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» Voxpopuli
Fecha: 14/05/2025 15:50
Mujica fue mucho más que el presidente que gobernó entre 2010 y 2015. Fue un símbolo viviente de las contradicciones y las esperanzas del Uruguay moderno. Pasó de ser un guerrillero tupamaro perseguido por la dictadura, a ocupar la máxima magistratura del país. Pasó más de 12 años preso en condiciones infrahumanas, aislado, bajo amenaza de ejecución, y luego dedicó su vida a la reconciliación, a la militancia por la igualdad y a predicar con el ejemplo. Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, de origen vasco e italiano, Mujica perdió a su padre siendo niño. Fue un joven inquieto y lector. Si bien no completó sus estudios secundarios, comenzó su vida política en las filas del Partido Nacional, donde llegó a ser secretario de la rama juvenil. Pero pronto rompió con esa estructura y se volcó a la izquierda. Primero como fundador de la Unión Popular y luego como miembro activo del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, grupo guerrillero que, a partir de los años 60, se alzó en armas contra el Estado. Su vida clandestina terminó cuando fue capturado tras recibir seis balazos en un enfrentamiento. Fue detenido en cuatro ocasiones, escapó dos veces de la cárcel de Punta Carretas, pero la última detención sería definitiva: entre 1972 y 1985 pasó más de una década en prisión, bajo condiciones de aislamiento extremo. Fue uno de los llamados “rehenes” de la dictadura: el régimen amenazaba con ejecutarlos si los Tupamaros volvían a la acción armada. Su experiencia en la cárcel fue retratada en la película La noche de 12 años, de Álvaro Brechner, basada en el libro Memorias del calabozo. Años después, el propio Mujica reflexionó sobre ese tiempo: “La soledad de la prisión me hizo valorar muchas cosas. Aprendí que si no puedes ser feliz con pocas cosas, no vas a ser feliz con muchas”. Recuperada la democracia en 1985, Mujica fue liberado gracias a una ley de amnistía. De inmediato retomó la militancia política. Fundó junto a sus compañeros el Movimiento de Participación Popular (MPP), que se integró al Frente Amplio, la coalición de izquierda que con los años se consolidó como una de las principales fuerzas políticas del país. Su compañera de vida y de lucha, Lucía Topolansky, también fue parte esencial de ese camino. Se conocieron en la militancia, sobrevivieron a la dictadura y en 2017 ella llegó a ocupar la vicepresidencia de la Nación. En 1994 fue electo diputado y cinco años más tarde senador. El anecdotario popular lo recuerda llegando al Parlamento en su moto, vestido como cualquier vecino de barrio, al punto que la policía no lo dejó pasar por “no parecer legislador”. Mujica nunca abandonó ese perfil: austero, directo, de discurso simple pero con carga filosófica, se convirtió en un referente de los sectores populares. “No soy pobre, soy sobrio. Vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, decía mientras manejaba su viejo Volkswagen Escarabajo celeste, modelo 1987. En 2005 fue nombrado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca durante el primer mandato de Tabaré Vázquez. Su perfil lo catapultó como candidato a presidente. En 2009 ganó el balotaje frente a Luis Alberto Lacalle con el 54% de los votos. Asumió el 1 de marzo de 2010 y juró ante su esposa, entonces senadora. Durante su mandato impulsó políticas progresistas con una visión pragmática: legalizó el matrimonio igualitario, despenalizó el aborto y promovió la regulación del mercado de cannabis. En lo económico, defendió un modelo de capitalismo nacional con fuerte presencia del Estado en áreas sociales. Rechazó mudarse a la residencia presidencial y continuó viviendo en su chacra de Rincón del Cerro, generando desafíos logísticos para su custodia. Mujica como presidente de Uruguay en 2009. Mujica nunca ocultó su visión del mundo: “Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente viva un poco mejor y con un mayor sentido de igualdad”. Su estilo de vida, su honestidad personal y sus reflexiones filosóficas sobre la sociedad de consumo lo convirtieron en un fenómeno internacional. “¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? ¿Que vivo con poca cosa, en una casa simple, con un autito viejo? Entonces este mundo está loco porque le sorprende lo normal”, reflexionó en una entrevista que recorrió el mundo. Tras dejar la presidencia en 2015, volvió al Senado, pero en 2020 renunció en plena pandemia. Dijo que se sentía “cansado” pero seguía comprometido. Hasta sus últimos días, vivió en su chacra junto a Topolansky, aunque nunca dejó de ser consultado como una figura de referencia. “Esto no para hasta el día que me lleven en un cajón o cuando sea un viejo lelo”, dijo en su despedida del Parlamento. Este martes, Uruguay y América Latina despiden a uno de sus grandes. Un hombre que vivió como pensaba, que hizo de la coherencia una bandera y que, incluso en la muerte, deja un legado difícil de igualar.
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