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  • El nuevo Papa es estadounidense como Trump

    » Diario Cordoba

    Fecha: 09/05/2025 22:16

    Robert Francis Prevost, elegido nuevo Papa. / LAP Donald Trump ya puede presumir incluso de haber conseguido un Papa estadounidense, un éxito sin precedentes que a buen seguro capitalizará para proclamarse el principal presidente de su país desde George Washington, o incluso antes. Esta duplicidad evidente fue contestada sin necesidad de análisis previo por parte de los analistas cristianos progresistas, menudo oxímoron para los practicantes de una fe que se mide en milenios. Según este impagable criterio vanguardista, que en España coincide con la devoción laica a Pedro Sánchez, los cardenales habrían elegido al estadounidense Robert Francis Prevost para oponerse hasta el límite de la cancelación a Trump. El Sumo Pontífice había de ser estadounidense a la fuerza, para contrarrestar con determinación evangélica al Satán de azufre color zanahoria a quien no se consigue expulsar de la Casa Blanca ni mediante los votos. El problema de las quinielas previas no consiste solo en que vinieran enredando con el italiano Parolin «si el cónclave es breve», o con el filipino Tagle descartado por haber tarareado el ‘Imagine’ ateo de John Lennon, «si caminamos hacia una iglesia TikTok». La trampa de la predicción antitrumpista es que hubiera gozado de un mérito adicional en caso de haber elegido un pastor de distinta procedencia geográfica. Verbigracia, un Pontífice europeo hubiera servido para demostrarle a Trump que el viejo continente no es un museo, y que conserva un poder de interlocución o de elocución más allá del número de teléfono desconocido que reclamaba Henry Kissinger. Un Papa africano o asiático también hubiera abofeteado la cultura de mármoles y doraduras del inquilino de la Casa Blanca y de Mar-A-Lago, hubiera aportado un suplemento de nativismo primitivo al germófobo presidente americano. En fin, no parece que otro yanqui fuera la solución más inteligente, salvo que se buscara el apaciguamiento fraternal antes que el choque de poderes. En lugar de enredar con la confusión acentuada de los analistas, procede comenzar con una verdad elemental. El nuevo Papa es estadounidense como Trump. A partir de esta dolorosa constatación, la idea ridícula de un enfrentamiento entre las dos Casas Blancas de Washington y de Roma cede, ante la evidencia de los poderes civiles y eclesiásticos condensados en el coloso americano. Ni siquiera han elegido a un cardenal canadiense, para disimular ligeramente la adscripción. Los amigos de interpretar la realidad contra Trump son inasequibles a los argumentos racionales, pero esta hostilidad no debe disuadir de apelar a las evidencias. En la toma de posesión de Prevost como León XIV, aparece en el vértice del Vaticano la bandera de las barras y estrellas, la misma que utiliza Bruce Springsteen en ‘Born in the USA’. Salvo algún ajuste en la decoración, es la misma enseña que ondeaba simultáneamente en el césped de la Casa Blanca, complementada por el uso condescendiente del castellano en su alocución inicial. Una extraña fórmula de confrontación. Si se trataba de desairar a Trump desde la Capilla Sixtina, servía cualquiera menos un estadounidense, ni el católico y por tanto elegible Joe Biden podía erigirse en antagonista. Una vez constatado con cierta prolijidad el nuevo éxito del presidente Republicano, cabe ceñirse al recién llegado Prevost. De nuevo, procede reírse a mandíbula batiente de quienes aseguran que lo habían pronosticado, y a continuación señalan su inclusión entre una docena de candidatos que equivalen al diez por ciento del censo. Los cardenales han sido más astutos que quienes presumen de conocer las callejuelas vaticanas. Una vez establecida su geografía, Prevost/León XIV parece una persona de acusada inteligencia, desde el perfil enjuto y aguileño de Pablo VI. Se halla en las antípodas de Juan Pablo II, este sí un auténtico quarterback estadounidense, o del intelectualísimo Ratzinger. La percepción añadida del agustino no debe entenderse como una rendición anticipada a sus presumibles encantos. Al contrario, pertenece a la estirpe de quienes no pueden esconder sus errores detrás de una carencia natural. El meme de Trump con la tiara papal ha estado más cerca de la realidad que las predicciones de los vaticanólogos. A partir de este chasco, los problemas atávicos de las Iglesias se mantienen inatacables. El hombre más asustado que asustadizo en su debut no ingresará a las mujeres, en un cónclave de 133 hombres con una media de setenta años. Tampoco cambiará de perspectiva sobre la eutanasia y el aborto. Al igual que su predecesor, se armará de buenas palabras y poco más sobre los homosexuales y los divorciados. Abominará de los abusos sexuales en abstracto, tal vez no tanto de los cometidos concretamente en su diócesis peruana de Chiclayo. Eso sí, León XIV aprovechará el truco de Francisco de desviar la atención de sus problemas internos hacia el cambio climático, la guerra sin precisar demasiado o las migraciones. Si es incapaz de ordenar a mujeres o de acabar con el celibato, ¿cómo se atreve a mencionar el calentamiento global? Por ponerlo en sus palabras de proclamación, se limitará a «estar junto a los que sufren». Puede que no sea suficiente.

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