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» Diario Cordoba
Fecha: 16/05/2025 02:35
Tras el papa Francisco, sufrimos la segunda pérdida de un líder internacional ético y moral en pocas semanas, y no tenemos tantos. A unos días para la celebración de su 90 cumpleaños, se nos ha ido para siempre Pepe Múgica, el expresidente democrático de Uruguay, que antes fuera guerrillero del Movimiento de Liberación Tupamaros que le llevara a 14 años de prisión. Figura clave y controvertida de la izquierda, que adoptó medidas discutibles en su mandato, pero cuyo legado trasciende la política como símbolo de sencillez, coherencia y humanidad en tiempos de tantos ruidos. De Pepe Múgica, que estuvo por Córdoba en 2015, destacan muchas cosas. Pero fundamentalmente señalaremos tres que interpelan nuestros estilos y prioridades. De un lado, su vida austera y coherente que lo llevó a ser conocido como «el presidente más pobre del mundo», ya que deseó vivir en su pequeña granja a las afueras de Montevideo en lugar de en la residencia presidencial, renunció a gran parte de su salario para destinarlo a obras sociales, y conducía un viejo Volkswagen «escarabajo» celeste de 1987, convirtiéndolo en un símbolo de su figura política. Esta apuesta por la austeridad no era casual, sino fruto de fuertes convicciones: «Pobres no son los que tienen poco. Son los que quieren mucho y no les alcanza nada y se meten en una carrera infinita. Entonces no les va a dar el tiempo de la vida. Denuncio la auto explotación a que nos lleva el sistema. Yo no vivo con pobreza, vivo con austeridad. Preciso poco para vivir. No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad». Se había manifestado como estoico en su concepción de vivir en armonía con la naturaleza y sentir a la humanidad como parte de un todo superior, y anti consumista: «Si aspiráramos en esta humanidad a consumir como un americano promedio, son imprescindibles tres planetas para poder vivir». Por eso insistía en que era un viejo terco que estaba peleado con la civilización en la que estaba viviendo. Sobresale también su liderazgo por su voz firme en la lucha por los derechos humanos, la justicia social y la sostenibilidad: «Los inmigrantes, los pobres, los desplazados, no son de aquí o allá, de Africa o América latina, son de todos, son de la humanidad». Puso delante de los sistemas económicos o las ideologías políticas siempre a las personas: «Desarrollo sin felicidad no sirve», señala en su libro de memorias publicado el año pasado, José Múgica. Otros mundos posibles. Y en tercer lugar, concebía la política como «la lucha por la felicidad de todos». «La política no es un pasatiempo -decía-, no es una profesión para vivir de ella, es una pasión con el sueño de intentar construir un futuro social mejor; a los que les gusta la plata, bien lejos de la política». Delante de los líderes sudamericanos y caribeños, siendo presidente en 2014, defendió una política con valores y principios de la que tanto necesitamos hoy: «Una de las desgracias de la política es haber abandonado el campo de la filosofía y haberse transformado demasiado en un recetario meramente económico». Un ser humano que vivió agradecido y sin odios, tras muchos años de capturas, penalidades en prisión y heridas de bala en su cuerpo, se abrazó a sus adversarios políticos como Sanguinetti diciendo que «el odio no construye». Insistía en la importancia de tener un motivo por el que vivir, y de quien aprendimos que triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae. Gracias por tu coherencia y tu libertad. Descansa en paz. *Abogado y mediador
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