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» Elterritorio
Fecha: 17/05/2025 12:10
Los sabores de su abuela Florentina que todavía perduran, la elección de la cocina por sobre la abogacía y el camino que la llevó a ser una de las influencers de platos regionales del país sábado 17 de mayo de 2025 | 7:30hs. Patricia atravesó tormentas en su vida, pero hoy, victoriosa, es testimonio de que se puede salir adelante. Fotos: Joaquín Galiano Allá por 2015 cautivó al serio jurado de MasterChef con su kiveve. Ante la mirada atenta de Donato De Santis, Germán Martitegui y Christophe Krywonis, explicaron sus raíces, por qué no era un simple puré de zapallo o calabaza y los conmovió. Aunque su recorrido no la llevó a la final, esa por entonces tímida Patricia Zacarías, hoy de 47 años, conoció un mundo nuevo y se vio seducida por el detrás de la cámara de la televisión. Tuvo una infancia difícil y esos traumas la persiguieron hasta la edad adulta empujándola a una severa depresión ya intentos de suicidio. Conoció a Dios y en ese proceso de sanación se inició también el nuevo rumbo de su vida: dejó atrás la abogacía, que había elegido más por mandato que por vocación, y la comida -siempre presente en su vida- se convirtió en una pasión consciente. Actualmente Patricia comparte recetas locales en su cuenta de Instagram @recetasdepato , se dedica enteramente a las redes como influencer de cocina y genera contenido para marcas. Además de perfeccionarse en la cocina, se formó en fotografía, edición de vídeo, copys y marketing digital. Todo lo hace desde su casa, en un pequeño set y con su celular. La olla negra, un tesoro que era de su bisabuela que guarda con amor. Forma parte de la lista de influencers de cocina a nivel nacional y por ello es convocada cada tanto para grandes campañas, como la que hizo Casalta el año pasado para el 25 de mayo. Trabajó además con marcas como Pirex, Agronor, Sud, Vital y Clarín. Así, en su departamento de la Chacra 32-33 de Posadas, esta posadeña criada en las tierras de Corpus, recibió a El Territorio para hablar de ese recorrido que la trajo a este presente, de su abuela Florentina, la que sembró la semilla del amor por la cocina, e inevitablemente de MasterChef. ¿Qué te quedó de ese paso por MasterChef y cómo marcó tu vida de ahí en adelante? Es inevitable nombrarlo, yo inclusive lo nombro mucho, estoy siempre muy agradecida con el programa. Fue una de esas casualidades que se dan que me permitieron avanzar en todo lo que hice después, porque me abrió otras puertas. Soy abogada, pero dejé la abogacía y después de unos cambios empecé a hacer mesas dulces, tortas y fue en ese ambiente que me inscribí en MasterChef y me llamaron. Allá encontré otro ambiente que me encantó. Prestaba mucha atención, les preguntaba a los productores para qué servía cada cosa, me generó así como una inquietud por las fotos, el estilismo de la comida. Esa inquietud me llevó a generar contenido en redes sociales. Hice un curso de fotografía, cuando ya estaba perfeccionada o al menos tenía buen ojo aparecieron los videos, dije 'esto también tengo que aprender'. Es algo que me sorprende porque no manejaba nada y ahora me fui perfeccionando en edición, en copys, en social media. Ahora me dedico a esto y me da mucha satisfacción. Está bastante difícil el rubro, pero me gusta y estoy buscando trabajo, algo fijo referido a redes sociales o en algo que me generen medios. Además estoy sirviendo en una iglesia evangélica, en la Iglesia del Centro, y entré ahí al equipo de social media y vamos a ver qué puedo generar desde ahí. ¿Tus ingresos actualmente se generan de lo que producís en redes sociales? Sí, la verdad que me encanta lo que hago y me está yendo muy bien. Todos los que me conocen creen que soy cocinera y les digo “no, yo soy abogada, ejercí la abogacía”, y no lo pueden creer. Pero la reflexión es que no hay que ser estructurados, hay que dejarse llevar por las habilidades que uno tiene. Fui descubriendo las mías porque realmente no sabía agarrar un celular, nada edición y jamás me imaginé que iba a poder llegar a esto. Dejarse llevar. Cuando trabajaba de abogada no me llenaba, me dediqué un año, pero soy una persona que si no veo crecimiento, me muevo. Soy siempre de hacer dos o tres cosas. Me iba muy bien, trabajé acá en un estudio muy importante y llevaba cuentas grandes, el asunto era que veía que iba a ser un peón. Después me fui a hacer una formación teológica en Buenos Aires y cuando volví ya no pude insertarme en el mundo de la abogacía. Ahí empecé a hacer tortas, que era mi hobby. Ese bichito de la cocina, ¿de dónde salió? Viene de la cocina de mi abuela, era descendiente de polacos, es de Corpus, vivía en una chacra. Desde chiquitita la vi cocinar a Florentina, aprendí de ella. A mí lo que me estructuró con recetas y profesionalizar la cocina fueron las redes sociales, porque yo cocinaba como mi abuela, a ojo. Siempre cociné, eso fue lo que me abrió las puertas de MasterChef. A fin de año en mi casa la masa era un desfile de doce platos en las fiestas, desde sushi, comida árabe, pulpo. La gente cree que aprendí en las redes sociales, pero en esa época los reels o videos de cocina no existían. ¿Qué receta recordás de ella que te haya marcado? Siempre me guardaba el pierogi (perojé, varenike son sus otras denominaciones). Yo llegaba y ella me decía en el oído -ay, me emociona- que en el fondo de la heladera había. Yo iba corriendo y en el platito había pierogi con la crema y con la salsita que hacía de cebolla. Los hacía de ricota casera y la salsa con crema de leche casera, es otro sabor. Es un plato inmigrante pero ya muy nuestro… Son platos muy nuestros, recetas de inmigrantes, de abuelas. En mis redes inculco mucho eso porque siento que se está perdiendo. Me invitaron a varios eventos y siempre pregunto si conocen platos típicos, la gente no sale del reviro y la chipa, no saben más. La respuesta que me dio una persona que estaba allí fue que las madres y las abuelas ya no cocinan. Entonces queda en las personas que tenemos inquietudes culinarias no dejar que se pierdan. Creo que los chefs, gente que cocina o tiene redes sociales gastronómicas, tiene que seguir publicando esas recetas muy nuestras, como el pan dulce misionero, el pancuca, ese es otro que se está perdiendo. Me gusta seguir publicando, seguir animando a la gente a que siga repitiendo las recetas de las abuelas, por eso cada tanto publico cosas de ese estilo como para que la gente vuelva a revivir y diga, “Ay, mira, eso hacía mi mamá”. Incentivar que sigan cocinando, publicando o haciendo públicas las recetas. ¿Creés que hacen falta más lugares con comida regional en Misiones? Sí, más locales y restaurantes o carritos de comidas típicas como hay en Encarnación, Paraguay, pero en Misiones y de cosas que se comen acá. Lo que me pasa mucho es que publico recetas típicas nuestras, porque quién no comió chipa pleple o chipa batida, y recibo un bombardeo de los paraguayos diciendo que no es nuestra receta y me denuncian. Hay recetas que son regionales. Nuestras raíces son guaraníes y todos somos migrantes por parte de abuelos, hay una mezcla. Yo siempre explico que el término de plato típico es el que se hace en las casas de la región, en la casa de la doña. Muchos chefs conocidos de Paraguay me hablaron, son personas que siempre me respetaron, nunca me dejaron de seguir ni nada, pero a todos les contesto como abogada, con los fundamentos, que somos de raíces guaraníes, que hay platos que compartimos, que el maíz no crece sólo en Paraguay, que compartimos raíces y que no quita identidad ni que sea de Paraguay, ni de Brasil, ni de Argentina. Es nuestro, regional. ¿Cuándo empezó lo de las recetas en las redes? Comencé a hacer fotos de recetas, pero no tenían el alcance, parecía que lo hacía para mí. Un día estaba por hacerme la cena y dije me voy a filmar; antes los videos eran más largos. Tenés que verlos, horribles, tenía una edición terrible, no tenía trípode ni nada de esas cosas, pero lo hacía. Lo que me deja como enseñanza que hay que practicar y no tenerle miedo al ridículo. Me reía de mis defectos, porque a veces se me veían el pijama y las pantuflas y me hacía bromas. No sabía ni recortar, editaba más o menos y publicaba. Cuando se hicieron más cortos los videos, ahí es donde me formé, porque realmente tenía que tener un conocimiento, saber cómo contar la historia, cómo filmar cada cosa para después tener más cómoda la edición. Me fui formando de a poco y cada día te desafía un poquito más porque así son las redes sociales. Ahora prácticamente todos los meses, te tenés que mover. Es un desafío realmente grande. Tu vínculo con la iglesia, con Dios ¿viene desde siempre, de familia o cómo fue esa búsqueda? Tengo mi testimonio fuerte. Me convertí ya de grande, casi a los 29 años. Tenía una vida difícil, tuve una niñez muy difícil, después de grande esos traumas quedan. Busqué a Dios, ahí encontré lo que buscaba, llenó ese vacío, lo fue sanando y, mirá qué cosa, porque fue de la mano de mi sanidad espiritual que se dio mi crecimiento, mi búsqueda y mi encuentro con mi vocación. Cuando lo encontré a Dios, lo abracé, me convertí, fui a la iglesia evangélica y después como soy abogada necesitaba pruebas. Por eso fui a un instituto bíblico en Buenos Aires, me leí toda la biblioteca. Hoy no sólo estoy convertida, sino que estoy convencida. Me formé y tuve mi propia identidad espiritual. Es impresionante cómo Dios fue sanando, curando y ahora lo puedo volcar en la iglesia y transmitir eso que Dios nos dio o sanó para sanar a otras personas. Doy gracias por haberlo encontrado, porque uno a veces busca en otras cosas. Yo estaba muy depresiva, tuve intentos de suicidio. Fue Dios, porque realmente si no tenés un encuentro eso no puede cambiar y solo él lo puede hacer cuando te toca corazón y te transforma. Ahora soy una mujer empoderada (se ríe, todavía con lágrimas en los ojos de la emoción). Soy un testimonio viviente, entera y viva para la gloria de Dios. ¿Qué valor cree que tiene la cocina para la cultura de los pueblos y particularmente para Misiones? Es identidad, totalmente, es cultura. Hay una historia de un japonés que estaba sirviendo en el servicio militar y hacía un año que no comía la comida de la madre. Ella un día lo fue a visitar sin decirle y en la mesa le pusieron ese plato, él les dijo a sus compañeros que era de su región, comió y empezó a llorar porque reconoció el sabor de la madre. Entonces, para mí eso es cultura porque genera emociones y por eso me emociono yo también. Porque si vamos a comer hamburguesas y pizzas en una cultura tan rica como la Misiones donde hay mandioca, hay maíz, hay otros productos como la caña de azúcar, vamos a perder nuestra identidad cultural que no es sólo la tierra que pisamos, sino también lo que comemos. Tratar de que realmente se hagan planes para que se difunda nuestra gastronomía en el resto del país y también en el mundo. Siento que hay que estar más presente no sólo en redes, sino también al salir en la calle, que no sólo haya chiperos, que haya otros productos. Cuando haya eventos públicos, que se resalte nuestra gastronomía, creo que también hay que ponerla y enseñarla en las escuelas como una parte de los estudios sociales, esto de la gastronomía regional. Perfil Patricia Zacarías Influencer de cocina Tiene 47 años y antes de dedicarse a la cocina ejerció como abogada, carrera que estudió y de la que se recibió. En 2015 participó en el reality show MasterChef que se transmitió por Telefe. Actualmente comparte sus recetas en su cuenta de Instagram @recetasdepato y se dedica al marketing digital.
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