13/05/2025 04:11
13/05/2025 04:11
13/05/2025 04:10
13/05/2025 04:10
13/05/2025 04:10
13/05/2025 04:10
13/05/2025 04:06
13/05/2025 04:05
13/05/2025 04:03
13/05/2025 04:00
Diamante » Neonetmusic
Fecha: 13/05/2025 02:25
En un rincón olvidado de los barrios El Progreso y Consorcio, una veintena de niños transforma cada domingo la abandonada plazoleta “Carlitos Bala” en su territorio de juegos. Entre yuyales altos que ocultan a los más pequeños, mosquitos y falta de infraestructura básica, estos gurises patean pelotas, crean amistades y construyen sueños en el único espacio que les queda para ser niños. Sus padres, conscientes del abandono institucional, acompañan esta resistencia silenciosa que les permite conservar aunque sea un fragmento de infancia. La realidad de esta plazoleta contrasta con lo establecido en las leyes de Ordenamiento Territorial, que prometen espacios verdes dignos para el desarrollo comunitario. Mientras un banco solitario, tres juegos rotos y un arco de fútbol desvencijado son los únicos testigos de esta lucha, las familias se preguntan por qué su sector del barrio permanece invisible para las autoridades municipales. “El contraste es evidente: a pocas cuadras hay áreas mantenidas, mientras nosotros seguimos esperando lo básico”, comenta una vecina mientras observa a los niños jugar. Desde la perspectiva de una madre que lleva a su hijo cada semana a esta plazoleta, la cruda realidad se hace evidente: falta agua potable, las malezas atraen insectos, los pocos árboles que los vecinos plantaron fueron mutilados y la oscuridad por falta de luminarias obliga a reconocer a los niños por sus voces más que por su aspecto. El caminito que serpentea entre los yuyales se ha convertido en metáfora del abandono sistemático que sufre esta comunidad. Mientras los niños improvisan partidos en el arco roto -donde algunos demuestran talento para el fútbol- los adultos reflexionan sobre las oportunidades negadas. La pregunta flota en el aire: ¿por qué este sector del barrio parece condenado a la desidia permanente? Más allá de los juegos rotos y la falta de mantenimiento, lo que realmente duele es la indiferencia de quienes tienen el poder de cambiar esta realidad pero eligen mirar hacia otro lado. Este rincón olvidado de la ciudad clama por atención urgente. No se piden lujos, sino simplemente que se cumplan las leyes existentes: espacios seguros, luminarias, mantenimiento básico y la posibilidad de que estos niños puedan jugar sin riesgos. Mientras tanto, la gurisada sigue convirtiendo la plazoleta en su cancha, demostrando que ni el abandono puede apagar su derecho a soñar. La pelota sigue rodando, pero el tiempo para actuar se agota. Noticia vista: 140
Ver noticia original