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» Elterritorio
Fecha: 11/05/2025 11:48
La necesidad de replantearnos el aula, la escuela, o los contenidos a partir de una frase o una palabra poderosa que fomente el pensamiento crítico domingo 11 de mayo de 2025 | 5:45hs. Las palabras tienen poder. Sí, impactan, influyen, modifican el carácter, e incluso el espíritu. Las palabras adquieren un significado dependiendo del contexto y la intención de quien las pronuncia. Así, algo tan simple como una silla puede convertirse en una herramienta pedagógica del castigo o bien, desde otra perspectiva, en un recurso inspirador para fomentar el pensamiento crítico. Sólo a modo de ejemplo: ¿cuántas veces escuchamos hablar de la sillita aburrida en la salita de 3, 4 o 5 años? ¿De qué se trataba? La silla aburrida era sinónimo de penitencia. El niño que hablaba mucho o hacía berinche era apartado del grupo y sentado en un rincón, como si desde la marginalidad del aula pudiera reflexionar sobre sus actos. (Comentario a pie de página: en esta columna se utiliza el tiempo pasado asumiendo que es una práctica obsoleta en el sistema educativo). Ahora bien, desde otro enfoque -uno que debo confesarme resulta mucho más agradable- podemos definir la silla como un espacio para pensar. No vale saludar con sombrero ajeno, por lo cual me remito a la fuente. “La silla no es únicamente para sentarse, sino para pensar”, lo plantea la especialista en Educación, Laura Lewin. La escritora es militante, desde sus libros y sus talleres, de la educación emocional y el aula invertida, entre otros conceptos. Y este tipo de frases, aún haciendo hincapié en un mueble, busca el empoderamiento de los estudiantes y marca un desafío para los docentes. ¿Cuál sería el desafío? Educar desde otro lugar, entendiendo al alumno como un sujeto de derechos con interrogantes, con dudas, con curiosidad. Implementar otros modos de enseñanza e invitarlos a la lectura, siempre volver a la lectura, para argumentar sus ideas, para defenderlas. Quien puede transferir conocimientos desde la oralidad es alguien que internalizó contenidos. Aprendió. Un estudiante motivado, aprende. O al menos, tiene más posibilidades de aprender. La necesidad de replantearnos el aula, la escuela o los contenidos a partir de una frase o una palabra poderosa, se basa en la realidad que arrojan las estadísticas oficiales. Esta semana se dieron a conocer los resultados de las Pruebas Aprender 2024. En Misiones, sólo el 38% de los estudiantes de tercer grado comprende lo que lee al nivel esperado para su edad. El 15,2% de los alumnos se encuentra por debajo del nivel 2, lo que implica que no logra comprender textos simples. La categoría incluye tanto a los estudiantes considerados “lectores incipientes” (que apenas reconocen palabras con apoyo de imágenes) como aquellos del nivel 1, que se están iniciando en la lectura de oraciones y consignas básicas. Esa cifra posiciona a Misiones entre las tres jurisdicciones con peores resultados del país en este indicador, junto con Chaco (16,6%) y Santa Fe (15,9%). En el otro extremo, las mejores ubicaciones corresponden a Córdoba (6,2%), Santa Cruz (6,8%) y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (7,1%). Conviene aclarar, en tanto, que estos números corresponden a una muestra. Es decir, la evaluación se realizó sólo en 198 escuelas de las más de 3 mil que existen en la provincia. Igualmente, es un recorte de la realidad que preocupa. En tiempos de inteligencia artificial en todos los ámbitos de la vida, siempre y cuando el ciudadano tenga dispositivo y acceda a internet -un dato no menor-, la clave sigue siendo pensar. Promover el pensamiento crítico desde la silla.
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