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  • Pepe Mujica (1935-2025): El pobre más rico del mundo, que de la sabiduría hizo una virtud y de la honestidad una pasión

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 17/05/2025 16:40

    Fue un hombre de acción, de pensamiento profundo y de hablar pausado. Fue guerrillero tupamaro, como resistencia a la dictadura de entonces, y estuvo más de una década preso. Solitario, estoico, en una celda solo casi siempre, hablaba consigo mismo para no volverse loco, hasta con las hormigas y con un ratón que, según él, iba a «visitarlo». Una vez le contó al cineasta Emir Kusturica que parte de la persona en la que se convirtió se lo debe a esa etapa: «Hoy sería mucho más superficial si no hubiera pasado por esa experiencia». Sus vecinos le decían «El Viejo», cariñosamente, en la chacra de toda la vida, de una sola pieza grande, en las afueras de Montevideo, con su compañera de siempre, Lucía Topolansky, y su perra Manuela. Gustaba mucho de cultivar la tierra, y hasta donó parte de su terreno para hacer una escuela rural. Estaba obsesionado con las personas que no tenían dónde vivir. Se sabe que el Che y Fidel eran sus ídolos, pero como buen tupamaro no los imitó en todo. Con su inmensa popularidad quizás pudo haber cambiado la Constitución, pero no lo quiso, diferenciándose de algunos pares latinoamericanos. Fue un cultivador de un marxismo heterodoxo, difícil de encuadrar en la izquierda de esa época. Pepe Mujica puso en letra de solfa una lección importante para la izquierda cubana de hoy. Pregonaba que había que construir un impacto social, pero también un impacto económico y un impacto comunicacional. Hay que crear un clima para negociar. Para eso, hay que ser un «revolucionario pragmático». No pudo realizar todas las transformaciones radicales en el Uruguay. Pero después de quince años, era una de las naciones con mejores resultados en América Latina. Incluso después del gobierno de Lacalle Pou, no se pudo desmantelar el Estado de bienestar. O sea, un Estado con fuerte impronta de una política social, en un mundo que él avizoraba iba camino a un neoliberalismo exacerbado. Durante su pasaje como tupamaro, estando en la clandestinidad, Pepe participó en lo que se ha considerado como el operativo más espectacular que protagonizó el MLN: la toma, nada menos, que de la ciudad de Pando (en el departamento de Canelones, a pocos kilómetros de Montevideo). Luego, en medio de la lucha armada, de las fugas del penal de Punta Carretas, de las torturas «especiales» que recibió en los calabozos de la dictadura, Pepe, al fin, luego de 12 años, el 15 de marzo de 1985, junto con otros nueve rehenes, salió de la cárcel. Afuera lo esperaba una multitud, y a pedido de sus compañeros tomó la palabra en las instalaciones del Platense Patín Club. Con voz calma, baja, lenta y sin rastros de rencor habló durante media hora y dijo: «Lo primero, muchachos, reconocer la resistencia que han hecho ustedes, y para con el pueblo. Ya hemos aprendido la lección. Este pueblo se ha transformado, y mucho. Y el que no lo interprete, pierde el tren de la Historia. Esta historia de hoy está en la calle. Hay una diferencia abismal en la masa que conocimos nosotros. No vengamos a llorar nuestros dolores, ni nuestras penas. Y que el puñado de viejos que van quedando fuimos presa de la urgencia del momento. Hoy no sirven las justificaciones. Para retomar la lucha, junto a nuestro pueblo, recuperemos la democracia con los instrumentos que nos da la misma democracia, unida a la praxis de la acción política. Los viejos vamos a jugar nuestro papel hasta que ustedes se reencuentren a ustedes mismos». Estas son algunas de las muchas reflexiones de un hombre que las pasó todas. Incluso dejó como formación política el Frente Amplio, que rompió con el juego sin alternancia de Blancos y Colorados, e impulsó la candidatura del actual presidente Yamandú Orsi, a quien consideraba su discípulo. Pepe sabía que ese mismo pueblo, que tiene momentos de la sabiduría de Quijote, también tiene la sabiduría de Sancho. ¿Se entiende? Esa «reliquia» uruguaya decía, en su simpleza tan profunda, que aunque la «estrella de la felicidad no llegue», por lo menos hay que tener una actitud moral, ética; por lo menos preocuparse por una miga de pan para el que no tiene pan, y luchar en todos los frentes. Absolutamente. Hay que luchar por la igualdad ante tanto poder político en manos de hombres que no son jueces de las necesidades de la masa. Porque soñar no significa no razonar, pensar, es decir, medir nuestros límites. Ya la palabra «justicia social» es muy complicada, porque hace temblar a los que más tienen a costa de los que menos tienen. ¡Basta, Pepe, por hoy! A cuántos políticos de nuestro país les vendría bien un «baño» de humildad y ética similar al que ejercía Don Pepe. Lo mejor que sé decir es: «Ayer murió Don José ‘Pepe’ Mujica. Murió como vivió: ¡de frente!»

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