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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 13/05/2025 04:56
Mario Oporto, Ricardo De Gisi y Diego Badaloni La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2025 fue el escenario para el seminario “Educación, trabajo y futuro productivo”, una proyecto conjunto de Ticmas y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) que convocó a referentes del ámbito educativo, empresarial y político para debatir sobre los desafíos estructurales del sistema educativo argentino ante el mundo del trabajo contemporáneo. En el panel inaugural del 9 de mayo, la voz de Diego Badaloni, empresario y director de Andesmar, irrumpió con una afirmación que marcó el tono del encuentro: “La educación es un acto de rebeldía”. Su frase resonó en las intervenciones de Mario Oporto, exministro de Educación bonaerense y actual diputado nacional, y de Ricardo de Gisi, director de Educación Técnico Profesional de la provincia de Buenos Aires. Patricio Zunini fue el moderador del panel titulado “Educación y trabajo: vinculación territorial”, donde los participantes delinearon un mapa complejo en el que el territorio, la educación técnica, la alfabetización y la tecnología se entrelazan como dimensiones ineludibles para pensar el futuro. Mario Oporto, Ricardo De Gisi y Diego Badaloni Territorio como principio pedagógico y productivo Al inicio de la conversación, Zunini propuso una lectura territorial de la educación, subrayando que no existe una única receta ni un camino uniforme hacia la empleabilidad. En esa línea, Mario Oporto enfatizó que el territorio no puede entenderse únicamente como una referencia geográfica, sino como un entramado vivo de relaciones sociales y productivas que exige respuestas diferenciadas. “La provincia de Buenos Aires representa un mosaico de realidades: zonas rurales en retroceso poblacional, conglomerados urbanos que superan el medio millón de habitantes, litoral marítimo, áreas industriales y comunidades agrícolas. Esta diversidad obliga a repensar el sistema educativo con un enfoque situado, que reconozca las necesidades y oportunidades de cada comunidad”, explicó en su primera intervención. Y advirtió que “el modelo institucional del siglo XX ya no da respuesta a los desafíos del siglo XXI”. Por ello, reclamó una transformación profunda de los perfiles docentes, con vínculos más estrechos con la comunidad y el aparato productivo. Para Oporto, la educación debe anclarse en el territorio, no sólo para generar pertenencia, sino también para responder a las demandas reales del desarrollo local. En su intervención, Ricardo de Gisi abonó una mirada desde la gestión educativa, respaldada por cifras que respaldan la importancia estratégica de la educación técnica profesional en la provincia. Según indicó, Buenos Aires concentra el 45% de la matrícula nacional en este tipo de instituciones, con aproximadamente 200 mil estudiantes y 20 mil técnicos egresados por año. Destacó que uno de los principales objetivos de esta modalidad es promover el arraigo rural, contrarrestando el vaciamiento demográfico y económico de muchas regiones agrícolas. “No es una modalidad más. Es una herramienta para transformar el tejido económico y social”. En este sentido, la educación técnica no sólo busca formar competencias para el empleo, sino también generar condiciones de vida dignas en los territorios de origen. Prácticas profesionales, el puente entre escuela y trabajo Uno de los consensos más sólidos del panel fue el valor de las prácticas profesionalizantes como experiencia formativa y puente hacia el empleo. De Gisi explicó que en el último año de la escuela técnica secundaria se exige una práctica obligatoria de 200 horas en entornos laborales reales. Esta política, aseguró, ha dado resultados concretos: dos tercios de los estudiantes que completan estas prácticas logran insertarse en el mundo del trabajo. Desde su lugar en el sector privado, Badaloni respaldó con entusiasmo esta articulación entre escuelas y empresas. “La articulación público-privada es fantástica. Hoy el sector privado también asume el rol de formador”, expresó. A su entender, este vínculo no sólo permite una transición más fluida entre el aula y el mundo laboral, sino que también tiene un impacto subjetivo profundo: “Recibís pibes con voluntad, pero con el vínculo roto. Hay que devolverles la certeza de que estudiar tiene sentido, de que transforma vidas”. Asimismo, se habló sobre la actualización tecnológica y su impacto en la formación de trabajadores. Badaloni ilustró la velocidad de los cambios con un ejemplo elocuente: “Hoy un autobús tiene 17 cerebros electrónicos. Cuando mi padre manejaba un colectivo, no había computadoras”. Esta transformación obliga a una reconversión constante de las capacidades laborales. Ricardo de Gisi, por su parte, sostuvo que la provincia trabaja en una actualización curricular sostenida, pero que no es suficiente. Planteó la necesidad de una triada pedagógica compuesta por contenidos actualizados, equipamiento moderno y capacitación docente continua. Todo ello, articulado con el sector socio-productivo para que el conocimiento circule en doble vía: de la escuela al trabajo, pero también del trabajo a la escuela. “El desafío más grande es que la tecnología cambia rápido y la educación va atrás. Necesitamos reducir esa brecha”, concluyó. Alfabetización y pensamiento crítico, deuda estructural Mario Oporto abordó una de las falencias más graves del sistema educativo argentino: las dificultades persistentes en lectura y escritura. “Los chicos tienen inmensas dificultades para egresar de la primaria con una fluida lectura y escritura”, afirmó. Para él, el fortalecimiento de estas habilidades básicas es condición necesaria para cualquier otro objetivo formativo, incluida la preparación para el trabajo. “La escuela secundaria tiene que enseñar a trabajar, pero primero hay que enseñar a estudiar, y para eso hay que saber leer”. No se trata solamente de adquirir conocimientos técnicos. Oporto propuso superar el modelo enciclopedista que aún domina muchas escuelas y avanzar hacia un enfoque más analítico, que forme pensamiento crítico tanto para la empleabilidad como para la ciudadanía. Como símbolo de este cambio cultural, propuso una consigna visible en las instituciones: “Acá se viene a trabajar”, no como castigo, sino como reivindicación del esfuerzo personal y colectivo. En el tramo final del panel, Oporto introdujo un ejemplo aparentemente marginal pero profundamente significativo: el caso de Bizarrap. “Hace cinco o seis años era un pibe más en la escuela secundaria”, señaló. Con ello, puso sobre la mesa la necesidad de ampliar la noción de educación técnica hacia nuevos campos productivos, como la industria cultural y las tecnologías creativas. Oporto propuso que la formación técnica incorpore perfiles como técnicos en sonido, operadores de escenario o programadores de contenidos culturales. “La industria cultural emplea miles. ¿Por qué la escuela no debería prepararlos para eso también?”, preguntó. Su planteo invita a repensar el mapa de la empleabilidad desde una perspectiva contemporánea, que reconozca la diversidad de oficios emergentes. Hacia un gran acuerdo nacional por la educación Al finalizar el panel, Zunini planteó una pregunta inevitable: ¿qué debería incluir un gran acuerdo nacional por la educación? Las respuestas, aunque diversas, coincidieron en la urgencia de construir consensos amplios y sostenibles. Mario Oporto pidió acuerdos reales, con límites claros —“no hacer de nuestra cultura un basural”— y prioridades concretas: lectura, escritura y formación para el trabajo moderno. De Gisi propuso duplicar la cantidad de titulaciones en educación técnico profesional, que hoy apenas representan el 17% del total, como estrategia para fortalecer la justicia social y el desarrollo económico. Badaloni, por su parte, pidió un acuerdo inclusivo, “sin privilegios ni excluidos”, que recupere la idea de la educación como motor de progreso y ascenso social. Su frase final sintetizó el espíritu del encuentro: “Donde el progreso del otro sea el ejemplo al que yo quiero ir. No la envidia, no la persecución”.
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