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  • “El deporte me dio muchísimos amigos que hoy son mis clientes”

    » Elterritorio

    Fecha: 14/05/2025 10:35

    Gustavo ‘Oso’ Esteche lleva adelante un negocio familiar de chapa y pintura que es un legado de su padre y su tío, pero además entrena a los forwards de Capri en el Regional del NEA miércoles 14 de mayo de 2025 | 7:00hs. Oso Esteche en su taller de chapa y pintura, ubicado sobre la avenida López Torres de Posadas. Fotos: Marcos Isaac A lo largo de sus 52 años de vida, Gustavo 'Oso' Esteche pasó por una innumerable cantidad de situaciones y circunstancias que lo llevaron a ser quien es hoy: uno de los referentes del rugby en Misiones y reconocido en el ambiente laboral de los talleres de chapa y pintura en Posadas. De chico, cuando tenía apenas unos pocos años, le tocó vivir de cerca la dictadura, una situación que le generó mucho miedo. Luego, las vueltas de la vida lo fueron llevando a él a su familia por Encarnación y Posadas, donde continúa hasta hoy y lleva adelante el negocio familiar que fue un legado de su tío y su padre y también sigue aportando su conocimiento en el rugby, deporte que conoció cuando era adolescente y al que continúa ligado hasta hoy. Entre estas dos facetas, la del taller de chapa y pintura y el equipo de Capri que juega el torneo Regional de clubes de rugby del NEA, reparte su tiempo el protagonista de esta Charlas con El Territorio , quien a pesar de estas dos pasiones, reconoce que lo más importante que tiene es su familia. Sus padres son oriundos de San Pedro del Paraná (Paraguay) y en 1970 fueron a Buenos Aires a probar suerte con una nueva vida. Fue ahí cuando su papá Ramón conoció el oficio de chapista junto a su hermano (tío de Oso, quien luego por una oportunidad laboral, se trasladó a Australia donde continúa viviendo hasta hoy). En Buenos Aires, el pequeño Gustavo vivió más o menos hasta los seis años, pero a pesar de su corta edad, de aquella época le queda uno de sus primeros y más amargos recuerdos. Durante el día Esteche trabaja en el taller ya la noche se dedica al rugby. Viviste de cerca la dictadura militar cuando eras un niño, ¿cómo fue eso? Mi padre llegó de Paraguay a Buenos Aires en 1970 y comenzó a trabajar en un taller, fue rebuscándose. Ahí aprendió esta profesión y comenzó a crecer hasta que llegó a poner su propio taller. Estaban bien hasta el momento que llegó la dictadura. De eso tengo recuerdos de que una vez entraron a nuestra casa los militares. Gracias a Dios no nos llevaron. Pero ellos entraban y arrasaban, nos entraron a robar y nos encerraron en una pieza. En esa época la pasamos mal, entre el 77 y el 78, cuando nació mi hermano. Yo era chico, pero esos recuerdos me quedan, son recuerdos malos porque me quedó un susto. ¿Y cómo se da su llegada a Misiones? Uno de los cuñados de mi papá le dijo que venda todo lo que tenía en Buenos Aires para poner un negocio en Encarnación. Le dijo que con la venta de su casa en Buenos Aires, en Encarnación le alcanzaba para poner un taller y comprar otro inmueble. Supuestamente íbamos a estar mejor, pero no fue así. Papá vendió todo y al poco tiempo se vino abajo la economía del país. Resulta que con la plata que trajo papá no le alcanzaba ni para comprar un terreno. Ahí tuvimos que empezar de nuevo. Después de que mi papá comenzó a trabajar con mi tío, que puso un taller aquí en Posadas, que es donde estoy ahora, este local tiene 50 años. ¿Qué fue de la vida de ese tío? Tiene 80 años, vive en Australia y sigue trabajando en su taller de chapa y pintura. Se fue allá por una oportunidad laboral que se le presentó y lo aprovechó. Estuvo viviendo casi 15 años allá, luego vino y pasó otro tiempo acá. Después se volvió a ir a Australia y le dejó todo esto a papá. Seguiste tus pasos… Sí, yo era chico, adolescente, y mi padre me empezó a incentivar para que vaya a hacer los cursos de pintura que se hacían en Buenos Aires. A mí no me gustaba, pero bueno, me iba y aprendía. A medida que fui creciendo me di cuenta de que estaba bueno, que mi viejo necesitaba ayuda, así que lo empecé a ayudar. Y así fui creciendo en el ambiente. Mi hermano Sergio es el que hace la parte de chapa y yo la de pintura. Repetimos los roles de mi papá y mi hermano. Mi tío es pintor y mi papá chapista. ¿Cómo es hacer este trabajo? Pintar un auto es un trabajo muy delicado. Si hay alguna imperfección tenés que volver a pintar toda la pieza. No es como pintar una pared, que una imperfección la podés corregir. Es mucho más complejo. Saber hacerlo bien realmente me llevó como 15 años. Podés hacer cursos, pero en la práctica lleva más tiempo, es lo más difícil que hay. ¿Y otra cosa no quisiste estudiar? No es que no quise, cuando era joven me gustaba una carrera que mis padres en ese momento no podía pagar. Estudié mecánica de avión en la escuela Benjamín Matienzo casi tres años. Me quedé todo ese conocimiento. ¿Cómo les va con el taller hoy en día? El taller está abierto de corrido de 8 a 17. A veces estoy yo a la mañana oa veces después del mediodía. De lunes a viernes, antes trabajábamos sábados, pero ahora ya no, es más tranquilo. A pesar de la situación económica, se puede vivir de esto. Tenemos bastante trabajo. La clientela se conforma mayormente de amigos, conocidos. El boca en boca. El deporte me dio muchísimos amigos que hoy son mis clientes. ¿Cuándo fue tu primer acercamiento con el rugby ? A los 16 años. Yo jugaba al vóley y vivía en Villa Cabello, pero siempre veía que pasaban los chicos de mi edad y me invitaban para ir a jugar al rugby en el club Rowing (actualmente Capri). Un día fui con Kike Fernández, quien ya falleció. Y bueno, empecé a probar y quedó. No conocía nada de rugby, pero en un año aprendí muchísimo. Aprendí mucho sobre la disciplina, los valores. Mis padres me ayudaron mucho para que pueda jugar al rugby, porque teníamos dificultades económicas y jugar al rugby representaba un gasto.Hasta hoy, es un deporte muy caro. Mis padres hacían el esfuerzo para comprarme la indumentaria que se necesita. Además aprendí el esfuerzo y el sacrificio que tenía que hacer para poder jugar. Yo colaboraba en mi casa, les daba una mano para ayudarles a comprar las cosas que necesitaba. ¿En qué cambiaste el rugby? Primero el respeto. Aprendí que tenes que respetarle a cualquier persona, sea como sea. El sacrificio que tiene este deporte es impresionante. Te enseña que si quieres hacer algo tenés que esforzarte para conseguirlo. Y la parte colectiva, que es el compañerismo, ser solidario con los demás. Te enseña que hay jerarquías que hay que respetar. ¿Te apasiona seguiré? Sí, porque trasladaba lo que me inculcaba el rugby a mi casa. De hacer las cosas bien. De tener una conducta. Una enseñanza que me queda de esa época es con Miguel Mazal, con quien hoy somos muy amigos. Un día íbamos a viajar a Tucumán a jugar un torneo y teníamos que estar a las 18 en punto en la sede del Rowing del centro. Me bajé a las 6 del colectivo, caminé unos metros y llegué unos minutos pasadas las 18, pero me bajaron del micro. Yo era titular en primera, pero me bajó del viaje Miguel Mazal porque llegué tarde. Le expliqué que venía en el colectivo y que tardó y me contestó que me lo hubiera tomado un rato antes. Eso me quedó para toda la vida, nunca más llegué tarde a ningún lado, me desespera. Sea un acto, un cumpleaños, siempre quiero estar antes. Imagina que me quedó muy grabado. O sea que en poco tiempo te metiste de lleno en los primeros lugares del club… El físico me ayudó mucho. Era grandote en comparación con la edad de otros chicos, por eso me dicen Oso. Al rugby juega el grande, el chico, es para cualquiera, pero mi condición me ayudó para destacarme. Me gustaba el deporte, miraba partidos y en poco tiempo ya estaba en la selección misionera. Repartía el tiempo entre el trabajo y el entrenamiento. Yo a los 18 años ya tuve el primero de mis cinco hijos (Florencia). Todo me costó, pero era joven y pude distribuir el tiempo para todos. Así fue mi vida, hasta ahora que tengo 52 años. Fuiste padre joven entonces… Sí, tengo tres de mi primer matrimonio y dos con mi pareja Leticia, que estamos hace 29 años. Por suerte ellos están bien, trabajando, menos Agustín (23), el más chico, que estuvo jugando al rugby en Córdoba y este año lo habían llamado de Curne, pero lamentablemente se lesionó y ahora está aquí con nosotros. ¿Hasta qué edad jugaste al rugby? Me jubilé a los 40 años, en el 2013, ante Sixty. Ahí sólo acompañaba nada más, porque no quería saber más nada de entrenar. El Regional del NEA es un torneo muy duro. No quería ir más al gimnasio. ¿Y cómo se da para que seas entrenador? Cuando tenía 30 años empecé a entrenar a los chicos. Me apasionaba enseñar, transmitir, entonces empecé a formarme. Hay que ver más allá, es todo un combo formar a un jugador. Me gusta ayudar, estar cerca de los chicos, ayudarte. Son muchas cuestiones que nunca se terminan de desarrollar. Fui varios años entrenador de la selección misionera, de la selección de Paraguay con Miguel Seró. Actualmente estoy como entrenador de forwards de la primera de Capri. ¿Cómo ves el rugby en Misiones? Después de la pandemia nos estancamos, porque se reinició todo. En la parte económica, en la parte emocional, comenzamos de cero. Cuando pasan uno o dos años sin jugar los chicos se relajan y se van. Priorizan otras cosas como el trabajo, piensan más. El rugby es un deporte caro en el que tenemos que aportar mucha plata y sacrificio. ¿Qué le decidió a un jugador que deja de jugar para trabajar? No le puedo decir nada porque está en todo su derecho y tiene razón. Me pasó que dejaron de jugar chicos que tienen mucho potencial. Pasó y sigue pasando. ¿Cuál es la situación en el club hoy? Hay que tener una planificación. Últimamente no se trabajó bien en las inferiores del club, más que nada por el tema económico. Eso afecta al club. Las cuotas son altas ya los jugadores les cuesta pagarla. Y no es sólo la cuota para ser socio. El gimnasio, la indumentaria, los suplementos… todo es gasto. Eso genera que dejen el deporte. Se hacen esfuerzos para que esto no pase, pero es complicado porque es un deporte amateur. Estamos todos así, tratamos de ayudar a los chicos con lo de los patrocinadores. ¿Recordás alguna anécdota que te haya quedado del deporte? Siempre nos acordamos con mis compañeros. Una vez volvimos de un viaje yo tenía mucha sed. En eso veo que Topo Maciel compró una Coca Cola y la escondió para que yo no la tomara, porque soy fanático de la Coca. En eso el colectivo se movió bruscamente y la Coca cayó encima mío y yo no tuve mejor expresión para el momento que decir 'Dios me bendijo' (sic). Entonces quedó esa anécdota de la que siempre se ríen por lo que dije. ¿Qué es lo importante para vos en la vida? Mi familia. Leticia, mi compañera de vida es la que me banca en esto. Y a mis hijos (Florencia, Maribel, Nahuel, Aldana y Agustín) que me bancaron en las ausencias. También mis padres que me apoyaron desde los inicios en el deporte. Me daban todo dentro de lo que ellos podían. Perfil Gustavo Esteche Pintor de autos, entrenador y exjugador de rugby Ricardo Gustavo Esteche nació el 14 de abril de 1973 en Buenos Aires. Es hijo de Ramón Esteche y Gertrudis Figueredo, ambos paraguayos. De chico aprendió la profesión de chapista gracias a su papá y su tío. Y de grande conoció su otra pasión, el rugby. Jugó más de 20 años para el club Capri y la selección misionera. De ambos equipos también fue entrenador, al igual que la selección de rugby de Paraguay.

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