Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Ricardo González y sus 100 años. Un campeón de festejo

    » El Ciudadano

    Fecha: 15/05/2025 04:51

    De repente, dice algo que siente gracioso y explota su carcajada, gruesa, sonora, contagiosa… Ricardo González disfruta su relato. Y su día. Está en la comodidad de su casa, en Pilar, sentado en una silla mecedora que da contra un vidrio que permite pasar el cálido sol de una hermosa mañana otoñal. Es el día de su cumpleaños. Pero no uno cualquiera, el de su centenario. “Cuando faltaban pocos días pensaba ‘ojalá que llegue, que pueda cumplir los 100…’”, arranca y deja salir la primera carcajada. Luego se pone serio y empieza a contener las lágrimas. “Estoy contento, feliz… Es una emoción grande. Me siento un privilegiado. Por haber vivido tanto, por estar bien, por todo lo que me tocó disfrutar en la vida”, resume el Negro mientras empieza a contar historias al repasar los recuerdos que su yerno Valerio y su hija Eva le bajan de las paredes. Impacta su presente. Al capitán campeón del mundo se lo nota en gran forma física y mental, con su buen humor y humildad características. Lo que más le atrae es la pelota. La de gajos que su compañero Oscar Monza le regaló tras los Juegos Olímpicos de 1948. “No es la del Mundial”, aclara, mientras agarra una nueva, de la marca Europarís, y marca las diferencias. “Cambiaron mucho las pelotas, el peso, los materiales… Ahora son increíbles. Durante el Mundial, los estadounidenses se quejaban de que jugábamos con la nuestra y, cuando llegaron a la final, nos pidieron usar la propia, un tiempo cada una. Nosotros accedimos, pero igual les ganamos los dos tiempos”, cuenta, entre risas, mientras señala la planilla oficial que tiene encuadrada y le da la razón (34-24 y 30-26). Aquel 3 de noviembre, con 10.000 personas que reventaron el Luna Park, el Negro fue tan valioso como siempre, anotando siete puntos y marcando el camino con su oficio y liderazgo. “Nadie creía que podíamos ser campeones pero lo logramos, por tener un gran plantel, un DT adelantado a la época y en gran medida, también, por la gran preparación de un mes que hicimos en River”, explica. Hablamos de una camada muy especial que brilló casi una década, desde la semifinal olímpica en Londres 48 hasta el título Panamericano del 55. “Una lástima que no pudimos ir a los Juegos de Melbourne del año siguiente. Nos preparamos un mes, pero cayó el gobierno peronista, llegaron los militares y nos suspendieron de por vida (a 34)… Dolió, fue duro. Esto siempre pasó en nuestro básquet cuando se mete la política. O la dirigencia”, analiza. Pero los recuerdos no se pueden prohibir… El año pasado el Negro regresó al mítico Luna Park para festejar sus 99 y tras 74 largos años. Se emocionó como ahora, en la intimidad de su casa. “Esas cosas no se olvidan jamás, son experiencias muy fuertes, como haber sido invitado al partido reencuentro de la Generación Dorada hace pocos meses. Son privilegios, como haber llegado a los 100. Una emoción que vivo profundamente”, admite. En noviembre pasado fue el otro emotivo encuentro que menciona Ricardo, cuando la GD hizo su partido especial, en Parque Roca, y lo invitó para hacerle un homenaje en el entretiempo. “Ese día me hicieron llorar y cuando lo recuerdo se me llenan los ojos de lágrimas. La pasamos fantástico. Cuando me vieron en la cancha, me abrazaron. Ginóbili me dijo ‘qué lindo verte, estás bárbaro’. Sabían que era el único que quedaba y fue un momento muy lindo, porque la gente en el estadio me recordó y reconoció”, recuerda. Hoy, sopladas las velitas de una torta especial que Europarís le acercó, reflexiona sobre su centenario. “Me cuidé lo necesario, ni más ni menos. Creo que tuve suerte… Tampoco es que haya llegado porque hice deporte porque muchos otros lo hicieron y fallecieron mucho más jóvenes. Lo más importante es que hoy me siento bien. Tengo algunas cosas de la edad, pero cada día lo vivo sin problemas, no es que me duele algo o tengo que estar en una cama. Me levanto cerca de las 10, tomo mates, leo el diario, a veces algún libro, camino un poco en el jardín y a veces acompaño a mi yerno a hacer las compras”, detalla. Y tiene una cita importante cada mes. “Al menos un miércoles tengo que ir a la juntada que tenemos desde hace años en el club Palermo, que no fue mi primer club pero sí el que me adoptó, desde 1948 hasta mi retiro… Cuando todavía vivían mis compañeros campeones mundiales nos encontrábamos ahí. Esa juntada era religión. Ahora me quedé solo, a veces eso me pone triste, pero siguen yendo otros muchachos de otras camadas y la pasamos muy bien”, comenta. El Negro mira la pelota, la acaricia y deja una última reflexión de lo que ha significado el básquet en su vida: “Es lo más importante que tuve. Realmente me cambió la vida, me dio grandes compañeros, amigos, logros, reconocimiento… Una forma de vivir también. Hoy siento que me puedo ir tranquilo con todo lo vivido”. Un capitán que sigue emocionando.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por