbó a su protegida al punto de llevarla casi a abandonar la política. «Dejá de contar eso, Mauricio», le rogó en cámara la postulante. El lastre de Macri esterilizó en buena medida el gancho que, se supone, conserva su apellido. Milei sueña con matarlo políticamente, pero octubre podría darle al exmandatario una nueva oportunidad. O, en su defecto, la consumación de un doble fracaso, acaso letal.

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