Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Un testimonio de vida junto a Francisco

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 11/05/2025 14:14

    n Corría el año 1982 cuando Luis Hernández llegó a Buenos Aires para discernir su vocación religiosa dentro de la Compañía de Jesús. En el tercer año de ese proceso conoció al hombre que tiempo después se convertiría en una de las figuras más relevantes del mundo: el Papa Francisco. "Lo conocí siendo joven, a los 20 años. En el 84 pasé del noviciado al juniorado, que son los estudios universitarios en el Colegio Máximo de San José, provincia de Buenos Aires, donde está la sede de la Facultad de Filosofía y Teología de los Jesuitas. Allí, el rector era Jorge Bergoglio", relata Hernández. Como recién llegado, y sin conocer a nadie, eligió al propio rector como su director espiritual. “Mis compañeros me decían que había elegido al más serio y al más duro”, recuerda. Sin embargo, lo que encontró fue una figura profundamente humana y cercana. Durante aquel tiempo, las caminatas diarias por el parque después del almuerzo, rezando el rosario y conversando de temas espirituales, se volvieron una rutina tan natural como formadora. Fue también un tiempo de descubrimientos literarios: “Me enganché con Cien años de soledad y él me cargaba diciendo que yo venía de Macondo, porque mi pueblo chaqueño se parecía mucho al de la novela”, recuerda entre risas. Pero más allá de las anécdotas, lo que le dejó una huella imborrable fue la calidez con la que Bergoglio acompañaba a quienes se acercaban a él. “Tenía un gesto muy particular en las confesiones. Buscaba cercanía, como que le hablaras al oído, y si llegabas a emocionarte en un momento muy profundo de la confesión, te sostenía la cabeza con ternura. Como un padre. Como Jesús”, rememora. Ese acompañamiento fue decisivo para su vida. Es que fue el mismo Bergoglio quien lo ayudó a tomar conciencia de que su camino no estaba en la vida religiosa. “Yo había perdido a mi papá siendo adolescente. Jorge me ayudó a recobrar esa imagen paterna que tenía muy caída. Más que un guía espiritual, se volvió un papá para mí”, expresa. Aunque sus caminos se separaron físicamente al año siguiente, el vínculo continuó durante años a través de cartas. “Nos escribíamos dos veces al año. La última vez fue en 2012, antes de que lo eligieran Papa. Cuando llegó a Roma, ya no me animé a escribirle. Solo recé por él y seguí sus enseñanzas”. Hernández transformó esa admiración en acción concreta: tomó sus encíclicas más importantes y las convirtió en cursos virtuales para la formación docente en el Instituto que hoy dirige. “Es mi forma de devolverle algo de lo que me dio”, dice con humildad. Al recordar el legado de Francisco, no duda: “Ya en aquel tiempo mostraba lo que después eligió como Papa: estar cerca del que sufre, hablar claro, con sentido común, con el corazón. Él vivía la fe como Jesús: concreta, sencilla y profundamente humana”

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por